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La misma vieja canción

Juan Carlos y su hijo Felipe

Suso de Toro

La derecha española tiene el rostro de cemento y una mala hostia singular y por eso miente con naturalidad. Su misma esencia es la calumnia y la mentira y por eso no tiene problema en cargarle a estas alturas cualquier muerto a “la herencia de Zapatero”. Pero, ¿y la herencia de M. Rajoy?

Porque se marchó un día del Congreso enfadado a un restaurante y desde allí se marchó a la playa y aquí no pasó nada. Estos años fueron un periodo terrible para la sociedad y sin embargo es como si todo fuese un ruido confuso y no tuviese rostro ni hubiese ocurrido nada en particular. El dominio ideológico del poder establecido es tal que consigue tales milagros, para eso está el sistema de medios de comunicación español.

Falta que un medio de comunicación que no forme parte de esa trama mediática al servicio del poder nos ofrezca un mapa de la propiedad y las relaciones entre el poder y los medios. No puede ser que la máxima “perro no come perro” impida eso.

Como falta que un medio que no haya participado en la operación en la que participaron todas las cabeceras en papel de Madrid y aledaños para llevar a M. Rajoy a la Moncloa nos haga un mapa y un balance del “antes” y el “después” de su paso por el Gobierno. Para que tengamos un mapa de la realidad y no sigamos siendo conducidos como un rebaño por la vara de los pastores que nos aturden con “la actualidad” y nos impiden tener perspectiva.

M. Rajoy como gobernante ya es un pasado olvidado, uf, aunque aparezca en letra pequeña intentando defenderse de la sombra de Aznar que vuelve tras Casado y Cospedal. Y por cierto que también es interesante un contraste entre el origen y el contenido político de las figuras de Aznar y M. Rajoy y eso creo que nunca se hizo. Aparte hay que señalar que M. Rajoy era más cortés y Aznar un maleducado y algún tópico antropológico equivocado sobre el carácter supuestamente gallego de uno y el castellano de otro.

El presente político ya lo ocupa de forma indiscutible Pedro Sánchez, las expectativas que suscita, las dificultades que encuentra y sus propios límites. Y todo el escenario lo vuelven a ocupar los dos partidos que fueron y son el sostén del sistema político surgido de la Transición y que entienden que su propia existencia depende de que esta restauración monárquica impuesta por Franco se mantenga. PSOE y PP, heredero de AP y UCD, vuelven a ser los dueños no sólo de la actualidad, sino del tablero. Y las dos organizaciones que aparecieron cuando la sociedad contempló con distancia ese juego tramposo del bipartidismo están cada una en una esquina sin saber bien por dónde entrar al juego.

La candidatura Unidos Podemos vive una crisis interna en la que aquella veterana IU que se había quedado rezagada, encerrada en su pasado, recupera protagonismo precisamente porque Podemos, que fue el gran motor de la candidatura, vive una crisis que no es solamente orgánica, sino mucho más profunda. Podemos fue el proyecto de una generación de políticos que encauzaron el descontento de sectores sociales ilustrados, críticos y distantes del juego político bipartidista y, sobre todo, de un par de generaciones a las que la crisis y las políticas impuestas les negó el futuro. Pero por debajo de una imaginería y una retórica efectista faltó desde el principio un contenido ideológico y político hondo.

La fragilidad orgánica y personal que ahora se ve es consecuencia de ello. IU tiene un recorrido y una cultura orgánica que le permite sobrevivir, continuarse y moverse dentro de una coalición con habilidad. Podemos en teoría expresa un modo distinto de actuar, menos orgánico y más asambleario, sin embargo sus dirigentes vienen de ese mundo de IU y han demostrado que cuando hay que resolver un conflicto de poder interno actúan según esa misma cultura. Pero sus estructuras y sus dirigencia es mucho más frágil. Se está reequilibrando el poder dentro de esa coalición, pero si Podemos, que fue el motor y la inspiración de ese proyecto, no resuelve de forma clara su situación, si no define un proyecto político claro y pronto, esa coalición pasará a ocupar el lugar que ocupó durante décadas IU en la política española.

Ciudadanos, por otra parte, nació a lomos de la agitación del nacionalismo español que alimentó Aznar y sacudió como un avispero M. Rajoy para atacar a Zapatero por el Estatut y luego para acabar políticamente con Catalunya. Y fue descaradamente cebado con dinero y los medios de comunicación del IBEX, o sea, prácticamente todos. En estos momentos le achican espacio por todos lados, en Catalunya su indignidad se arrastra en las procesiones de Inés Arrimadas por los pueblos con mayoría soberanista haciendo lo que sabe hacer: provocaciones. La indigna provocación a los sentimientos heridos del catalanismo, azuzando la división, es lo que le queda allí a Ciudadanos para justificar su existencia. En Madrid, de un lado Pedro Sánchez le quitó su programa, no hay nada que ofrezca Ciudadanos distinto de Sánchez y por otro lado el PP de Pablo Casado y Cospedal, o sea Aznar, ya es el españolismo más descarado. Albert Rivera va a tener que inventar algo. A lo mejor volver a retratarse en pelota, como hacía hace años.

Pero toda esa actualidad tan fungible sigue siendo la misma vieja política española, una perenne corte de los milagros borbónica, un estaribel de enredos que oculta las realidades profundas. Desde fuera de España es desde donde se puede ver la debilidad social y por lo tanto política de una sociedad y un estado aún encerrado en la cultura incívica y violenta del franquismo y unas estructuras políticas, judiciales, militares, policiales que no son las de un país democrático. Sí, el Reino de España, como Hungría o Polonia, es un Estado que no protege democráticamente una ciudadanía y, en cambio, la encierra y le impide ser libre.

La realidad es que esos millones de catalanes y catalanas no han desaparecido porque se marchase M. Rajoy llegase Sánchez… y cuando se convoquen urnas esa ciudadanía va a votar. Y nada de lo ocurrido después de las cargas contra votantes indefensos, multas, cárceles, exilios y fiscales y jueces actuando fuera de la legalidad internacional ha animado a que cambien de idea. Tendrá que ocurrir algo de gran calado, un cambio profundo para que los catalanes vean al Gobierno como un gobierno amigo o suyo. Que en la Corte crean que ya tienen a los catalanes vencidos y pacificados y crean que pueden seguir con sus apaños demuestra que ni el puente aéreo ni el AVE sirve para enseñar a quien no quiere aprender.

Lo paradójico es que al final M. Rajoy se fue a la playa y Sánchez se quedó quemando las manos con la patata caliente del régimen de la Transición, porque eso es lo que está en crisis. Y ahí está Sánchez protegiendo a los Borbones, al anterior y a éste, tapando las mismas vergüenzas y pecados de una dinastía  incapaz de aprender. Y lo hace por lo evidente, porque este estado es el mismo estado que fundó Franco pero reformado. No sé si Sánchez es un Sansón sosteniendo el templo, sosteniendo un PSOE profundo que no lo quiere y una monarquía corrupta y que acaba de demostrar hace unos meses que gobierna y amenaza a la población civil.

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