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El Estado siempre empapela

Torra prevé "seguir las recomendaciones" del Síndic sobre la retirada de lazos

Lourdes Lancho

Alguien dijo que uno de los principales errores de estrategia del independentismo catalán fue el de menospreciar la fortaleza del Estado, quizás confundiendo la política del gobierno de Rajoy, con lo que es el estado en sí.

Esta es una discusión antigua, que viví en mis primeros años de periodista, con el tema del GAL. Recuerdo una mítica entrevista de Iñaki Gabilondo a Felipe González, en la que lo va acorralando a preguntas, cargo por cargo para determinar qué era y qué no era Estado. Obviamente estaba en juego la denominación de terrorismo de estado y González intentaba esquivar responsabilidades.

Hemos visto también la diferencia entre Estado y Gobierno en el juicio contra los líderes independentistas del “procés”. Ni el presidente, ni la vicepresidenta, ni el ministro de interior parecían saber u ordenar nada en los hechos de finales de septiembre, principios de octubre que ahora se juzgan. Una vez más el secretario de Estado parecía ser quien estaba al mando. Algo poco coherente con la situación de rebeldía y violencia que la fiscalía pretende probar. Igual que la Generalitat, una institución del estado, funcionó perfectamente con la aplicación del artículo 155. La maquinaria funciona aunque siga sin un gobierno que gobierne..

Una vez un veterano periodista me contó que Macià Alavedra, uno de los miembros de la mesa redonda del Camelot Pujoliano, le dijo: “el Estado siempre empapela”. Y él, antes de morir, lo vivió en primera persona durante la instrucción y juicio del llamado caso Pretoria de corrupción urbanística, blanqueo de dinero y cobro de comisiones ilegales. El Estado siempre empapela, aunque los políticos que estén en algún momento al mando parezcan bobos, o incapaces. Sin señalar a nadie. Es una maquinaria que puede aplastarte si la desafías, sin necesidad de recurrir a acciones que nunca deberían haberse producido, como las cargas del 1-O. Y es una suerte que en España el Estado funcione. Igual de bien, o mal, que en la mayoría de países que nos rodean. Cualquiera que haya vivido en Italia un tiempo, o leído “las historias de Roma” de Enric González apreciará mucho mejor el buen funcionamiento de la maquinaria administrativa estatal. Con todas las quejas y mejoras que se les ocurran, pero las cosas funcionan. Y si se puso en marcha la maquinaria judicial, ahora es imparable y ya veremos hasta donde llega.

A veces no apreciamos el peligro que tiene que alguien se apropie de estas instituciones y se las utilice con fines ideológicos, partidistas, etc. Ya sea colgando símbolos, ya sea hablando somo si se fuera una encarnación del poder que emana de esa institución. Creo que se debería empezar por recuperar el respeto al cargo que se ocupa temporalmente durante la legislatura. Porque si lo banalizamos, o dejamos que se juegue con él estamos abriendo la puerta a su descrédito, a su falta autoridad, a que la gente se sienta desafecta y eso abre brechas peligrosas dado el contexto político que estamos viviendo.

La exhibición de lazos amarillos en los edificios públicos de la Generalitat ha sido muy cuestionada, pero la campaña electoral cambia el contexto radicalmente. Por todo esto no sé cómo calificar la estrategia que ha tenido el actual president de la Generalitat para evitar pasar como responsable de quitar esos símbolos, o para no ser el único que cargue con una decisión, obvia por otro lado. Sí tengo claro que no merece el cargo que ocupa. Una ciudadanía como la catalana no merece que alguien así la gobierne o la represente. Y lo que digo no tiene nada que ver con la ideología.

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