Pura estrategia
No podía proclamar hoy la independencia. Puigdemont sabe desde el 1 de octubre que el mundo nos está mirando e, igual que buscó la foto de la policía española impidiendo el voto de las ancianitas catalanas, la de mañana no podía ser la de un chalado megalómano rodeado de radicales aclamándole. El Gobierno español se equivocó regalándole la foto de las portadas de la prensa internacional y esta vez no lo iba a volver a hacer tan mal. Por eso la jugada del Gobierno de Catalunya era ganar tiempo y obligar la jugada siguiente al Gobierno español. Pura estrategia.
Cuando todo el mundo esperaba que el presidente de Catalunya proclamase abiertamente y de forma insumisa la nueva República independiente, ha empleado una fórmula inesperada por la cual proclama la independencia pero la suspende para poder dialogar con el Gobierno español.
La jugada de ajedrez consiste en mover una ficha para obligar al jugador de enfrente a mover la ficha que el primer jugador espera. Es decir, Puigdemont deja en manos del Gobierno español las propuestas a Catalunya para evitar la independencia. En definitiva, un movimiento estratégico que no es exactamente una marcha atrás pero que deja con una difícil posición al Gobierno de España que no tiene sobre la mesa una real y auténtica declaración de independencia. El Gobierno catalán obliga a actuar ahora al Gobierno pero le obstaculiza las medidas más drásticas que podría haber tomado. Los fieles del españolismo legalista, entre los que me encuentro, nos quedamos con las leyes y la Constitución en la mano sin saber dónde mirar.
El precio que tiene que pagar es la desilusión de sus fieles enardecidos y hoy entre abatidos y enfadados. No es mucho. A cambio toma las riendas de la negociación y evita el paso que todo el mundo pedía: la inhabilitación y la ejecución del artículo 155. Espero que el Gobierno de Rajoy sepa jugar al ajedrez porque esto es ya una partida en la que el aparente jaque mate del Ibex 35 solo ha ralentizado el proceso a costa de unos cuantos brazos caídos.