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La realidad se equivoca

Personas paseando por el paseo marítimo de Valencia
21 de enero de 2024 21:52 h

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Más allá de las proyecciones electorales, el Estudio 3432 del CIS sobre hábitos democráticos ―realizado del 1 al 15 de diciembre, mientras las calles se llenaban de ciudadanos preparando las fiestas navideñas― deja algunos datos que invitan a plantearse si en España, en la vida pública y política, hemos instalado un discurso donde la realidad y la gente son quienes se equivocan y está todo efectivamente muy mal.

Seis de cada diez españoles declaran interés por la política, pero le preocupan los políticos, hasta convertirlos en el segundo gran problema del país (Estudio CIS 3435). Ocho de cada diez eligen sin dudar la democracia como forma de gobierno y un mísero 6,8% optan por un régimen autoritario bajo determinadas circunstancias. La salud de nuestra democracia aprueba con un 4.99 raspado pero aprueba; lo cual no deja de ser un pequeño milagro a tenor del drama calderoniano que nos regalan a diario en medios e instituciones.

La gente puntúa mejor cómo funcionaba hace diez años (6.11); 2013, en plena Gran Recesión; vayan a la hemeroteca y revisen lo que decíamos entonces de nuestro sistema y comprobarán qué gran verdad es que el tiempo todo lo cura. Esa misma gente también puntúa mejor (5.23) cómo espera que funcione en el futuro. Otro milagro si tenemos en cuenta que salimos a predicción política catastrófica diaria, con jornadas donde el pronóstico de catástrofe deriva a aviso de hecatombe en el telediario de la noche. No menos milagroso parece que siete de cada diez creen que la democracia ha repartido mejor la riqueza y cuatro de cada diez creen que se están reduciendo las desigualdades. Quién sabe, a lo mejor por eso tanta gente ve con cierta confianza el futuro de su democracia.

Las mayorías se vuelven más incontestable cuando se le pregunta a esa gente por su preocupación por la crispación ―ocho de cada diez―, su exigencia a los partidos para que hagan algo ya para rebajar la crispación ―nueve de cada diez―, su aprobación a que se alcancen grandes acuerdos políticos entre todos los partidos y su exigencia de que así sea (nueve de cada diez). Un dato curioso: son los votantes de Vox quienes más preocupación declaran por la crispación y quienes más exigen que se rebaje (siete de cada diez). A lo mejor por eso el partido de Santiago Abascal está como está… o no. Quién sabe. La gente es muy rara.  

Ocho de cada diez españolas y españoles reclaman que esos acuerdos políticos que esperan y exigen arreglen lo del poder judicial, refuercen la lucha contra la violencia de género, reformen el estatuto de los trabajadores, impulsen una fiscalidad más justa, luchen contra el cambio climático y mejoren la financiación de los servicios públicos. Esta tabla de demandas y prioridades cuenta con un respaldo aún más abrumador e indiscutible entre los votantes de izquierda y los votantes nacionalistas. 

Dios me libre de hacer afirmaciones sin base científica en un país como éste, tan lleno de sociólogos de aperitivo, estadísticos de Twitter y matemáticos de salón capaces de ejecutar cientos de predicciones y lecturas de la realidad; pero a servidor estos datos se le parecen bastante a lo que se ve y se escucha por la calle desde hace bastantes meses.

Hay problemas y la gente lo sabe, igual que sabe cómo buscar soluciones y qué debe resolverse antes. Parece que se declara bastante más harta de que, quienes tienen la responsabilidad de buscar esas soluciones, se dediquen a devolverles los problemas sin resolver y a obligarles a elegir en un interminable conmigo o contra mí.

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