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Sensación de impunidad

Elisa Beni

Los ciudadanos manejan ya una sensación tan persistente de que los poderosos tienen bula, de que son y se sienten impunes, que lo contemplan casi como un axioma. En los últimos días el aluvión de actualidad que les ha movido a revolverse ha sido enorme. Por una parte el procesalmente inaudito escrito del fiscal para ejercer de abogado de la infanta sin que el juez le hubiera dado vela en el entierro. “La memoria es frágil”, comenzaba Horrach su hazaña, pero la de la sociedad que ve, aún sin saber, como se altera la lógica de un procedimiento a favor de la hija del Rey, esa memoria es de hierro. Sensación de impunidad.

O la sentencia del “Prestige”, en la que pese a que el tribunal afirma que “se han demostrado negligencias, incurias, y modus operandi inaceptables” nos acaba reconociendo que después de diez años de instrucción “se han probado aspectos adjetivos pero no los sustanciales desde la perspectiva del derecho penal”, así que nos dejan huérfanos de condenas y de justicia material. Sensación de impunidad.

O vemos la actitud de la Generalitat y de los Mossos ante los hechos de El Raval y nos acordamos de los indultos a los torturadores y seguimos sintiéndola. Sensación de impunidad. O.... vayan añadiendo. Cada uno tendrá su momento preferido.

He elegido tres en los que verán como el Poder Judicial sigue en sus trece y como es el poder político el que va poniendo las chinas para griparlo. Muy significativa la forma de hacerlo en el caso del “Prestige”, paradigma de cómo diferir las responsabilidades políticas en el resultado de un proceso penal y cuando éste resulta fallido desde ese exclusivo punto de vista pretender que supone un aval sobre toda la gestión política del suceso.

Pero además de la búsqueda de la impunidad a posteriori, también hemos disfrutado de unos cuantos casos de cómo se protegen los políticos ante los ciudadanos para seguir siendo una casta intocable e inviolable. Aquí debe constar el juicio del “Caso Barcina” en el que, agarrando el rábano por las hojas, se piden en la Audiencia Nacional cinco años de prisión por unos hechos que en Francia les costaron 800 euros a los que pusieron a Sarkozy enciscado en tarte à la crème. O el propio anteproyecto de Ley de Seguridad Ciudadana que pretende blindar a los que ostentan el poder frente a casi todo tipo de protesta o reconvención ciudadana que les resulte molesta mediante una disuasión que es amedrantamiento.

Por eso cuando ha llegado el desgarro y el reparto de la túnica de la Justicia a manos de casi todas las fuerzas parlamentarias, cuando incluso los que saben que la reforma mediante la cual Gallardón ha terminado de someter al Poder Judicial al poder político no puede ser constitucional, cuando incluso esos han participado en el escarnio; la sensación de impunidad se envuelve de desaliento porque nos despeñamos hacia un vacío que nos dejará con una democracia aún más débil y maltrecha y porque, nadie lo duda, si se quiere el poder es para usarlo y si se quiere usar en este ámbito es para procurarse la impunidad propia y la purga del enemigo.

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