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Si se quiere la paz en Siria...

Refugiados sirios (Efe)

Olga Rodríguez

Oriente Medio es un escenario complejo y marcado por múltiples circunstancias, de las que destacan dos: La existencia de grandes cantidades de petróleo y gas y la influencia de un Estado, Israel, que aplica aún el colonialismo en los territorios ocupados palestinos. Esto marca profundamente la política regional e internacional sobre la región, y la cuestión siria no escapa de ello.

Israel es, de momento, el único país de la zona que posee la bomba nuclear -obtenida gracias a la ayuda de Francia y EEUU- y que no ha firmado el Tratado de No Proliferación Nuclear. En pleno siglo XXI la potencia armamentística de una nación condiciona notablemente los equilibrios regionales y los repartos de poder. La capacidad disuasiva del armamento nuclear israelí es concebida por Tel Aviv como un modo de evitar ataques contra su territorio por países vecinos que ven una amenaza para sí mismos en las políticas de ocupación ilegal de Israel.

Desde hace algún tiempo otra potencia regional, Irán, desarrolla un programa nuclear que, si se completara con fines militares y no solo pacíficos, representaría un claro contrapeso al poder israelí. Por mucho que nos hiera hablar de geopolítica, la diplomacia funciona así y todos estos datos se mencionan sin pudor cuando presidentes, ministros y generales, sentados frente a un mapa, debaten sobre las ventajas e inconvenientes de impulsar un ataque contra un país determinado.

Paradójicamente, en el lenguaje militar tener armamento nuclear significa contar con un argumento de peso para que no te ataquen. Por eso EEUU invadió y ocupó Irak: Sadam Hussein no tenía armas de destrucción masiva. Si las hubiera tenido, quizá la Administración Bush hubiera desistido y desde luego antes habría indagado seriamente en la vía negociadora.

Hay una cuestión que lleva tiempo posponiéndose pero que tendrá que ser abordada tarde o temprano por Estados Unidos y sus aliados occidentales, y es la que concierne al programa nuclear iraní. A pesar de que Israel desearía una guerra abierta con Irán, para deshacerse de un contrapeso que se opone claramente a la ocupación de los territorios palestinos, la razón indica que tarde o temprano se tendría que apostar por la vía diplomática. Es decir, que EEUU e incluso Israel deberían sentarse frente a frente con los iraníes para negociar. Y de esto también va la cuestión siria.

Siria

Lo que ha ocurrido estos días es que se ha negociado una salida para la cuestión de las armas químicas en Siria.

Ahora hay diversos caminos que pueden ser abordados. El deseable es el de la paz: Que se dispongan de todas las herramientas posibles para forzar a una conferencia de paz -Ginebra II- encabezada por Estados Unidos y Rusia y que en ella se acuerde que todos los países implicados dejen de suministrar armamento al régimen de Bashar El Assad y a los grupos llamados “rebeldes”, para forzar una tregua. Las treguas, aunque después se rompan, salvan vidas. Y salvar vidas es uno de los objetivos principales de la paz.

Este camino, de aprovecharse, podría desembocar en un pacto de no agresión y en más conversaciones para obligar a Siria a firmar la Convención de control de armas químicas y a Israel a ratificarla. Las negociaciones, de aprovecharse, conducirían a un mesa de negociación con Irán -aliado de Siria- para abordar la cuestión del programa nuclear iraní.

Pero lamentablemente la paz no es el único de los escenarios que se manejan. Hay otros:

1- Seguir un guión similar al escrito antes para Irak en 2003. Es decir, un baile diplomático cuyo desenlace sería un ataque que no se limitaría a misiles crucero, sino que tendría como objetivo derrocar a Bashar el Assad y poner en su lugar a alguien de confianza para la llamada comunidad internacional occidental e Israel. Para ello Washington tendría que contar con tropas en el terreno, de la OTAN o grupos locales entrenados.

2.- Que EEUU termine involucrándose directamente con su propio ejército con la finalidad de enviar un mensaje a Al Assad, pero sin tumbar al régimen. En este caso se estaría apostando por la estrategia mantenida hasta ahora por la comunidad internacional occidental: la de la guerra del desgaste, que debilita a los bandos implicados pero mantiene el statu quo.

Tanto el punto 1 como el 2 podrían desembocar en una guerra de mayor envergadura, con la implicación de varios países, o con acciones contra intereses occidentales, como las tropas bajo mandato de la ONU en Líbano, vecino de Siria y entre las que hay casi 600 soldados españoles.

Como ha recordado el International Crisis Group, el objetivo debe ser la búsqueda de un acuerdo político, la búsqueda del fin de la guerra, porque la persistencia del conflicto “incita de manera inevitable la escalada de la violencia, la inestabilidad regional y la implicación internacional”.

“La única salida es política. Esto requiere de concesiones de largo alcance y una reducción de las demandas de todas las partes. (...) La crisis siria presenta una oportunidad importante para probar si Estados Unidos y la República Islámica de Irán pueden trabajar juntos en asuntos regionales para restaurar la estabilidad”, indica el International Crisis Group (aquí enlace).

