Sembrar verdades
Este miércoles, en nuestro encuentro anual de periodismo iberoamericano, al siempre brillante Carlos Fernando Chamorro, el director del Confidencial de Nicaragua, le costaba encontrar alguna señal esperanzadora. Para su país, para la región, para el periodismo. El acoso del régimen de Daniel Ortega solo ha ido a peor igual que lo que están viviendo esta década los informadores en El Salvador, Guatemala e incluso Costa Rica. Es difícil identificar otra región donde el deterioro de las libertades -también la de expresión y prensa- haya ido tan rápido.
Contestando a una pregunta de nuestro director, Chamorro reconoció la frustración más allá de las dificultades de su trabajo desde el exilio. “Lo que nosotros estamos reportando no produce ningún cambio en Nicaragua”, contó. “Yo puedo investigar una historia de corrupción y publicarla -y las hemos publicado-, eso no cambia nada”.
La sensación de que por muy bien que hagas tu trabajo periodístico para revelar la corrupción o los abusos del poder eso no llega a la ciudadanía -o, si llega, no te cree o no le importa- es algo muy habitual para los periodistas ahora incluso en democracias. La elección y reelección de Donald Trump es uno de los ejemplos más descarnados que evidencian el papel reducido incluso del mejor y más cuidadoso periodismo en una democracia.
Pero Chamorro también recordó por qué incluso en los peores escenarios imaginables la tarea sigue siendo importante: “Estamos de alguna manera sembrando verdad”, dijo. Sus publicaciones tal vez no muevan a la opinión pública o no cambien un régimen atornillado a los resortes del poder, pero el periodista cree que su trabajo será un día parte de procesos de justicia internacional en Nicaragua. Ya ve cómo sus investigaciones y las de otros medios son parte de los informes de comisiones independientes de derechos humanos y de paneles de expertos de Naciones Unidas.
Documentar lo que pasa y preservarlo es más importante que nunca en este mundo efímero, ahogado por la cantidad de información irrelevante y las manipulaciones interesadas. Hacerlo en los regímenes más crueles es la única herramienta que queda contra la impunidad al menos de la historia.
Desde la privilegiada España, la labor de tantos periodistas en Centroamérica es difícil de comprender en su dimensión y desgaste personal cuando todo parece solo ir a peor. El miércoles, en el cómodo auditorio de Casa de América en Madrid, daba un escalofrío mencionar al decano Chepe Zamora, símbolo de la lucha por la libertad de prensa y todavía encarcelado en Guatemala. Parece poco consuelo frente a tanto dolor, pero tal vez sembrar verdades es la única vía que queda ahora. Ojalá den frutos más pronto que tarde.
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