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Hervidero de tensiones en el 8M

Sesión plenaria del Congreso de los Diputados en la que se ha debatido la toma en consideración de la reforma presentada por el PSOE para la ley del 'solo sí es sí'.

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Se consumó. La reforma de la ley “sólo sí es sí” presentada por el PSOE sale adelante gracias a la derecha, poco entusiasta con los derechos de la mujer, y en contra de Unidas Podemos que mantiene su texto. Este 8M puede convertirse en el final de esta legislatura y el diseño del próximo gobierno. Igual no es la primera opción pero confluyen circunstancias que han creado un clima como poco prebélico con el peligro de desbordarse en cualquier momento. Para el machismo español es una fecha muy apropiada. Pero no solo es el machismo; la España de siempre vislumbra la posibilidad de quitarse de encima molestos coprotagonistas intrusos. Las aguas bullen turbulentas en el área de la coalición de gobierno, con gruesas palabras en este caso. En el propio feminismo que celebra el Día de la Mujer en convulsa división. Y los ejércitos mediáticos de la derecha -mayoritarios en el sector- parecen dispuestos a no dar tregua alguna. Han decidido convertir este 8M en el Dia D.

Amanecía este martes con una ofensiva mediática realmente virulenta contra Irene Montero, la ministra de Igualdad. Un diario, El Mundo, le adjudica todo el 8M a ella, su 8M, insultando la lucha del feminismo durante décadas. Editoriales impacientes reducen a dos coaliciones la oferta electoral: “De un lado el PSOE y Sumar, del otro el PP y Vox”. Fotos editorializadas (en La Razón) presentan a un presidente del Gobierno derrotado que “se estrella como el 8M”, como si en lugar de periódicos se tratara de cuentos de terror infantiles.

Qué gran oportunidad teniendo una “controvertida” ley del ministerio de Igualdad. Una que carece de la misma disposición transitoria que la promulgada por Rajoy en 2015 y que también “sacó a la calle” a violadores. Entonces no había medios empecinados en tumbar al gobierno, dado que era del PP. Ni los jueces conservadores se empeñaron con el mismo ahínco en causar ese perjuicio. Por supuesto, la portavoz del PP Cuca Gamarra ha olvidado este extremo y se ha pasado la tarde en el 24 horas de TVE exigiendo con dureza responsabilidades. Vox también ha asistido a una repentina reconversión. Un espectáculo lamentable.

Si existe algún resquicio para evitar su aplicación indeseada, habría que modificar la ley pero no por presiones políticas de clara intencionalidad, y nunca para quitar a las mujeres, víctimas de la violencia machista, la última palabra y dársela a quienes siempre la han tenido. Es la clave. El consentimiento, a pesar de las reiteradas proclamas, parece que está más en una esquina que en el centro.

Una sola persona culpable, no todo el equipo de gobierno, no el ministerio de Justicia, o la mayoría del Parlamento que aprobó la ley. Hacen recaer, sin asomo de duda, toda la responsabilidad de las rebajas de pena en una sola persona, como si España fuera una democracia plena, funcionara la justicia completamente, no estuviera su órgano de dirección CGPJ caducado desde hace más de cuatro años, la corrupción no imperara en grandes sectores fundamentales, el partido de la alternancia de gobierno no hubiese perpetrado ataques gravísimos al estado de Derecho con sus pestilentes cloacas, y como si España no tuviera en la desinformación a la sociedad uno de sus problemas decisivos. Este país tiene demasiados defectos para poder tirar la primera piedra a nadie y menos si es decente.

La excusa es esta ley del consentimiento, por tanto, pero valdría cualquier otro pretexto. Les ha venido la dicha a ver con el caso del socialista canario Tito Berni. Una corrupción -presunta- con el sello español bien estampado. El PP está lleno de Titos Berni también, de esos que regalaban volquetes de putas después de una cacería a los compinches. Pero mal de muchos solo es consuelo para los tramposos.

