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El ombligo de Albert Rivera

Albert Rivera en una imagen de archivo

Montero Glez

El eurocentrismo es noción idealista, condicionada por un complejo romántico que nos lleva a situarnos al centro del mapa, como si fuéramos el ombligo apolillado de un mundo en ruinas.

Denunciar el efecto y alimentar la causa, es algo que vienen haciendo las políticas  conservadoras que, más que conservar, alimentan la destrucción de Europa. Como ejemplo de esto  último, sirva aquí el tuit de Albert Rivera, lanzado al ciberespacio el otro día para conmemorar el aniversario de la caída del nazismo. Visto lo visto, Albert Rivera no comprende, o no quiere comprender, que el régimen nazi es el efecto de una causa mayor, me refiero a las políticas conservadoras que, cuando entran en crisis, sacan la animalidad a pasear.

Llegados aquí, habrá que preguntarle a Albert Rivera qué es para él la libertad, pues todo indica que para él, la libertad no es precisamente el ejercicio de voluntad en su estado óptimo, quiero decir el desarrollo de la misma sin hacer la puñeta al prójimo. El sentido pragmático de la libertad  que se gasta Albert Rivera le lleva a entender la libertad como decisión para convertir al ser humano en mercancía y, de esta manera, ponerle precio por su trabajo. Esa es la materia con la que se construyen los sueños políticos de Albert Rivera. Sin duda alguna, estamos ante  un hombre de Estado que sabe que el Estado sólo ha de existir para pagar la deuda externa y reprimir a quien se oponga a ello.

Lo demás viene de seguido. Porque  una vez absorbido el ser humano por el mercado único y globalizador, son absorbidos sus derechos fundamentales, vivienda, sanidad, educación, así hasta llegar al valor de cambio de la mercancía, el dinero, siendo este el vehículo por el cual un ser humano es reconocido y valorado.  La Europa de Albert Rivera es la misma Europa que respiramos ahora, la que está al centro del mapa y es  devota de los bancos y de sus intereses; la Europa de los telepresidentes que venden todo lo que no es suyo y lo hacen por prestar su servicio a las corporaciones que los han llevado hasta el poder.  

Mientras tanto, mientras el ombligo del mundo se pudre, los que habitamos sus cicatrices vamos sobreviviendo de la única manera posible, haciendo remolinos con las manos para  levantar el aire que nos falta y así poder respirar la libertad que nos roban las políticas que defiende Albert Rivera.

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