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Gobernar contra la desafección

Sánchez se compromete "por responsabilidad" a mantener los Presupuestos del Gobierno de Rajoy

Rodolfo Irago

El Gobierno de Pedro Sánchez acaba de cumplir 45 días y de momento vive con el viento a favor de las muchas ganas que había de que Rajoy dejara La Moncloa. La gestión del Partido Popular había provocado tantos destrozos sociales, políticos e institucionales y había generado un aire tan viciado que ahora de momento se respira.

El Gobierno ha aprovechado estas semanas para anunciar un sinfín de medidas que en principio tratan de darle la vuelta a las decisiones del PP: refugiados, concertinas, tarjeta sanitaria, copago, memoria histórica, sacar los restos de Franco, pensiones, lucha contra la precariedad, pobreza infantil, la religión sin valor académico e impuestos a la Banca y las grandes empresas. Todos anuncios ganadores ante la izquierda.

También ha habido por supuesto gestos para los grupos que apoyaron la moción de censura: mucho diálogo con Catalunya, los políticos presos cerca de casa y el comienzo del fin de la dispersión de los etarras ya disueltos. Estas últimas medidas tienen más aristas y son temas que tendrán que gestionar con mucha delicadeza, no solo ante la derecha sino entre los propios votantes socialistas del resto de España.

La oposición, de momento se lo está poniendo bastante fácil. El PP a garrotazo limpio y Ciudadanos que todavía no se ha repuesto del shock de no verse en La Moncloa. Eso no quiere decir que la derecha haya desaparecido. Está más agazapada, pero esperando.

La brisa favorable no debe ocultar sin embargo los primeros síntomas de que gobernar no es tan fácil y mucho menos con 84 diputados y dependiendo en cada votación de que alguien se ponga malo o se equivoque. El Gobierno ha visto ya la sangre, el sudor y las lágrimas que le van a costar cada negociación en el Congreso. El desastre de la renovación del Consejo de RTVE ha sido épico.

El PSOE comienza a comprobar además la distancia, a veces sideral entre estar en la oposición y dirigir el Gobierno. Y así, Sánchez ha tenido que aceptar el aumento de los presupuestos de Defensa que el PSOE le reprochaba a Cospedal o está teniendo que frenar las iniciativas de sus socios para investigar el patrimonio y las cuentas del rey emérito, señalado en las grabaciones de Villarejo a Corinna cuando en la oposición, Sánchez había dicho que tal vez era hora de retirarle la inviolabilidad al rey.

Y luego está, el asunto de la amnistía fiscal con una hemeroteca implacable. Cuatro años estuvo prometiendo solemnemente qué si llegaba al Gobierno, publicaría los nombres de los beneficiados por esa inmoral decisión del Ejecutivo de Rajoy de perdonarle los impuestos a los defraudadores. Pues bien, ahora el presidente del Gobierno dice que no puede hacerlo según un informe de los abogados del Estado.

Puede que en La Moncloa no le den mucha importancia a esto y crean que con el anuncio de que no habrá más amnistías fiscales ya lo arreglan. Mas bien deberían pensar que así empiezan las grandes decepciones y las desafecciones porque la gente le creyó cuando dijo que las publicaría.

Ya sé que las promesas incumplidas son un clásico desde el “De entrada no” en la OTAN, pero la España de 2018 no tiene nada que ver con la de 1982. Estaría bien que el Gobierno lo tuviera muy en cuenta.

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