Lo mejor y lo peor de los tres protagonistas del debate
Lo mejor de Pedro Sánchez
Su mejor momento fue la primera media hora, especialmente en la que era una de sus principales misiones en el debate: colocar a Albert Rivera en el campo de la derecha. Ha insistido en definir al PSOE como la principal garantía de la defensa de los servicios públicos, asignando a Ciudadanos la acusación de ser continuador de las políticas de Rajoy. Ha sido efectivo en la crítica al modelo de contrato único apoyado por Rivera (“Es el 100% de la temporalidad”) y en preguntar a Rivera cómo financiará las rebajas de impuestos. Por encima de todo, el líder del PSOE era quien más podía perder en el debate, necesitado de responder a izquierda y derecha sin pecar de incoherente. No parece que sufriera ningún golpe definitivo.
Lo peor de Pedro Sánchez
Algunas intervenciones suyas con la intención de sacar de sus casillas a Pablo Iglesias estuvieron fuera de lugar. La referencia a la URSS fue absurda. Dijo que el modelo territorial de Podemos es la Unión Soviética. “Tu modelo, Pablo”. Sólo consiguió que Iglesias se riera de él a la cara. Luego volvió a la carga con el caso del número uno en la lista de Podemos en Jaén, y lo único que consiguió fue despertar a su rival, que recuperó la energía en el tramo final del debate.
En la frase más fácil de contrarrestar, Sánchez alardeó de que el paro estaba en el 8% con Zapatero. Rivera no tardó mucho en recordarle que ese no era el dato de desempleo al final del Gobierno socialista.
Lo mejor de Albert Rivera
No cometió errores graves que le ridiculizaran, como le ocurrió con su mención a Kant en el debate con Iglesias en la Universidad Carlos III. Ofreció a sus partidarios lo que lleva tiempo diciendo, sin ninguna novedad, pero pisando terreno conocido para él. Insistió en su idea de pactos de Estado para solucionar todos los problemas más graves. Eso no permite saber qué haría Rivera como presidente en algunas políticas, excepto en líneas generales, pero es coherente con su estrategia de cambio tranquilo con la que no quiere alarmar a nadie (sobre todo a los que votaron al PP en 2011).
Lo peor de Albert Rivera
Su crítica al bipartidismo no contaba con más elementos que los que ha repetido en innumerables ocasiones. El libreto del líder de Ciudadanos, si los sondeos no se han equivocado, ha resultado muy efectivo, pero da la impresión de que se está comenzando a agotar cuando la campaña electoral está a punto de comenzar. No tuvo respuesta a la pregunta de Sánchez sobre de dónde sacar recursos para bajar impuestos. Los últimos seis meses han presenciado a un Rivera multipresente en mítines, ruedas de prensa y platós de televisión. En el debate fue el que se mantuvo sin altibajos pero sin momentos brillantes, los que se recuerdan con más facilidad.
Lo mejor de Pablo Iglesias
El líder de Podemos continuó con su estrategia de no parecer excesivamente amenazante ni agresivo con la intención de captar la atención de los votantes socialistas de 2011 para los que Pedro Sánchez no es suficiente. Comprobó con satisfacción cómo Albert Rivera reclamaba la necesidad de “blindar los derechos sociales en la Constitución”, una idea que Podemos ha repetido de forma constante casi desde su fundación. Pero cuando Sánchez le apretó, reaccionó airado, con fuerza, volvió el ceño que tantos estragos causó en los platós cuando Podemos saltó al ruedo. A partir de ahí fue contundente y efectivo, y la gente suele recordar más los momentos finales de un debate que el principio.
Lo peor de Pablo Iglesias
Durante buena parte del debate, casi parecía el segundo moderador con varias apelaciones a sus rivales para que se comportaran con más mesura. No era eso lo que esperaban sus partidarios. Sánchez apretó más duro a Rivera de lo que lo hizo Iglesias. Al igual que en el debate-charla en Salvados, pareció que trataba con demasiada consideración al líder de Ciudadanos. Sí le acusó de ser un oportunista: “No creo que Rivera sea de derechas. Es de lo que haga falta”. La frase es buena, pero seguro que los votantes de Podemos piensan que Rivera es no de derechas, sino muy de derechas.