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Vendiendo frigoríficos en Groenlandia

Rubalcaba en el Congreso junto a Elena Valenciano, Valeriano Gómez y Soraya Rodríguez. Foto: Efe

Iñigo Sáenz de Ugarte

No ocurre todos los días que el número dos de un partido corrige al número uno pocas horas después. Esa es ahora la imagen de marca del PSOE en relación al Estado autonómico y el desafío planteado por el éxito de la movilización independentista en Cataluña. Todo es proponer, plantear, modular, matizar, trazar un horizonte...

El principal partido de la oposición no sabe qué hacer en el tema político más importante después de la crisis económica. Eso no le impide hacer todo tipo de declaraciones públicas.

Veamos. Rubalcaba dijo a primera hora de la mañana del lunes que el PSOE está a favor de plantear el Estado federal como objetivo, sin que deba ser un obstáculo la necesaria reforma constitucional exigida por ese cambio:

“Los socialistas estamos dispuestos a ponernos de acuerdo en un modelo que avance en el Estado autonómico en dirección federal y luego ver si eso encaja en la Constitución. Si no encaja, pues habrá que cambiar la Constitución porque no es inmutable, lo que debería ser inmutable es el consenso constitucional”.

Es decir, primero se elabora un “modelo” y luego se encajan las piezas en la Constitución. Si saltan por los aires, ¿se cambia el modelo o la Constitución? Lo segundo. ¿Pero en ese caso no sería más lógico comenzar a negociar un nuevo texto constitucional o al menos intentarlo?

¿Y qué significa “avanzar en el Estado autonómico en dirección federal”? ¿Cuántas estaciones intermedias hay entre la situación actual y el Estado federal? La falta de concreción alimenta la sospecha de que nadie sabe qué significa avanzar. ¿Más competencias fiscales para las CCAA? Si la coordinación entre autonomías falla en un sistema semifederal, ¿qué hace pensar que sería mejor en un Estado federal?

Antes de que diera tiempo a especular con las respuestas, Elena Valenciano compareció en la rueda de prensa de los lunes unas horas después de la entrevista de Rubalcaba. Si alguien creía haber encontrado el titular, estaba muy equivocado. “No estamos pidiendo una reforma de la Constitución”, dijo Valenciano. Lo de “habrá que cambiar la Constitución” que había comentado Rubalcaba debía de tratarse de un giro coloquial. O un futurible sin mayor importancia.

Atrapados entre el Gobierno central y el catalán, los socialistas no quieren formar parte de ninguno de los dos bandos, pero su problema es que una parte del partido está cerca del primer bando y otra parte –básicamente, un significativo sector del PSC– no está muy lejos del segundo.

Dejando de lado la obviedad de que el PSOE puede criticar las posiciones de otros partidos, sus dirigentes y votantes tendrán aún más interés en saber cuál es la suya. Si el debate en Cataluña termina siendo 'independencia sí, independencia no', el PSOE no podrá decir que no participa en el juego.

¿No puede? Parece que sí. “Si la opción es independencia sí e independencia no, nosotros no vamos a estar en ninguna de las dos opciones”, dijo ayer Valenciano. No una vez, sino dos veces.

En política, las opciones claras y rotundas –no necesariamente las más radicales– son las que suelen llevar la iniciativa. Siempre queda muy elegante decir que las cosas no son blancas o negras, que hay toda una gama de grises ahí fuera. No sólo resulta elegante. Es cierto. Pero el PSOE no puede salir corriendo ante este dilema. Si existe el derecho a decidir, del que tanto se habla ahora, los partidos tienen el deber de decidir, de dejar clara su posición.

No tiene por qué hacer de baluarte de la derecha española o de la derecha catalana. Pero su “tercera vía” –así lo ha llamado una dirigente del PSC– necesita plasmarse en una alternativa concreta. Resulta complicado vender frigoríficos en Groenlandia. Pasa lo mismo con una propuesta reformista que nadie sabe en qué consiste, que podría o no ocasionar una reforma constitucional y que es poco ambiciosa para el PSC o demasiado arriesgada para otros dirigentes socialistas.

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