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El siglo de las sombras

Imagen de una de las playas de la Barceloneta, este sábado.

Elisa Beni

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“La Ilustración consiste en la salida de la humanidad de su autoculpable inmadurez”

Immanuel Kant (1784)

Dice un tal Tagaloguin que el lunes que viene será el fin del mundo. Me he tenido que enterar de tal idiotez porque sigo a importantes medios en las redes sociales. No sé qué zarandaja de los mayas y del calendario gregoriano que ignoro quién ha considerado relevante difundir. A su lado, corre camino de la meta del despropósito el señor que viste cola de moaré, Cañizares, con sus fetos abortados vacuna inyectable, y no muy lejos aparece un exministro del Interior, con diablo cojuelo enredando con la unidad de España y el presidente de una Universidad, que combina a Satanás con los gerifaltes de las tecnológicas y que dice que nos van a implantar un chip para controlarnos la mente al inocularnos la salvífica vacuna cuando se consiga. Haciendo los coros, un hombre delgado y otro bandido.

Lo hemos hecho todo mal.

Les he resumido lo que han excretado un señor de la Universidad de Tennessee, un arzobispo, un exministro, alguien que rige un centro académico superior y dos cantantes ídolos de masas. No voy a entrar ni en los audios que pasan los mindundis. No hace falta.

Nos dieron el camino y lo hemos hecho todo mal. Hemos apagado las luces. Sabiendo que la razón es innegociable, la hemos puesto en almoneda. Si algo nos debió quedar grabado de los ilustrados –que lucharon por abrir las vías, con un bagaje de conocimientos y de medios técnicos en pañales, y que nos permitieron llegar hasta aquí– era la absoluta necesidad de aplicar insistente e incansablemente el estándar de la razón a la comprensión del mundo. La razón, que desemboca en la ciencia, es el único camino y el abismo “los generadores de engaños como la fe, el dogma, la revelación, la autoridad, el carisma, el misticismo, las adivinaciones, las visiones, las corazonadas…” resume Pinker. Déjenme añadir la banalidad, la levedad, la frivolidad y la estupidez. Hoy todo lo irracional ha vuelto a aparecer y a filtrarse en lugares y medios y personas que deberían estar blindadas ante esta vuelta a la caverna.

¿Saben lo que pasa? Que la realidad que nos descubre la pandemia a la luz de la razón da miedo. Si no somos dioses, si la vida es efímera, si estamos a expensas de la naturaleza en tantas cosas que no controlamos ni podemos dominar, si podemos vernos sumidos en el caos ¿cómo nos empleamos en hacer poses idiotas para que nos vean o encontramos sentido a nuestra vida llenando los centros comerciales o hacinándonos en playas, terrazas o discotecas? Si miramos cara a cara a la realidad, bajo la única luz de la razón, si aplicamos las normas de la lógica, sólo podemos ser conscientes de nuestra vulnerabilidad individual y como especie. El cómo resuelva cada uno su pregunta vital… es el empeño de cada vida. La cuestión es que la inmensa mayoría de la población no se la hace. La tormentosa y angustiosa búsqueda del sentido de la vida se han diluido en una tarjeta de crédito y un paquete de experiencias.

Allá cada uno, pero como especie y como sociedad hemos fracasado.

Las generaciones más formadas, el mundo más global, los jóvenes más preparados, la tecnología más punta. Bagatelas. Hemos fallado porque sólo había tres cosas que deberíamos haber conseguido que cada individuo de cada generación hubiera recibido como legado de las anteriores: el conocimiento del método científico, los fundamentos de la lógica y el espíritu crítico. Con esto todo, lo demás que añadan a un plan de estudios será una propina. Sin esto todo lo que incluyan será dilapidado. Todavía les voy a dar una noticia peor: justamente esos pilares han sido o están siendo laminados de esa educación de élite en la que todos corren para ser bilingües. Como dijo Ortega, se puede ser estúpido en varias lenguas.

El siglo se plaga de sombras y la pandemia las está alargando más.

Lo hemos hecho tan mal que hemos dilapidado la herencia de los ilustrados. Sapere aude. Atrévete a saber y a usar tu razón. Sólo con eso estarían conjurados la mayoría de los males que nos aquejan actualmente. Aún hemos rizado el rizo, porque no sólo no hemos abierto el camino de la razón a los individuos sino que además les hemos hecho creer que sí.

Así nos luce. Tenemos una población en la que se instala el pensamiento mágico de que la ciencia debe saberlo todo y saberlo desde el principio y si no es así, se trata de ignorancia culpable. Los irracionales afirman a gritos que todo lo que sucede tiene siempre una causa reconocible, por lo que nada es imprevisible, y siempre hay un culpable. Estos asertos falsos, estas premisas inasumibles por la razón, lanzan a las gentes en busca de culpables porque es más consolador pensar que los hay que asimilar que somos meras motas en el cosmos.

“Nos ocultan datos, llegaron tarde”. ¡Busquen al culpable y castiguen! Ya que no lo harán los dioses, que esperamos nos protejan, que lo haga la Justicia y nos dé la tranquilidad de pensar que no estamos al pairo, que no somos ínfimos, que no vivimos en peligro en un valle de lágrimas y que conseguiremos que éstas no terminen por correr.

Hemos fracasado y nos han engañado.

Sin esos instrumentos apenas podemos llamarnos seres de la luz y sí candidatos a las tinieblas.

La razón es innegociable. Repetirlo no es suficiente, hay que asumirlo.

Atrévete a saber, pero debes saber que el saber no te llegará en una cadena al móvil. El saber cuesta y tiene consecuencias y no es la menor de las cuales, como decía, verse obligado a reflexionar sobre el sentido de nuestra propia existencia. La cara de la parca nos mirará a cada uno, un día u otro, y no será una conspiración, será la culminación de nuestra propia naturaleza.

Aquellos que están gobernados por la razón no desean para sí lo que tampoco desean para el resto de la humanidad.

No está al revés, es Spinoza.

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