Queremos un Gobierno Frankenstein para una España Frankenstein
Recortes de la prensa dos días después de las elecciones: “Bloqueo o Frankenstein”. “Llega Frankenstein II”. “La resurrección de un Frankenstein más tenebroso que nunca, con sede en Waterloo”. “Frankenstein con permiso de Puigdemont”. “Frankenstein vive, la lucha sigue”. “Comparado con el próximo gobierno, Frankenstein era un muñeco de trapo”. “De Frankenstein a Sanchestein”.
Uno esperaría que tras el pinchazo del domingo la derecha política y mediática metería en el cajón el repertorio fallido, pero ahí siguen con la matraca del Frankenstein. Para desactivarlo de una vez por todas, podemos hacer dos cosas: a) conseguir que se lean la novela de Mary Shelley, a ver si la entienden y dejan de usarlo en sentido peyorativo; b) apropiarnos del término y resignificarlo, como hizo el PSOE en campaña con el insultante “Perro Sanxe”, reivindicado con humor y hasta con orgullo. Como lo segundo es más fácil, probemos a decir bien alto que queremos un gobierno Frankenstein, más Frankenstein todavía, ¡viva Frankenstein!
Yo hago mi aportación en forma de manifiesto, que dejo aquí para quien quiera firmarlo:
Por un gobierno Frankenstein para una España Frankenstein
Las abajo firmantes, ciudadanas y ciudadanos de diversas ideologías, clases, territorios, intereses y prioridades, hacemos un llamamiento a los partidos con representación parlamentaria para que acuerden un nuevo gobierno Frankenstein, un Frankenstein II, el mayor Frankenstein de la historia. Ya sea formando parte del gobierno o apoyando puntualmente, ahí caben socialistas, comunistas, verdes, izquierdas varias, nacionalistas, independentistas, vascos, gallegos, catalanes y todo el que quiera aportar una pierna, una mano o una oreja a este gran Frankenstein que vamos a coser.
Queremos un gobierno Frankenstein que se parezca a un país Frankenstein como España, donde conviven distintas opciones políticas, distintos proyectos territoriales, distintos programas económicos, distintas sensibilidades sociales; a veces incluso contrapuestas, enfrentadas, irreconciliables. Un país con conflicto, sí, frente al idealizado país del consenso en el que creímos vivir un día y que simplemente evitaba el conflicto por la vía de negarlo, invisibilizarlo o aplastarlo. Un país con las costuras siempre a punto de saltar, y que exige un trabajo permanente de remendar, hilar fino, cortar y confeccionar.
La España en la que vivimos la mayoría se parece más a ese Parlamento fragmentado y de difíciles acuerdos que a los viejos rodillos de las mayorías absolutas, pactos de Estado y grandes coaliciones con las que sueñan algunos todavía. Un Parlamento ingobernable, claro, como ingobernables se han vuelto nuestras vidas. Si insisten en llamar inestabilidad a la labor legislativa de los últimos cuatro años, las muchas leyes aprobadas, los avances sociales conseguidos en circunstancias adversas, en ese caso queremos más inestabilidad, mucha más inestabilidad.
Tenemos además la tranquilidad de que el próximo gobierno será mucho más Frankenstein desde el momento en que sus propios integrantes y apoyos son a su vez pequeños Frankensteins: lo es el PSOE, siempre con varias almas en su seno; lo es más todavía Sumar, cosido con trozos de una quincena de partidos; y lo son otros partidos como EH Bildu, formado a su vez por varias formaciones heterogéneas; e incluso Junts, siempre sometido a tensiones internas.
Deseamos un gobierno Frankenstein, porque además la alternativa es la visión homogénea, unitaria, cerril y madrileñocéntrica que proponen PP y Vox, dispuestos a gobernar el país prescindiendo de su pluralidad, imponiendo su agenda monolítica, y siendo irrelevantes políticamente en Euskadi y Cataluña. Por muy problemático (y lo va a ser, no nos engañamos) que resulte un acuerdo de investidura y una posterior negociación de cada ley con tantos y tan distintos partidos, por muy lento que sea su trabajo y por muchas contradicciones que provoque, siempre podría ser peor una repetición electoral que reavive a la derecha y la ultraderecha. Recordemos la máxima que aprendimos precisamente en “El jovencito Frankenstein”: “Podría ser peor”. “¿Cómo?” “Podría llover”.
¡Viva Frankenstein, viva el gobierno Frankenstein II!
128