Los Altos del Golán sirios

Otro de los factores que hay que tener en cuenta a la hora de analizar el puzzle regional, es la situación de los Altos del Golán sirios, ocupados por Israel de forma ilegal desde 1967 y anexionados en 1981. Israel y Siria comparten frontera y por tanto el futuro de Siria incumbe y mucho a Tel Aviv. Una Siria dividida y debilitada no tendría pulso suficiente para reinvindicar la devolución de los Altos del Golán.

Pero Israel necesita asegurarse de que Damasco no caerá en manos de grupos radicales o enemigos. Y aquí es donde entra en juego el papel del grupo de resistencia palestina Hamás y su relación con Siria.

Cambio de alianzas

Las revueltas árabes que estallaron en 2011 han modificado las alianzas regionales y el escenario sirio no es una excepción. Hasta entonces la organización de resistencia palestina Hamás pertenecía al eje Irán-Siria-Hezbolá. En 2007 el ministro sirio de Información, Mohsen Bilal, lo expresaba así en una entrevista que le hice Damasco: “En este país es bienvenido Hamás, bienvenido Hezbolá y bienvenida la resistencia iraquí. Apoyamos a los que luchan por la libertad de su país y contra la ocupación extranjera”.

Pero tras el estallido de las protestas en Siria en 2011 Hamás optó por alejarse de Siria. Abandonó Damasco, donde tenía su sede internacional, y se instaló temporalmente en Qatar, aceptando una invitación del emir. Qatar rompió una lanza en favor de la organización palestina y apoyó desde el inicio a los rebeldes sirios, a los que ha proporcionado ayuda financiera y militar.

En febrero de 2012 el líder de Hamás, Ismail Haniya, formalizó la ruptura con estas palabras, en un discurso pronunciado desde El Cairo:

“Desde la tierra de Egipto, saludo a todos los pueblos de la primavera árabe y en especial al heroico pueblo sirio en sus aspiraciones de libertad, democracia y justicia”.

La sola posibilidad de que Hamás pudiera tener buenas relaciones con algunos grupos rebeldes sirios, a los que les une su oposición al régimen de Bashar Al Assad y su amistad con Qatar, puede ser sin duda motivo de preocupación para Israel, que preferiría la prolongación de la guerra siria para mayor desgaste de los bandos implicados o una intervención que tuviera como objetivo tumbar el régimen de Al Assad siempre y cuando se pudiera garantizar un gobierno sustituto dispuesto a preservar el statu quo y la 'estabilidad' con Israel.

La complejidad de la zona

La composición de los llamados rebeldes sirios es muy heterogénea. Lo que empezó como una revuelta de carácter civil derivó en una reacción armada y en una guerra cada vez más compleja en la que enseguida intervinieron actores regionales e internacionales: Rusia e Irán armando al Ejército sirio, Qatar, Arabia Saudí, Turquía Francia, Reino Unido y EEUU entre otros apoyando a algunos grupos “rebeldes”, entre ellos yihadistas.

Posteriormente el grupo libanés Hezbolá se sumó a la batalla en el terreno -a favor de Assad-, así como diversos grupos yihadistas y extremistas extranjeros -iraquíes, libios o incluso chechenos- que luchan contra el gobierno, que en algunos casos reciben financiación directa de Arabia Saudí y que este año ya han librado enfrentamientos a su vez contra algunos grupos opositores del régimen.

Retratar la compleja realidad siria de una forma simplista, cayendo en descripciones maniqueas, puede ofrecer una imagen distorsionada de la realidad. Habría que escribir páginas y páginas para indagar en la naturaleza de toda una región, marcada por la pobreza, las intervenciones extranjeras, el colonialismo, la explotación de materias primas por extranjeros, los procesos de independencia supervisados en muchos casos por las antiguas metropolis, y un sinfín de gobiernos dictatoriales aliados de Europa y EEUU.

Cuando la gente no tiene nada que perder...

Episodios tan dramáticos como la invasión de Irak en 2003 introdujeron más armas, más dolor e impotencia en una región ya de por sí castigada. Aquella operación militar que tuvo consecuencias desastrosas y que conllevó la muerte de cientos de miles de personas, provocó el desplazamiento de más de cinco millones de iraquíes. De ellos más de dos millones y medio se refugiaron en Siria. Dos millones y medio de personas que, en muchos casos, tenían ya muy poco que perder. Se habían visto obligados a dejar sus hogares, sus trabajos, a decir adiós a familiares y amigos. Habían soportado humillaciones por parte de las tropas ocupantes, algunos habían sido arrestados y torturados, otros habían perdido a seres muy queridos, o habían sido apaleados, o sufrían visitas inesperadas de tropas estadounidenses a altas horas de la madrugada.

Algunos de aquellos iraquíes marcados por una tragedia cuya dimensión es difícil de entender si no se ha sufrido en carne propia, terminaron engrosando las filas de grupos armados que lucharon contra las tropas estadounidenses primero y contra sectores gubernamentales de Irak después. Y algunas de esas mismas personas están también luchando ahora en Siria contra el régimen de Assad.

Y mientras, la población siria sufre ya un proceso similar al padecido antes por la iraquí: desesperación, dolor, fragmentación. Hoy en un día Irak es un país dividido, roto. Siria lleva el mismo camino. Y así se sigue avanzando en ese progresivo proceso de partición de Oriente Medio, una región que unida podría ser tanto y que dividida es tan poco, tan manejable para tantos interesados...

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