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Opinión - 'Un español cuenta algo muy sorprendente', por Isaac Rosa

¡Otro maldito artículo sobre el pin parental!

Cortadas 40 carreteras y 28 con cadenas por nieve en la Comunitat Valenciana

Isaac Rosa

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Tenía pensado escribir hoy sobre la espectacularización mediática de la información meteorológica, y esa práctica cada vez más extendida de convertir al pacífico reportero televisivo en un corresponsal de guerra bajo la nieve y la lluvia, con la inundación por la cintura, azotado por el viento y las olas, con la barba escarchada y el micrófono tiritando, mientras desde el estudio el presentador repite muchas veces “terrorífico”, “apocalíptico”, “histórico”, “dantesco”, y ofrece en bucle las mismas imágenes de destrozos y charcos.

Pensaba escribir sobre esa deriva cutre del periodismo cada vez que asoma borrasca, pero me he dicho: “eh, Isaac, a ver si vas a ser el único articulista de España que no escribe sobre el pin parental ese”. Y dicho y hecho, con ustedes ¡otro maldito artículo sobre el pin parental!

Voy a escribir del pin parental, pero no tengo claro qué. No sé si mostrar mi rechazo absoluto, o aprovecharlo para defender con ardor la educación pública. Quizás sería más útil dedicar mi artículo a demostrar con datos que no responde a ninguna realidad social, o mejor aún: a desmentir bulos que circulan estos días. Claro que también me sirve para comentar tal o cual declaración de políticos, o mostrar cómo el PP hace suya la agenda ultra y utiliza a Vox para implantar su… ¿y si mejor bromeo un rato sobre el pin parental, que da para mucho chiste de fachas? Poca broma con el tema: hagamos memoria y recordemos la educación nacionalcatólica. No sé, quizás escriba sobre el pin parental y las guerras culturales, el pin parental y la izquierda, el pin parental como metáfora de no sé qué, el pin parental como cortina de humo, el pin parental como estrategia de polarización que beneficia al gobierno, o incluso de si deberíamos decir mejor “veto parental”, o hasta crear nuestro propio pin para otros asuntos.

Tengo el día tonto, y quizás acabe escribiendo de cómo nos la han vuelto a colar; cómo una y otra vez nos juramentamos para no morder los anzuelos del fascismo ni dar altavoz a su descaradísima estrategia de dog-whistle; y sin remedio una y otra vez nos tragamos hasta el esófago el anzuelo más burdo (yo el primero) y les regalamos otra semana de prime-time para sus bocinazos (nada de sutiles silbatos de perro) que por supuesto llegan a sus destinatarios. Me da pereza, pero podría dedicar este artículo a recordar el decálogo de cómo responder al fascismo sin hacerle el juego, y recomendar los mismos libros y artículos de siempre sobre el tema; los mismos decálogos, libros y artículos que olvidaremos en la próxima batallita que nos planten.

No se crean, no es fácil escribir otro artículo sobre el pin parental tras leer en los últimos seis días no menos de ciento veinte columnas de prensa (calculo a bulto y solo mirando medios de ámbito estatal, serán muchas más), además de noticias, reportajes y análisis, y decenas de horas de radio y televisión sobre un tema que ha monopolizado tertulias, entrevistas, ruedas de prensa y consejos de ministros. Hasta un cuento he visto por ahí sobre el tema.

Ah, e incontables horas de conversación callejera, claro, porque no teníamos otra cosa de qué hablar en el ascensor o en la pausa de café. Menos mal que ha llegado la borrasca para darnos tema de conversación, y en realidad yo quería hablar de eso: de la borrasca, y de los medios que convierten el pin parental en show con sus periodistas enterrados en la nieve, sus amenazantes hombres del tiempo, sus irresistibles infografías, sus vídeos en bucle, sus ¡última hora! y su regodeo tremendista a la busca de audiencia, espectadores, lectores, clickbait, visitas, publicidad. ¿He dicho pin parental? Perdón, quería decir borrasca, aunque igual es uno de esos lapsus reveladores, y tal vez son los mismos medios (y con los mismos espectadores facciones, nosotros) que dan carrete sin fin lo mismo a la borrasca que al pin parental, lo mismo a los menores no acompañados que al derbi liguero, lo mismo a una sesión de investidura que al último meme.

Que no digo que sean los únicos, ni siquiera los principales responsables; pero convendrán conmigo que con estos medios y con estos espectadores (nosotros, sí), no parece fácil ni abordar la emergencia climática en la que ya estamos, ni dar respuesta a la barra libre de la ultraderecha. Y hay que hacerlo.

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