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Microteatro electoral

Mariano Rajoy pedalea escoltado por Cristina Cifuentes y Esperanza Aguirre.

Cristina Pardo

Se abre el telón y aparece Mariano Rajoy incrustado sobre una bicicleta que no es de su talla. El presidente, ataviado con pantalones de traje, corbata y mocasines, pedalea alegremente junto a una señora con la que apenas se habla. Por detrás, un pelotón de diputados y asesores que, a pesar de todo, mantienen su empleo. Rajoy desciende ágilmente de su bici y sentencia: “El deporte es bueno para quien lo hace y para el que no”. Emoción entre su círculo de confianza. Para la próxima obra, le han preparado otro enorme discurso: “España es un gran país que hace cosas importantes y que tiene españoles”. Aplausos. Se cierra el telón. Pero antes de que las cortinas acaben con la magia, aparece Pons y, elevando la mirada al cielo infinito, recuerda al auditorio que cada minuto se crean cuatro puestos de trabajo.

Se abre el telón y aparece Pdro Snchz haciéndose selfis, mientras sus colaboradores le recuerdan las bondades de humanizar el discurso. El líder del PSOE comienza su actuación: “Estuve en Barcelona y se me acercó una madre. Su hija se llama Valeria”. Minutos después, resulta que Valeria vive en Extremadura y tiene dos contratos de cuatro horas. Se llame Valeria o Verónica, parece que en realidad ha trabajado 13 horas en un mes. Snchz se gira, se hace un selfi con el público y continúa: “Hace pocos días en Alicante me encontré con Juana, que limpia en un colegio”. Algunos espectadores le hacen un fact check y le recuerdan que, en funciones anteriores, era trabajadora de hotel y no vivía en la Comunidad Valenciana. Snchz, en un giro inesperado de guión, tiene un sentido recuerdo para Juana, que en realidad limpia habitaciones en las Islas Canarias. Se cierra el telón.

Un agradable aroma se extiende por la sala. Se abre el telón y aparece Rosa Díez, a punto de desayunar barritas con aceite. De pronto, estruja un bote de tomate triturado. Con evidente cara de satisfacción, levanta el plato y muestra su obra al público: unos churretes de salsa roja forman las palabras “Vota UPyD”. Díez hace una foto con su móvil y la sube a las redes sociales, convirtiendo así a Toni Cantó en gran estadista tuitero. Se cierra el telón.

Alguien grita. Miradas de estupefacción entre el público. Se abre el telón. Es Pablo Iglesias, que está de mitin. “Corruptos, ladrones, chorizos, gentuza”, rapea. Acto seguido, ofrece a los aludidos un debate de ideas. Los espectadores no salen de su asombro al comprobar que en la función de hoy ha cambiado Juego de tronos por la Marcha Imperial. Propone celebrar una asamblea sobre la conveniencia de votar en asamblea el cierre del telón.

Es el turno de Izquierda Unida. Los dirigentes saludan y, sin mediar palabra, abandonan el escenario para evitar una nueva escisión. Irrumpe Albert Rivera. Reparte papeletas de Ciudadanos a las puertas de un paritorio para regenerar la democracia. Entonces, los responsables del teatro anuncian por megafonía su intención de proyectar los últimos vídeos electorales. Se produce una estampida en la sala. Desaparecen el telón y las tostadas con tomate.

Continuará. 

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