Los ciudadanos de a pie han de asumir que los desmanes de la derecha, su corrupción endémica, sus manipulaciones, por muy gruesos que sean, no tienen importancia. ¿Cómo se atreve nadie a dudarlo? ¿No los ven tan prepotentes en los telediarios? ¿No les abren el micrófono para que se explayen? Llevan ahí toda la vida. Es su ADN. Y millones de personas lo aceptan así sin problema. Aunque lo tiene y muy grave. España escribe sobre renglones torcidos su historia, por eso jamás acaba de erradicar sus mayores problemas, de enderezar el camino de la justicia, el progreso y la decencia.     

La cloaca alteró las elecciones, alteró la democracia. Es un complot que hasta en una república bananera se saldaría con la refundación del partido que lo ha perpetrado, aquí pasa como un asunto menor. Y sus líderes siguen teniendo voz en los informativos, como si formaran parte de un partido político normal y no de una organización tan tiznada. 

Las espadas están en alto. España es un hervidero de tensiones e intereses que se alzan a colocar sus piezas en el poder. Frenético. Por todos los flancos. El desequilibrio en el tratamiento de los temas, las mentiras flagrantes, la manipulación descarada, los intereses que ya ni se molestan en ocultar. Van desde la televisión pública estatal, sin aportar los datos de la realidad cuando sus entrevistados mienten, a tergiversaciones de un calibre que ofenden la inteligencia. Pero está muy claro que miles de ciudadanos han decidido guardar ese instrumento tan básico en una caja de plomo para que no le llegue ni un rayo de luz.

8M, el feminismo dividido. El de toda la vida, el que propició múltiples cambios, pero ya está cómodo con ellos. Al parecer adquirieron la patente y ya no caben otras iniciativas. El Ministerio de Igualdad ha ido demasiado lejos para un país que ve crecer el machismo al menor descuido. El machismo y la violencia machista. Las leyes impulsadas en España por el Ministerio de Irene Montero son muy avanzadas, pero no únicas, hay más países con normas similares. Y es que España nunca “está preparada” para alcanzar el máximo en derechos de las mujeres o las minorías, ni para erradicar el fascismo, ni romper ataduras con el atraso secular que nos lastra. Siempre hay que aceptar el mal menor para que se perpetúe por los siglos, como viene ocurriendo.

El 8M, los derechos de la mujer, el feminismo, un hueso que atraganta a la eterna España oscura. Cada año desde 2018, el del éxito atronador, un poco más. Sigue en 2019, cuando precisamente la sentencia de La Manada en Pamplona venía sacudiendo la indignación de millones de mujeres. Sin ministras a las que señalar como objetivo. Por aquellos días, la CEOE nos explicó que son los “rasgos psicológicos y habilidades no cognitivas” de las mujeres las que explican la brecha salarial,  las diferencias en la propensión a asumir riesgos y a negociar. Precisamente. Qué profundo desconocimiento.

El éxito del feminismo había que apagarlo. Mujeres y hombres se apuntaron. El 8M de la pandemia fue calumniado, vilipendiado, y quedará para la historia fijo en las mentes turbias que se tragaron la cadena de bulos directos a la diana. Y continúa siendo un obstáculo.

Por eso agolpan la leña en piras para ver de quemar a mujeres inteligentes, bravas, libres, como hicieron sus ancestros cuando las llamaban brujas. Es abrumador contemplar la persecución sistemática de la valentía femenina.

Margaret Atwood dijo hace unos días: “La primera medida de un régimen totalitario es ir contra los derechos de las mujeres”. En El Cuento de la Criada “yo solo me inventé los trajes”. Es la primera medida, luego viene el resto. Cada actor de esta tragedia que nos preparan a plena luz es responsable de lo que vendrá si la sociedad no es capaz de abrir los ojos para impedirlo. 

Pero aquí seguimos. Tenemos mucha práctica, acostumbradas a luchar por cuanto nos importa, individual y colectivamente, con mucho peso a la espalda. Herederas de la fuerza que vienen sumando multitud de mujeres a lo largo de la Historia.

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