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Padre padrone

Maruja Torres

Lo único entretenido de la comparecencia in articulo mortis de Rajoy corrió a cargo de algunos informadores que le reprocharon haber abandonado a la ciudadanía. Después del 9N, y por culpa de su prolongado silencio, dijeron, los ciudadanos no independentistas nos hemos sentido huérfanos.

Me quedé helada y empecé a contar con los dedos las cosas malas que nos han ocurrido desde que la bruja de Hansel y Gretel cuida de nosotros. A medio camino tuve que echar mano de las ídem de la asistenta. Pero, chicos, volved en vosotros, que permanecer tanto tiempo sin derecho a cuestionar os ha sorbido el seso.

Al presidente ese tipo de preguntas se nota que le encantan, porque ve que hay gente que cuenta con él. Estuvo firme en el ademán, como siempre que le toca defender la unidad, ay, de España. Habló con la convicción de un Don Pelayo e incluso se creció con lo de un tercio contra dos tercios y hay más catalanes que independentistas, que repetía como un mantra, pero empezó a balbucear en la fase de galleo –a mí nadie me impone una consulta legal–, que es cuando se le nota mucho que, en vez de un verdadero duelo en O.K. Corral, le está haciendo un boca-a-boca a Artur Mas, en plan somos dos gotas de lluvia que buscan la noche, qué bien, chico, gracias a esto nadie habla de las cosas fraudulentas relacionadas con las sedes de nuestros partidos.

De ahí para adelante don Guido se resquebrajó y se le empezaron a ver las palmatorias alumbrando cada una de sus esquinas. Daba pena verle negando a Alicia Sánchez-Camacho, esa leyenda urbana, escurriendo el bulto, que es lo único que le gusta hacer. Un ratico más y habrían empezado a salirle por las mangas alcaldesas imputadas pertinaces en su favoritismo, mensajes de fuerza dirigidos a reconocidos chorizos del partido, manos en el fuego por amiguitos del alma y, por encima de todo, la desleal manipulación de esta España, la real, que se ha convertido en un mal ejemplo hasta para Polonia, y eso que allí no conocen a Escrutinia Aguirre.

Es corto, que Dios me perdone. Y un mal ejemplo para los niños.

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