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De señoros y chicas

El exvicepresidente del Gobierno Alfonso Guerra.
23 de septiembre de 2023 22:39 h

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He perdido la cuenta de la cantidad de señores de mediana edad, con poder y prestigio, que se quejan en medios y redes sociales de que su libertad de expresión y acción, especialmente en lo referente a su trato con las mujeres, está siendo limitada, coartada, cuestionada y hasta suprimida. El “ya no se puede decir nada” es un lema viral. Un runrún que hermana a hombres de toda condición y profesión, un llanto generacional de los nacidos antes y durante la Transición. Un suplicio para el resto de la población.

No recuerdo cuándo se legisló que un hombre no pudiera ceder el paso a una mujer en el ascensor ni tengo en la cabeza los años de cárcel que te caen por ayudar a una señora a colocar una maleta en el tren. Quizá no lo recuerde porque que nada de esto sucedió en la realidad, pero como dice Michael Kimmel, la sociedad, y las mujeres en particular, tenemos que lidiar con el malestar real que sienten los hombres blancos ante hechos imaginarios relacionados con la intromisión femenina en sus mundos y sus reglas. No solo luchas por lo tuyo, hay que estar a la que ellos se inventan.

Las mujeres ya hemos contaminado hasta el fútbol, ese refugio de varones que hablan de pizarras y balones por la banda como si hablaran de Dante o Beethoven, de dioses que pisan un campo que parece el Elíseo, ese paraíso que se gana y se pierde cada domingo, universo siempre vivo de épicas y pasiones de trinchera, deporte literario plagado de héroes y villanos y leyendas mil veces contadas de padres a hijos. Ha sucedido que haya mujeres pidiendo derechos y libertades y todo el mundo del fútbol ha colapsado en un mes frenético en el que ningún hombre ha sabido meter baza de manera racional.

Mientras tanto, las mujeres estamos pensando en nuestras cosas. Trabajar en condiciones dignas, llegar a casa enteras, cuadrar la semana para ir a la peluquería, recoger al niño, reclamar esa factura que no nos pagan, ganar dinero y conocimientos, leer un poco y maquillarnos y desmaquillarnos. A veces ponemos al Mahler que tanto le gusta a Alfonso Guerra y a veces a Tokischa, que fue puta y marrón antes que famosa. Los gustos y ánimos son variados pero siempre nos queda tiempo para apoyarnos, para construir ese refugio feminista que te salva de un accidente o una crisis, que nos permite reírnos y vivir.

Mientras procuramos vivir, internet infantiliza a todas las mujeres y las convierte en chicas, como si hubiéramos quedado solidificadas en una edad indeterminada casi adulta, sin culminar nuestra transición hasta ser mujer. Esto se traduce en la proliferación de hashtags que incluyen la palabra girl y hablan de cosas de chicas, todas aparentemente insustanciales, tipo ir a la peluquería en lugar de hacer política de estado. Bajo esta aparente banalidad, hay mujeres actuando y pensando en sí mismas, mujeres que no son la madre ni la hija ni la esposa de nadie. El mundo, hoy, en internet, se divide en señoros y chicas, hombres anclados en el pasado y mujeres haciendo cosas. Solo hay que elegir bando. 

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