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Tanto veneno nos hizo peores a todos

Suso de Toro

Como el colesterol, nacido de la vesícula biliar, que va aumentando en el curso de la vida adulta así la bilis que segrega un órgano de la sociedad española, la derecha nos va afectando e intoxicando a todos. No creo que nadie que haya vivido dentro de esta España haya conseguido evitar unos niveles de veneno altos.

Todos tenemos una lista de efemérides duras y cada uno tiene su propio día 11 de Marzo del 2004 en Madrid. Aquel día madrugué para embarcar en un avión hacia Bilbao para presentar allí una novela, ni recuerdo cuál. En el aeropuerto tuve la primera noticia, un televisor emitía aquellas imágenes, era algo enorme, y comprendí que de repente habíamos entrado en un tiempo extraordinario. En ocasiones el tiempo se rompe, se sale de su camino y se detiene o se ralentiza, y aquella era una ocasión. El advenimiento de lo terrible nos enmudece, crea un silencio muy intenso. En el avión todos cargábamos más peso de lo acostumbrado.

Cuando llegué a Bilbao apenas podía hablar de otra cosa que no fuese aquella tragedia, hablar de otra cosa simplemente era absurdo. A las 9:35 el lehendakari Ibarretxe condenó el atentado y señaló a ETA como autora, dada su autoridad parecía una opinión que tendría fundamento. Recuerdo que en las entrevistas, más que sobre literatura opiné sobre el atentado, desde aquel momento ETA carecería de cualquier argumentación para justificarse, sin embargo desde el principio interlocutores de allí ya me manifestaron su desconcierto, les extrañaba que fuese ETA. A las 10:30 Otegi condena el atentado y señala al terrorismo islamista y antes del mediodía ya me llegaba información informal de que ETA no había sido. Con todas las cautelas, entendí que era lo más probable. Si esa información me llegó a mí en las primeras horas de aquella jornada quiere decir que los servicios de información del Estado tenían forzosamente una idea mucho más cabal.

A las 13:00 en Pamplona un policía nacional y su hijo asesinaron de cuatro disparos y una cuchillada en el hígado a Ángel Berrueta, un panadero que había puesto un lazo negro en el escaparate en señal de luto pero se había negado a colocar un cartel condenando a ETA. El odio que circulaba por todas partes afloraba y se mezclaba con el horror y el dolor.

A las 20:45 un grupo islamista reivindicó el atentado desde Londres, al final del día era evidente que la autoría de ETA era improbable. Ya aparecía como lo más probable que tanto odio era una consecuencia de decisiones políticas que todos habíamos creído inocuas y a las que no habíamos dado importancia, consecuencias de nuestra alianza con EEUU y de seguir sus políticas en el mundo. Y también era evidente que el Gobierno estaba jugando sucio con la información para garantizar su victoria en las elecciones.

Quedó claro que aquel Gobierno actuó de forma completamente inmoral, se mantuvo fuera de la esfera de la moralidad y se encerró en el plano del cálculo político: fríamente manipuló la información para ganar las elecciones y conservar el poder. Otras responsabilidades tienen en ello, y cargarán para siempre con ese estigma, los periódicos y las emisoras de la derecha que secundaron una maniobra tan mezquina del gobierno y el PP. Aznar, Acebes, Zaplana o Rajoy se retrataron en aquellas horas. Nunca se desdijeron, así que no hay retrato más veraz.

Aquel modo de actuar tan inmoral no me sorprendió, sin remontarse a la ideología y a los orígenes franquistas del PP había experimentado en los años anteriores lo que eran capaces de hacer. La manipulación de la información y la inhumanidad en general con que actuaron ante el naufragio del “Prestige” había demostrado que no tenían límites morales, eran capaces de todo y de cualquier cosa. La guerra contra Irak fue una confirmación. Su modo de ejercer el poder había dividido a la sociedad y nos había radicalizado a todos, personalmente me había implicado en esas ocasiones en campañas contra aquellas actuaciones políticas y me encontraba totalmente enfrentado a aquel gobierno.

De hecho, ante aquellas elecciones redacté un manifiesto por el cambio político que propuse firmar a otras tres personas, dos de ellas introdujeron algunos cambios en la redacción y finalmente lo eché a rular. Me resultó muy significativo que un profesor de periodismo que colaboraba en un periódico solvente hiciese en su blog una disección del texto del manifiesto que era una verdadera carnicería burlesca, el tono y la intención lo daba que se refiriese a mí como “Susete”. Unos meses antes un influyente profesor de filosofía y escritor me había calificado en una tribuna suya de “antiaznarista compulsivo”, cosa que realmente me sorprendió pues entendía que en aquella altura ya había razones poderosísimas de interés social que aconsejaban que Aznar y su partido fuesen desalojado del gobierno

En aquel clima ideológico asfixiante y bajo el efecto de aquella masacre no es extraño que el día 11 dos escritores publicasen sendas tribunas partiendo de la base de que había sido ETA la autora del atentado y señalasen como inductores o alimentadores intelectuales de la masacre a quienes se habían opuesto públicamente a las políticas de Aznar. Arrojaron contra nosotros la sangre y los muertos. Si efectivamente hubiese sido ETA cuántas personas no habríamos quedado señaladas por la responsabilidad de aquellos crímenes. No importa que jamás hubiésemos dado cobertura al terrorismo ni que hubiésemos condenado sus asesinatos, en aquel clima ideológico no había defensa posible: los “antiaznaristas” éramos culpables de aquella carnicería en una ciudad donde teníamos familiares y amigos.

Fui comprendiendo que existía un nuevo perfil de partidarios que, sin identificarse completamente con la política y las siglas del PP, compartían buena parte de su base ideológica, intelectuales con la vitola de progresistas realmente estaban apoyando la estrategia conservadora. Más adelante se vería que esa nueva derecha, que sería el báculo en que se tendría que apoyar en el futuro el PP para gobernar, cristalizaba en torno de dos formaciones, UPyD y Ciutadans. Lo que había creado una base más amplia de la derecha había sido el conflicto nacionalista, intelectuales de Barcelona, de Euskadi y de Madrid habían ido confluyendo en un discurso españolista que combatía a los otros nacionalismos. Un españolismo que, sobre los tópicos inevitables como la grandeza de la lengua castellana, el flamenco y las corridas de toros, imaginaba una España de gente buena y sencilla que antes había sido maltratada y que entonces era acosada por dos enemigos, la malvada “burguesía catalana” por un lado y los “asesinos etarras y sus cómplices”, por otro. Aquellos ricos, explotadores inhumanos y soberbios, perseguían en esas provincias díscolas a nuestros compatriotas que habían emigrado allí buscando trabajo o como guardias.

Los papeles de Bárcenas demuestran que el PP financió con su dinero negro a organizaciones sociales que combatían el terrorismo desde una posición ideológica que les resultaba favorable, así enviaron dinero a AVT o “Basta ya” pero no a “Gesto por la paz”. No es estraño que la derecha haga todo lo posible por que el terrorismo continúe entre nosotros como un fantasma, es un fantasma útil: acabamos de verlo en Navarra. El fantasma del terrorismo sirve para estigmatizar a Bildu, son cientos de miles de ciudadanos a los que tratan como criminales, y de ese modo perpetuar su dominio al mantener atrapado al PSOE en esa trampa.

El odio que han irradiado circula por todas partes, inevitablemente también dentro de nosotros. El odio polariza y divide, España está dividida y enfrentada por fallas profundas y en el actual paisaje político no hay estrategias políticas valientes ni dirigentes capaces de ofrecer al menos algún camino.

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