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Para que luego digan que la Constitución no se puede reformar

El Pleno del Congreso aplaude la aprobación de la reforma del artículo 49 de la Constitución.

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Este miércoles fue un día histórico. Un gran día para nuestra democracia. Uno de esos momentos que justifican una legislatura. Un hito histórico. La primera reforma social de la Constitución. Hemos engrandecido nuestro texto constitucional. Desde este día la Constitución es más social y democrática.

Son todas palabras literales pronunciadas ayer en el Congreso por el presidente del Gobierno, el líder de la oposición y los portavoces de varios partidos. Hacía mucho tiempo que no se veía tanto entusiasmo y tanto consenso en sede parlamentaria. Todos (menos la ultraderecha) votando lo mismo, y todos celebrando por igual. Y no era para menos: tercera reforma Constitucional en casi medio siglo. ¿Qué dicen ahora esos pitufos gruñones que llevan décadas criticando el inmovilismo, el blindaje y la imposibilidad de tocar una coma del texto? Ahí tienes: no una coma, sino una palabra entera. Zas. Eliminada y sustituida. Toma inmovilismo. Sí se puede.

Además se ha hecho por la vía de urgencia. Rapidísimo. Solo ha tardado dos días desde que entró en el Parlamento. Solo ha tardado un mes desde que lo acordaron Sánchez y Feijóo. Solo ha tardado dos años y medio desde que el Consejo de Ministros aprobó en 2021 el proyecto de reforma del artículo 49, bloqueado entonces por PP y Vox porque no era “el momento oportuno”. Solo ha tardado cinco años desde que en 2018 CERMI impulsó la iniciativa en el Congreso, aprobada por unanimidad en comisión parlamentaria y parada por las elecciones. Solo ha tardado veinte años desde que en 2004 las organizaciones del sector se lo pidieron al entonces presidente Zapatero.

Veinte años para cambiar una sola palabra (“disminuidos”), para la que había consenso entre todos los partidos, y cuando la sociedad ya hacía tiempo que desechó ese término. Y es que la Constitución es muy delicada y hay que tratarla con sumo cuidado, despacito, no vayamos a romper algo. Pero poder, se puede cambiar, ya ven que sí. Es un texto vivo, dinámico, que se mueve con la sociedad. La España de 2024 no es la de 1978, y su Constitución tampoco es la misma, ha cambiado (una palabra). Nadie podrá decir que es un texto sagrado y de piedra. Nadie podrá seguir sosteniendo que es imposible cambiar una coma.

Ya sé, hay quienes quieren modificar algo más que una palabra. Y hay que decirles que sí, que todo puede cambiarse, pero lleva su tiempo. Si cambiar una palabra de consenso como “disminuidos” por “personas con discapacidad” ha llevado veinte años, calculo así a ojo que la inviolabilidad del rey necesitará unos sesenta años, el derecho a decidir más de noventa, y dejar de ser una monarquía no menos de siglo y medio. Los cambios constitucionales se producen a velocidad vaticana, a qué viene tanta prisa.

Salvo que sea un cambio neoliberal y antisocial, como el que se hizo en 2011 con el artículo 135 para instituir y blindar la austeridad presupuestaria, atando en corto cualquier política económica que se aparte de la ortodoxia neoliberal: eso se hizo deprisa y corriendo en pleno verano, ya lo sé. Pero era un cambio sin importancia. Un retoquecito. Venga, no me sean aguafiestas, celebremos que tenemos una Constitución viva.

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