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El siglo de Oro del PP en Castilla y León

Ibán García del Blanco

La época de los Austrias “menores” se suele caracterizar por reinados de monarcas pusilánimes y “poco interesados en el Gobierno” –como el propio Felipe II describió al hijo que le iba a suceder-, aislados con su séquito y dedicados a la vida contemplativa. El gobierno de los reinos de las Españas reposaba en los hombros de personas conocidas como “validos”, que con plenos poderes solían utilizar sus influencias para el lucro personal y el de sus familias (aunque no siempre terminaron sus días de poder tan bien como para poder disfrutarlo).

Uno de ellos, Francisco de Sandoval y Rojas, Duque de Lerma y valido del rey Felipe III, consiguió en 1601 tras muchas maniobras que el rey trasladara la Corte Real, de Madrid a la ciudad de Valladolid. Previamente a la decisión, Don Francisco había hecho acopio de propiedades en la ciudad castellana, propiedades que se revalorizaron de forma ingente haciéndole inmensamente rico. El mayor “pelotazo” del Siglo de Oro se perfeccionó cuando el duque convenció a Felipe III de que volviera a trasladar la Corte a Madrid en 1606, lo que le permitió preparar una operación de similares características a la anterior en la que ahora es la capital de España.

Hay muchas cosas que en mi comunidad autónoma siguen siendo como en el siglo XVII, cuando no como en épocas anteriores. El actual presidente de Castilla y León lleva 14 años en el poder y aspira como candidato del PP a 18, lo que por duración (y por estilo) parecería más un periodo propio de reinado, que de gobierno con origen democrático; aunque, pásmense, ha declarado ser partidario de la limitación de mandatos…

Durante el “reinado” de Juan Vicente Herrera, según vamos conociendo, Castilla y León ha sido el epicentro de la corrupción en nuestro país. Esto, aunque suelan sonar más territorios como Madrid o Valencia.

En efecto, “a la chita callando” en esta comunidad han confluido durante estos años la “trama solar”, “Gürtel”, ramificaciones de la “Púnica”, la “trama eólica”, la declarada ilegal construcción de la “ciudad del Medio Ambiente” de Soria, los escandalosos sobre costes del hospital privatizado de Burgos o del edificio de Arroyo de la Encomienda (Valladolid), casos de financiación ilegal del PP…y esto solo por citar algunas de las más recientes y conocidas. Cientos de millones de euros de dudoso fin y/o procedencia; pero eso sí, discretamente, sin llamar la atención mucho, como nos gusta a los de aquí.

Una característica común del ejercicio del poder en Castilla y León es la omnipotencia que suele ejercitar la vicepresidencia del gobierno autonómico. Otra cualidad que suelen compartir todas las tramas es que de una manera directa o indirecta, la mayoría de estos asuntos “sucios” acaban confluyendo en el ámbito de responsabilidad de los vicepresidentes. Y esto no es una característica solo de la etapa Herrera, sino del PP en general.

No en vano, en Castilla y León tenemos un vicepresidente condenado por el “caso de la Minería”, otro para quién el fiscal pide 4 años de prisión por la trama “Gürtel”, una vicepresidenta que fue impulsora de la ciudad del Medio Ambiente y que ha “tirado” más de 100 millones de euros de dinero público a la basura, amén del actual vicepresidente sobre el que confluyen cuestiones diversas de carácter millonario. En definitiva, los cuatro vicepresidentes “populares” de la Junta están o han estado implicados en irregularidades, operaciones dudosas o corrupción.

Ante toda esta serie de escándalos, hechos públicos siempre en medios de comunicación de carácter estatal, el presidente de la Junta de Castilla y León dice que no sabe-no contesta. De hecho, hasta un asunto publicado recientemente en el que estaría implicado un familiar bien cercano, no ha merecido del presidente en funciones ni un solo comentario. Para ilustrar su actitud, en las Cortes de Castilla y León el PP rechazó con su mayoría absoluta hasta en 28 ocasiones la petición del PSOE para que se constituyeran comisiones de investigación. Hasta en esta campaña electoral se ha negado a debatir con la oposición, para no tener que confrontar en esta materia.

Como un Felipe III redivivo, el señor Herrera pretende descargar toda responsabilidad en sus vicepresidentes, en sus validos. Pareciera dibujarnos al vicepresidente Villanueva como un nuevo Duque de Lerma, tejiendo operaciones especulativas en y desde Valladolid, de las que el monarca, alejado de la calle y de los problemas mundanos, no sabe nada. Y todo con la intención de que, como sucedió en los anteriores casos y análogamente al Siglo de Oro, cuando la situación se haga insoportable simplemente se le dejará caer y se nombrará un nuevo valido.

De hecho el hasta ahora todopoderoso Villanueva ha anunciado ya su abandono de la vida pública. Desconozco si, como en el caso de Lerma, habrá negociado su nombramiento como cardenal; lo que sí sé, es que el PP y Herrera pretenderán que con su desaparición todo lo demás se olvide también.

Y no. Solo hay dos opciones: o jefe de una trama corrupta al estilo de un Frank Underwood mesetario, o un Felipe III que solo vive para ágapes y la vida contemplativa; y ninguna de esas actitudes es tolerable.

Espero que la censura política comience este 24 de mayo y que la ciudadanía, venciendo a la inercia al fin, le haga pagar por un torbellino de escándalos que en el mejor de los casos nos avergüenzan.  Y que el peso de la ley caiga también sobre quiénes han hecho o han consentido durante tantos años.

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