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Transgredir ya no es lo que era

Tres jóvenes que se encuentran en aislamiento tras tener relación directa o indirecta con el brote por COVID de un viaje a Mallorca, bailan en la terraza de una habitación del hotel.

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La estupidez consiste (…) en tener un concepto exagerado de sí mismo"

Gerolamo Cardano

Ando saturada de los dolientes jóvenes de Mallorca y de sus reivindicativos padres. A ellos les habrán llevado tarde la comida y, según lloran hasta con algún pelo, pero a los demás nos han poblado las tertulias, los informativos y en mi caso el ámbito de trabajo con el relato espeluznado de sus agravios. Eso me ha hecho recordar que hasta yo fui a Mallorca allá por el COU y que hasta yo transgredí todas las condiciones impuestas por padres y profesores. No había pandemia. No había casi ni sida si me apuran. Lo más que nos podíamos contagiar era la mononucleosis y doy fe de que nos empleamos en rifarnos que nos tocara. Sabíamos que nos la jugábamos, nosotros y todos los jóvenes que en el mundo han sido y se han pasado por el forro las normas. Lo sabíamos y apechugábamos, pero ahora voy a ello. 

En términos de derechos fundamentales, porque en un Estado de Derecho hasta el más frívolo tiene derechos, lo cierto es que han sufrido las secuelas de un largo periodo de privaciones masivas de libertad deambulatoria, que han llevado a las autoridades a pensar que todo es jauja. El estado de alarma no se decretó porque sí y si ahora se pudieran tomar las mismas restricciones que con él, mal hubiera estado adoptarlo. Caben las cuarentenas, claro que caben, pero con control judicial y con nombres y apellidos. Afortunadamente ya no basta con que la administración nos impida movernos con su mera determinación. Así lo ha dicho el juez de lo contencioso-administrativo competente en protección de los derechos de estos jóvenes. No hay pruebas de sus contactos con positivos, no hay PCR positivas, no puede usted retenerlos. 

También ha sido muy sintomática la decisión judicial de no admitir la tramitación de los procedimientos de habeas corpus que solicitaron un centenar de ellos. El juez competente denegó la tramitación aunque, según muchos expertos, la situación cuadraba perfectamente con la recogida en el artículo 1.1 de la Ley Orgánica del Habeas Corpus, al darse una privación de libertad ordenada por una autoridad administrativa. No entiendo por qué algunos jueces eligen obviar la doctrina constitucional y eluden convertirse en guardianes de derechos como es su función. Ya lo vimos también en el caso de entrada ilegal en el piso turístico del barrio de Salamanca. ¡Tramite, véalos, y si lo estima no conceda el habeas! Casi creo que a este paso devendrá una figura imposible en España. Busquen a ver cuántos encuentran concedidos desde el primer habeas corpus de la democracia en Madrid en 1984. 

No estaba bien fijada la cuarentena y así lo ha determinado la justicia dado que la medida no se ha considerado proporcionada con las circunstancias epidemiológicas del grupo. 

Ahora bien, ya que han dado tanta guerra con su encierro preventivo ¿cómo habían llegado estos y otros, hasta 5000 jóvenes, a Mallorca? La mayoría con la pasta y la aquiescencia de sus padres y el lucro evidente de las agencias, transportes y hoteles que les llevaron hasta allí. Hemos conocido a algunos de estos padres, no por nuestra voluntad sino porque han removido no sólo los resortes jurídicos sino también los mediáticos hasta lograr que sus pobres vástagos regresaran a casa, lejos de ese hotel medicalizado en el que les servían la comida con una hora de retraso y las botellas de priva se las subían en cubos desde el Paseo Marítimo. ¿Cómo les pareció buena idea mandar a sus jóvenes/adolescentes -perdonen que ya no calcule los desplazados periodos de la vida- sin vacunar a Mallorca? ¿Pensaron que iban de ejercicios espirituales? No mientan, que ya no saben ni lo que era eso. Iban de jolgorio y de jolgorio estuvieron. Yo a ellos sólo les reprocho que sean tan moñas que no se les caiga la cara de vergüenza de que sus papaítos salgan a sacarles las castañas del fuego. En los ochenta, ahora que se llevan tanto, no había bochorno mayor. Entonces transgredir tenía el gusto delicioso de lo prohibido y el temblor radiante por el posible castigo. Ahora transgredir acaba en que tus padres te acaben poniendo un abogado para pedirte un habeas corpus. ¿Cómo hemos llegado aquí? Pues como decía aquel banderillero de Juan Belmonte al que le preguntaban cómo había llegado a ser gobernador civil: pues degenerando, degenerando. Pues eso, degenerando. 

Existen muchas más incongruencias en este episodio. La de los operadores turísticos y hoteleros, que dejándose llevar por la ganancia escasa pero inmediata, se empeñaron en generar unos movimientos que sólo ha complicado la situación epidemiológica de las islas, de otras diez comunidades, y han tirado por tierra esa imagen de idílico destino seguro que tanto se habían preocupado en labrar las islas. Pues eso, pan para hoy. 

Las lagunas de la instrucción, que no educación, que se imparte en principios democráticos también han quedado al aire. De derechos se llenan las bocas de hijos y padres, pero de su correcta correlación con los deberes cívicos sólo resuena el silencio y el desprecio mas absoluto. Los padres echan la culpa a los operadores turísticos y a los profesores y de unos padres que ni por asomo se plantean su papel en esta peligrosa farsa que ha acabado con alguno en la UCI ¿qué hijos esperan? Y de esos hijos que ni a transgredir con independencia y asumida irresponsabilidad han aprendido ¿qué futuro me pintan? 

Los jóvenes son como son y como éramos y como serán. No cabe duda. La diferencia estriba en la forma en que los jóvenes y sus padres asumen ahora una transgresión que antes era, si me apuran, hasta educativa por arriesgada. Todos hemos hecho lo que nos prohibían o lo que no debíamos, pero nuestros padres no tenían por costumbre salir en nuestra defensa a meternos bajo su ala incluso cuando era obvio que la habíamos cagado. 

Transgredir ya no es lo que era y, con seguridad, ser padre o ser ciudadano, tampoco. Palabra de boomer. 

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