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Perdonen que insista: tenemos una vida

Carteles electorales en 2021. Algunos pasan, la sociedad y sus necesidades permanecen.

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La campaña electoral va por los más inmundos derroteros que se preveían. Son dos citas con las urnas en un año y la derecha ve posibilidades de culminar su labor y como dicen “derrocar” al sanchismo, al Gobierno. Observarán que hasta en el uso del lenguaje marcan ideología. Ha sido una legislatura en la que se han prodigado en ello: cercar, echar, expulsar. En sus diferentes cometidos, sectores de la derecha política, mediática, judicial y económica han trabajado a fondo el proyecto. Y ahora asistimos a la traca final para las municipales y autonómicas. Si les sale bien, creen poder llevarse todo el pastel, la Moncloa incluida. La suciedad que desperdigan por el camino es nauseabunda. 

Perdonen que insista: tenemos una vida. Incluso quienes vegetan por ella entorpeciendo con malas yerbas el camino de la sociedad en su conjunto, la tienen. Igual no la valoran en lo que se debe, pero la tienen. Lo que puedo asegurarles es que la inmensa mayoría de este pueblo no se merece este espectáculo degradante que ofrece esa derecha en su ansia de poder a toda costa.

El PP presenta un espot electoral criticando a la izquierda que les molesta sin otra propuesta que volver a donde les gusta a ellos. Sin especificar cuántas trampas y corrupciones incluyen. ¿Eso es un programa? Compiten así en la idea del retorno al pasado con Vox, con su pueril y simplista concepto de patria que caracteriza a la ultraderecha internacional.

Del centro izquierda, no entiendo qué es votar lo que piensas fuera de la obviedad de la frase, y echo en falta espots de la izquierda que no ha sido autorizada por el sistema a participar en esa campaña de promoción. Si hay más, no se ven masivamente. En Madrid, cada dos farolas asalta la sonrisa de Ayuso.

Sí sé que los resultados conseguidos por el gobierno progresista de coalición son especialmente buenos para el periodo tan duro que les ha tocado vivir. Con la pandemia, la guerra que implica recortes y aumento de la inflación y la oposición política más brutal y embarrada que puede tener un gobierno en un país democrático. Esa derecha poliédrica ha conseguido que parte de la sociedad crea vivir en una catástrofe. Queda mucho por hacer, desde luego, y se va haciendo quizás con más lentitud de la deseable, pero es todo lo que no quiere esa derecha. La España social que rechaza su “patriotismo”, y la España que les gusta. Echen una ojeada a lo que el PP de Madrid, Andalucía o Castilla León han hecho con su parcela de poder y verán el expolio de lo público, de lo nuestro, practicado en el mismo tiempo. Si la prensa y las radios y las teles con sus reinas de mañana y tarde, y las tertulias de la manipulación, les permiten un agujero de luz para pensarlo racionalmente.

Es una derecha que se ha volcado en volver a usar todo, desde los bulos y manipulaciones a la sangre de las víctimas del terrorismo; ése que un gobierno socialista, presidido por José Luis Rodríguez Zapatero, logró llevar al fin de la lucha armada que tanto dolor causó. Con la oposición férrea del PP de Rajoy, que le montó hasta varias manifestaciones.

No dejamos de aportar razonamientos, insisto en este articulo de Ignacio Escolar, pero les da igual. Añadan lo que hoy contaban también Luis Maraña y Benjamín Prado y vean el cuajo del personal, púlpitos radiofónicos de la mañana incluidos.

Los siete candidatos de EH Bildu con delitos de sangre y pasado en ETA han renunciado a ser concejales. Solo el fascismo español posee absoluta bula y derecho a sentar cátedra cuando le place. Duro país este nuestro.

Cada cual ha de ser responsable de la basura que deja entrar en su cerebro y de la que expande a la sociedad en la que vive y, si lo que se está vertiendo en esta campaña en trazos gruesos es tremendo, lo que personalmente me resulta insufrible en particular es la cantidad de memeces (con hedor a peste parda) que sueltan numerosos candidatos con Feijóo y Ayuso en el podio. Evitaré hoy publicitar las paridas más relevantes de ambos en su producción diaria. Porque la idea básica es la que les decía…  Perdonen que insista: tenemos una vida. Y no es ni por lo más remoto la que ocupa los mensajes mayoritarios para ganar el poder. La frivolidad y sinrazón con la que irrumpen en nuestro ámbito molesta y llega a irritar porque es uno de sus cometidos.

Yo aconsejaría a algunos candidatos de quienes se caracterizan por su nula empatía que pasaran unos cuantos días y noches en un hospital, por ejemplo. Viendo las carreras de todo el personal sanitario implicado cada vez que surge una emergencia. Que entraran con su bata y gorro protector e igualitario en una UCI, sin fotógrafos, ni cámaras. Y vieran salir a la joven esposa que acaba de perder al marido y a los niños que se han quedado sin padre. Pero también a esos profesionales de la medicina que consiguen salvar realmente vidas, con una dedicación que no se paga con dinero. No se merecen a ciertos gestores políticos.

Los votantes cegados por la irracionalidad y el odio inducido deberían presenciarlo también. Y ver rasgos de generosidad del tamaño de uno al que asistí involuntariamente la semana pasada. A un joven se le dijo que podría necesitar un trasplante de ambos pulmones. En 10 minutos había recibido la oferta que le salvaría: uno de su hermano y otro de su cuñada. La emoción por ese gesto me hizo olvidar por un momento la escoria que flota en la superficie de este país. No nos la merecemos. Y no nos representa a todos.

Y resulta que hay muchas más personas haciendo trabajos en favor de otros, desde lo más elemental y necesario a intentar cambiar el mundo a riesgo de su propia integridad, en silencio. Tampoco se merecen a esa chusma que vocifera como si este país fuera suyo e hicieran de verdad algo más por él que exprimirlo en su provecho.

Como dice Luis García Montero, algunos “llevamos dentro un colegio, un pasillo de hospital, la naranja de un desayuno, una residencia de ancianos…, cosas que resisten bien las miradas de ojos dilatados y vacía por dentro.”

Y diré más: muchos llevamos dentro el deseo posible -créanlo, fuércenlo-  de una España limpia, honesta y próspera que erradique las telarañas de décadas, que se abra al bienestar de la mayoría, que coopere entre sí, que tenga la razón, la fuerza y la coherencia de aventar a la estratosfera a los mentirosos, manipuladores y aprovechados que siguen haciendo de este país un cortijo para su uso personal a costa de todos, con la ayuda de sus cómplices y en particular de los necios que les creen. Tenemos una vida, una sola, y a veces se pierde o se malogra por las políticas de los recortes y fomento de la desigualdad, por hacer de la salud un negocio para el lucro ajeno, no por las peregrinas ideas que imbuyen precisamente sus autores, masters cum laude en mentiras, trampas, fraudes y chanchullos.

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