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Sumar, escuchar, pactar o qué bello es vivir

La vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz.

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Sumar, escuchar, dialogar, pactar, ceder y acordar son verbos que la vicepresidenta segunda del Gobierno dice saber conjugar. Todo bien. Con los tiempos que corren, no sobra que alguien se dedique a buscar entendimiento, tejer complicidades o construir proyectos transversales. De dividir, negar, restar, enfrentar, destruir y polarizar ya tenemos bastante cada día en esta política nuestra en la que el grado de virulencia entre propios y extraños ha traspasado hace tiempo los límites de lo soportable. 

Yolanda Díaz ya tiene por fin fecha para lanzar su plataforma. No confundir con proyecto, ni con partido, ni con candidatura alguna. Será el próximo 8 de julio en Madrid y en el marco de la semana del Orgullo LGTBI. Arranca ahora, tras casi un año de hipérbole narrativa, sobreactuación y claro distanciamiento con Unidas Podemos, cuyo ex líder la ungió jefa del espacio político dentro del gobierno de coalición y ahora no hace más que ponerle piedras en el camino.

La vicepresidenta segunda sigue donde estaba: en lo que ella denomina, y el periodismo ha asumido tal cual, como “un proceso de escucha”. No hay avances. Solo gran alarde de titulares sobre la esperada aportación de colectivos y profesionales de la sociedad civil o sobre el road show que piensa afrontar por todo el territorio nacional en busca de ideas para un “nuevo modelo de país”, pero con la solemnidad que le otorga el cargo de vicepresidenta del Gobierno.

Dice que no quiere saber de momento nada de partidos y nada de debates ideológicos, solo soluciones para los problemas reales y muchas ideas que mejoren la vida de la gente, algo que dicho bajo los focos de una cámara y rodeada de micrófonos puede evocar a las mejores escenas de Qué bello es vivir, aquella mítica película en la que un ángel es enviado a la Tierra para mostrar a James Stewart, en el papel de George Bailey, lo infeliz que hubiera sido la vida de aquellos que le rodean si él no hubiera existido. 

Escuchar, lo que se entiende por escuchar, Díaz lleva meses escuchando de todo: que si su proyecto, por personalista que suene, es muy necesario para que Sánchez revalide un segundo mandato; que si nadie como ella representa el valor del acuerdo; que si la convivencia en el Gobierno es mejor con ella que con Iglesias o que la izquierda alternativa no será nada sin ella. Claro que no todo han sido elogios porque también ha escuchado el pálpìto de la dirigencia de Unidas Podemos, donde sus máximas responsables no cruzan palabra con ella y se dedican a ponerla a caldo. También al contrario. Esto es así, por mucho que a quienes lo digan en público o lo escriban les caigan chuzos de punta en las redes sociales y les declaren proscritos.

En el Madrid en el que todo se ve y todo se sabe, hay material para varias entregas sobre la animadversión entre la titular de Trabajo y sus colegas moradas de la mesa del Consejo de Ministros, Ione Belarra e Irene Montero. Con Pablo Iglesias, que sigue siendo el faro que guía a Unidas Podemos ahora desde los micrófonos donde ejerce de tertuliano, tampoco cruza palabra. 

El malrollismo con el que arranca el proyecto político que pretende liderar Díaz es un secreto a voces que ya nadie disimula en el entorno de la gallega y tampoco entre los morados, que pretenden seguir manteniendo la “nave nodriza” de la izquierda alternativa y ven cómo Díaz les ningunea. El fuego amigo es el principal problema al que se enfrenta la vicepresidenta para tratar de reconstruir un espacio a la izquierda del PSOE que no siempre despertó el atractivo electoral que cosechó en sus comienzos Unidas Podemos. Pero también es cierto que la disposición y los hábitos que permiten sumar en política no se improvisan ni se impostan. A quien no los tiene se le ven pronto las costuras, bien porque no escucha, porque pontifica más de la cuenta o porque no cede nunca. Y ese no es el caso precisamente de Díaz.

La ministra de Trabajo, que es la mejor baza con que cuenta la izquierda del PSOE, puede quedar solo en un intento meritorio que acabe en frustración si ese declarado empeño por colaborar y convivir no logra superar divisiones entre posiciones encontradas. Lo de Sumar suena bien, pero conviene que no se olvide que en política los problemas no tienen siempre solución como en las matemáticas. Solo se resuelven mediante el compromiso entre las partes y si ambas ceden hasta encontrar un punto de acuerdo. Hoy por hoy eso no se vislumbra porque los morados exigen mando en plaza en un proyecto para el que Díaz no quiere “ni tutelas ni tutías”. 

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