A propósito de Trump, no debiera de haber tanta sorpresa
El acceso de Donald Trump a la presidencia de los EEUU está produciendo tal cantidad de análisis y pronósticos sobre el contenido de su política y sobre el alcance y resultado de la misma que, por su misma abundancia y por el elevado contenido especulativo de los mimos, no hacen sino crear más incertidumbre sobre el futuro inmediato de la economía mundial y de su institucionalidad económica.
Ciertamente, sus decisiones suspendiendo las negociaciones con la Unión Europea que debieran de haber conducido a la firma del Tratado Transatlántico de Comercio e Inversiones (TTIP, por sus siglas en inglés), la retirada del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TTP), su anunciado interés en revisar el Acuerdo de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), especialmente con su socio mejicano, y las advertencias a China y a los países europeos sobre la posibilidad de modificación unilateral de las condiciones de acceso al mercado estadounidense de los productos exportados desde estas economías, no hacen sino confirmar los peores augurios. Por otro lado, el hecho de que las decisiones se tomen de manera unilateral, en escenografías demodés y comunicadas por medios poco habituales, no hace sino provocar incredulidad acompañada de temor ante lo que está sucediendo.
¿Realmente Trump actúa de manera tan improvisada como aparenta? Sinceramente creo que no.
Cada cuatro años, el National Intelligence Council (NIC), ligado al Office of the Director of National Intelligence de los EE.UU. publica, desde 1996, su informe Global Trends en el que analiza las tendencias de la economía, la política, la demografía o la tecnología y propone razonadamente escenarios geopolíticos alternativos de cara el futuro. Pues bien, en el documento Global Trends 2030: Alternative Worlds, publicado en 2012, en plena crisis económica, el NIC propuso cuatro escenarios en el horizonte de 2030 hacia los que las diversas salidas a la crisis podrían conducir: 1. “Parada de máquinas” (Stalled Engines), 2. “Fusión” (Fusion); “3. Desigualdad incontenible” (Gini: Out of the Bottle), y; 4. “Mundo no estatal” (Nonestate World).
De forma muy abreviada, y comenzando por el último, un “Mundo no estatal” se concibe como aquel en el que la capacidad de las nuevas tecnologías ofrecen la posibilidad de que sean actores no estatales quienes asuman la responsabilidad de conducir y superar los potenciales conflictos mundiales. En el escenario “Desigualdad incontenible”, sin embargo, se apunta a una situación en el que se desbordan los problemas derivados de la desigualdad, se agudicen las diferencias entre ganadores y perdedores de la globalización y, en este escenario, los EEUU abandona su papel de policía del mundo; los riesgos de conflictividad se incrementan.
No es este el caso del escenario bautizado con el escueto título de “Fusión” ya que en éste las dos potencias mundiales identificadas para 2030, es decir, China y los propios EEUU trabajarían conjuntamente para resolver los problemas de la humanidad. Para los autores del Informe éste sería el mejor de los escenarios. Por el contrario, el peor sería el primero de los ofrecidos: “Parada de máquinas”. En él, la dinámica globalizadora se para y los EE.UU. miran hacia su interior, se desentienden de los problemas internacionales y el resultado no sería otro que el aumento de los conflictos internacionales.
Como es frecuente en informes de este tipo, el NIC, en su último informe, no mantiene estos escenarios y, así, en Global Trends: Paradox of Progress plantes tres, con denominaciones muy clarificadoras: Islas; Órbitas, y; Comunidades.
Un mundo organizado en “Islas” sería la respuesta nacional /estatal a los retos colectivos de manera individual, sin cooperación internacional, adoptando soluciones nacionales y proteccionistas tratando de aprovechar las oportunidades de y para cada uno.
Por su lado, las “Órbitas” se formarían a partir de la consolidación de áreas de influencia en torno a las grandes potencias. La competencia entre las órbitas (o mejor dicho, entre las potencias que las articulan) incorporaría un elevado riesgo de conflictividad en la relaciones internacionales. No contempla la posibilidad de cooperación planteado en el escenario de “Fusión” anterior. (O, ¿se ha querido cambiar China por Rusia?).
Finalmente, la creación de “Comunidades” exige la superación de los problemas de la gobernanza global, dando cabida a instituciones diversas, gobiernos locales e incluso a agentes y asociaciones privados, aprovechando las facilidades de las nuevas tecnologías.
