La última ocurrencia: blancos y católicos
Hispanos, sí; musulmanes, no. Que sean blancos y católicos. Ese es el resumen de la última ocurrencia de Alberto Núñez Feijóo para primar la entrada de inmigrantes según el lugar de origen. Discutible criterio, sin duda. Pero siendo grave esta forma de estigmatizar al extranjero, lo es más que el líder del PP haya entrado en el debate de la inmigración como elefante en cacharrería. Más claro: sin rigor, con desinformación y con eslóganes tan simples como falaces porque dice que quiere condicionar la llegada y permanencia de inmigrantes a que trabajen y contribuyan, como si ahora los criterios fueran el desempleo y el fraude, que de eso la derecha algo sabe.
¿Acaso la economía española hubiera crecido al ritmo que lo hace sin la contribución de la mano de obra extranjera? Nada como acudir a las fuentes oficiales: la Seguridad Social tiene 3 millones de cotizantes extranjeros, un millón más que en 2018, que representan el 14% de los afiliados totales y el 16% de los autónomos. Y desde la aprobación de la reforma laboral, el 40% de los empleos creados han sido ocupados por extranjeros.
La realidad es que la población inmigrante aporta el 10% de los ingresos a la Seguridad Social y sólo representan el 1% del gasto. De hecho, hay informes de distintos organismos nacionales e internacionales, como la ONU, la Comisión Europea, la AIReF o el Banco de España, en los que se afirma que España necesitará del orden de 300.000 trabajadores migrantes al año, hasta 2050, para sostener el Estado del Bienestar. Es más, el perfil del trabajador que emigra a España ha cambiado considerablemente desde el año 2000, tanto en el género como en la formación. Llegan más mujeres que hombres y con un nivel de estudios alto. El problema es que la derecha sólo ve en el extranjero mano de obra barata.
Luego está lo de limitar las ayudas sociales, que viene a engrosar el falso argumento de que todo inmigrante que llega a España, tiene una “paguita” y se le concede el Ingreso Mínimo Vital. El mensaje no es inocuo y contribuye, como ya hace la ultraderecha de Abascal, a esparcir la deshumanización y el odio. Pero la única verdad es que para acceder a las prestaciones contributivas en nuestro país hay que cotizar previamente, como cualquier trabajador. Es más, para ser perceptor del IMV, se exige tener como mínimo un año de residencia legal y estable, además de otros requisitos de renta. Y, pese a que el 83% de los perceptores de esta prestación son españoles -mayoritariamente mujeres con menores a cargo-, Feijóo sostiene que las ayudas sociales “no deben convertirse en un efecto llamada a la ilegalidad”.
Las personas que llegan por vía irregular no tienen acceso a ningún tipo de ayuda del Estado, lo único que se les presta es la atención humanitaria básica en línea con el respeto a los Derechos Humanos que exige la legislación española y europea. ¿Acaso Feijóo propone, como ya hizo su secretario general, Miguel Tellado, que las Fuerzas Armadas impidan la llegada de cayucos?
Y si hablamos del supuesto colapso de los servicios públicos que tanto ha utilizado de forma torticera la derecha contra quienes llegan a España, a Feijóo le convendría conocer los diferentes indicadores del Seguimiento del Marco Estratégico de Ciudadanía e Inclusión contra el Racismo y la Xenofobia 2023-2027. Un simple vistazo a los datos demuestra que las personas de origen extranjero utilizan menos los servicios sanitarios que la población española, a excepción de las urgencias, que utilizan como último recurso.
En resumen, que el PP ha desempolvado “el orden y ley” como eslogan para entrar en un debate necesario, sin duda, pero que requiere de la responsabilidad de la que carece Feijóo y se vislumbra en la frase “quien viene a delinquir será expulsado”. Y es que nuestra legislación ya contempla la expulsión por delitos graves, así como la integración con deberes y derechos. De hecho, la Agencia Europea de la Guardia de Fronteras y Costas ya establece los acuerdos de retorno, el arraigo está perfectamente regulado y la nacionalidad, ligada al idioma y la cultura.
Por qué lo llamarán PP, si en realidad quieren ser Vox. Con la ridícula firma, además, de todos los barones.
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