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Con el pasado, pelillos a la mar: por una mayoría de gobierno

El candidato a la presidencia del Gobierno, Pedro Sánchez.

Garbiñe Biurrun Mancisidor

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Dice el Diccionario de la RAE que la expresión “pelillos a la mar” manifiesta el deseo de olvido de agravios y el restablecimiento del trato amistoso. Se dice, para explicar su origen, que en la Andalucía del siglo XVII se hacían las paces cortándose algunos pelos y echándolos al aire, como si los agravios se los llevara también el viento y llegaran a la mar. Pues bien, esto y no otra cosa es lo que he visto estos últimos días previos al debate y primera votación de investidura del candidato Sánchez.

Bueno, debiendo matizar, porque “pelillos a la mar”, la verdad, solamente para algunos, para quienes quieren avanzar en muchos terrenos y tienen la sana, decidida y complicada disposición de contribuir a algunos cambios, más o menos (des)interesadamente.

Ciertamente agitados han sido los días previos al debate. Han removido las aguas, hasta el punto de haberse hablado de “golpe de estado” de las derechas a la investidura y ello, particularmente, en relación con las decisiones de la Junta Electoral Central sobre el escaño autonómico de Torra –y, a sus resultas, aunque la JEC parece no pronunciarse sobre ello, sobre su presidencia del Govern de la Generalitat– y sobre el escaño europeo de Junqueras. Algo que, contra lo que algunas voces manifiestan de manera claramente impostada –léase, sin ir más lejos, Lastra dudando de la competencia de la JEC para adoptar estas decisiones– , se esperaba, al menos en cuanto a que estas cuestiones iban a ser abordadas en este órgano.

Varias pruebas palmarias de que no hubo tal sorpresa: de un lado, que la propia JEC ya había convocado su reunión para tratar estos temas; de otro, que ERC convocó su Consell Nacional para el día 2 de enero, esto es, antes de la decisión de la JEC –es de pensar que, por si ocurría lo que ocurrió y para evitar una decisión distinta de su abstención en relación con la investidura– y, finalmente –el dato más relevante– , que el famoso informe de la Abogacía del Estado sobre la inmunidad de Junqueras ya lo anunciaba. Sí, lo anunciaba y hacía algo más: el informe en cuestión ya indicaba, con cita de jurisprudencia del Tribunal Supremo y de diversa normativa, incluido el Reglamento del Parlamento Europeo, que es la JEC la competente para todas las cuestiones relacionadas con la proclamación de candidatos a las elecciones europeas y que Junqueras sigue ostentando las inmunidades correspondientes, hasta que no se produzca por acuerdo de la JEC la declaración de incompatibilidad y la anulación de su mandato.

O sea, que el dichoso informe de la Abogacía del Estado ya se pronunciaba en este sentido, aunque parece que nadie lo haya querido ver ni saber porque, entonces, a lo mejor, el reclamado “gesto del Gobierno” mediante tal informe no habría sido tal a los efectos necesarios de cara a la posición de ERC para la investidura.

En todo caso, no conozco la fundamentación de la resolución de la JEC –no está publicada, desde luego, en su página web hasta este momento–, ni conozco, por tanto, los argumentos favorables y contrarios a la decisión, tan apretados, por otra parte, por lo que no me pronuncio al respecto, salvo en lo antedicho, esto es, en el solamente aparentado “susto” político derivado, que no debió ser nunca tal, y en el cruce de votos “conservadores” y “progresistas” que, por los nombres que se deslizan, ha sido, sin duda, curioso.

Pero no son estos, desde luego, los únicos pelos perdidos, pues hay quien ha echado los suyos a la mar y hay quien se los ha dejado en la gatera, que de muchos modos se puede perder la pelambrera. Cada cual sabrá qué pelos, pelillos o pelazos se arranca y lanza al viento. Cada cual sabrá si le quedan ya pocos cabellos y/o si espera que le vuelvan a crecer o si se queda sin melena definitivamente.

Pero lo cierto es que estos días hemos visto algunas calvas y transformaciones verdaderamente sorprendentes y algunos discursos no esperados hace siquiera dos meses. Pero poco vale ya la pena regodearse en ello –¡y eso que es tan tentador!– pues no nos permite avanzar lo más mínimo y ha habido quien, en un gran ejercicio de responsabilidad, ha preferido perder la cabellera pero ganar el presente –el futuro ya vendrá solo o con más ayuda– . La misma responsabilidad –tampoco nada fácil de sostener– que han demostrado otros que, aunque seguramente lo habrían querido, no han creído ni una sola palabra de lo escuchado estos días en el Congreso, lo que no deja de ser legítimo y realista teniendo en cuenta la historia más reciente y la escasa credibilidad de quienes han mantenido un discurso y su contrario.

Así las cosas, terminada ya la primera votación para la investidura de Sánchez, con el resultado ya conocido e igualado de 166 síes, 165 noes y 18 abstenciones, solo queda esperar que nada ni nadie –salvo, en su caso, el leal compromiso con la ciudadanía el pasado 10 de noviembre, lo que da para una tesis doctoral– tuerza voluntades.

El martes día 7 se votará por segunda vez la investidura de Sánchez y, entonces sí, cada voto afirmativo y cada abstención –todo bien medido y controlado– valdrán un potosí; cada voto servirá para que un nuevo Gobierno comience a andar. Es más que probable –y deseable– que, para cuando aporte mi siguiente colaboración en este medio, ese nuevo Gobierno ya haya tomado algunas medidas de interés y comenzado a ejecutar el programa pactado.

Sea o no sea así, “pelillos a la mar” y la próxima semana hablaremos del Gobierno –o, mejor dicho, de “los otros gobiernos” que han podido también ser previstos en esta investidura, que va, en mi opinión, más allá de la de Sánchez– .

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