En este último informe, la desaparece la “Desigualdad incontenible” como escenario probable, así como el de “Fusión” en los términos expuestos, pudiéndose interpretar el de “Comunidades” como próximo al “Mundo no estatal”. No obstante, los retos del primero de los informes referidos (mejora de las capacidades individuales en la globalización, la difusión del poder global, aparición de nuevos poderes a partir del empleo de la tecnología, las tensiones demográficas y los problemas en torno al medio ambiente y el empleo de recursos como agua o energía) se mantienen en el segundo informe. Lo que ha cambiado para el NIC, entre otras cosas, ha sido la aceleración de los problemas pendientes: desde los nuevos conflictos (terrorismo) y sus formas (ciberataques), o la acentuación de cambio climático, a los movimientos migratorios o la competencia por empleos bien remunerados.
También se han enquistado algunos problemas nacionales, en muchos casos como consecuencia de los moderados ritmos de crecimiento económico alcanzado y de su desigual distribución, con consecuencias políticas como el distanciamiento entre las élites dirigentes y los electores, agravado en un momento en el que la emergencia de clases medias en muchas economías en desarrollo auguraba un escenario de menor conflictividad. El nacionalismo y la religión fortalecen su atractivo en este nuevo contexto, haciendo más probables los conflictos, máxime ante la inadecuación de la institucionalidad internacional ante estos nuevos problemas.
Pues bien, visto la anterior, no debe de sorprender que determinados sectores sociales, económicos, religiosos o grupos políticos hayan trabajado por crear las condiciones que hicieran real el escenario que han interpretado como más favorable a sus intereses. ¿Cuál es este? Pues el que conecta el escenario de “Parada de máquinas”, del Informe de 2012, con el de “Islas”, de 2017. Vuelta a un cierto nacionalismo económico, valoración de las capacidades propias y desdén por los problemas de los demás, salvo que afecten directamente a los intereses nacionales.
No se puede culpabilizar a las sociedades que ha optado pero esta vía, sino a quienes teniendo la responsabilidad de construir un mundo diferente -otros escenarios- la han esquivado. Un buen ejemplo, lo ofrece la Comisión Europea.
Como es sabido, en vísperas del inicio del Brexit, y sin que la intencionalidad estuviera clara, el Presidente de la Comisión, Sr. Junker, presentó ante el Parlamento Europeo, el 1 de marzo, el “Libro Blanco sobre el futuro de Europa”. En éste, se plantean cinco escenarios: 1. Seguir igual; 2. Solo mercado único; 3. Los que desean hacer más, hacen más; 4. Hacer menos pero de forma más eficiente, y; 5. Hacer mucho más conjuntamente.
La propuesta sorprende por su falta de ambición y, además, porque está alejada de la dinámica global, salvo en apelaciones a la defensa y seguridad común, muy presentes en el documento. Si se desea ser un actor global, hay que enmarcar las propuestas dentro de esa dinámica.
La intencionalidad se aclaró una semana después, justificó la decisión de los “cuatro” (Alemania, Francia, Italia y España) de avanzar por el tercero de los escenarios, avalando la cooperación reforzada como instrumento de profundización de la integración europea. Hay que recordar que la cooperación reforzada ya está incorporada en la Unión Europea desde el Tratado de Maastricht (1992) que incluyó diversas opciones frente a la unión monetaria y habrá quien apunte más atrás, al Acta Única (1986) y la exención al Reino Unido de sus contenidos sociales, ahora se quiere incorporar como método comunitario, rompiendo con la trayectoria seguida desde 1951 (Tratado de París, antecedente del de Roma de 1957) hasta hoy. Ahora, cínicamente, se ha abierto un debate, alterando el orden lógico de los procedimientos, si la decisión ya está tomada ¿para qué? Y aún más, ¿por qué se presentó en el Parlamento Europeo?
Se debe, por tanto, reflexionar sobre si el triunfo de Trump –y podría decirse del Brexit y del riesgo de gobiernos de extrema derecha en países de la UE– no es tanto resultado de decisiones de los electores como consecuencia de la falta de decisiones y de ambición de los responsables de conducir los asuntos generales, desde los organismos internacionales, hasta los gobiernos nacionales. O es simple falta de omisión: no leen.
Economistas sin Fronteras no se identifica necesariamente con la opinión del autor.