Votar al PP nos pone en peligro
Hace unos días, una muy buena amiga, CEO de un despacho de abogados, me contaba cómo le había dicho a su madre que ojalá pudiera comprender que votar al PP la ponía en peligro, a ella, a su mujer y a la hija de ambas, es decir, a su propia nieta. Al escucharla pensé en toda ese gente querida, allegados y familiares, fieles votantes del Partido Popular, pensé en cómo me gustaría que pudieran comprender lo que está en juego el próximo 23J. No exagero, en absoluto. Las primeras medidas de Vox en las instituciones dejan claro que Núñez Feijoo ha abierto la puerta en ayuntamientos y autonomías a la extrema derecha. Sus acuerdos amenazan seriamente la democracia y el respeto de los derechos humanos. Nos amenaza como ciudadanas y ciudadanos.
Retirar banderas de los ayuntamientos, o incluso prohibirlas en espacios municipales son algunas de las medidas que ya han tomado los gobiernos de PP y Vox en sedes municipales autonómicas. Dice la extrema derecha aliada del PP que la bandera arcoíris es una bandera ideológica, incluso alguno de sus concejales la ha comparado con la bandera (inexistente) de los pederastas. Esta forma de referirse a la diversidad sexual evoca al franquismo y a los términos que usaban en la dictadura para referirse a la homosexualidad: “repugnante porquería”, “ ofensa al pudor”, “contra natura”, “perversión sexual”, “desviaciones lúbricas”, “inmorales aberraciones”, “afeminados de vida ociosa”, “invertidos sexuales”… Términos muchos de estos que figuran en los expedientes judiciales de las personas LGBT a las que se aplicó la Ley de Vagos y Maleantes que estuvo vigente hasta 1995, cuando se despenalizó definitivamente la homosexualidad. De esto da buena cuenta Fernando Olmeda en su libro ‘El látigo y la pluma’, que puede volver a leerse tras ser reeditado, y pone los pelos de punta por lo cerca que están los herederos de aquel régimen, de aquella ideología totalitaria, de llegar al Gobierno de España de la mano de PP.
Retirar las banderas LGTBI de los balcones municipales (el trapo arcoíris, según el vicepresidente de Castilla y León, García Gallardo) no solo lanza el mensaje de que esos espacios no son seguros para las personas LGTBI, tampoco lo son para el resto, para nadie. Una prueba de ello se ha visto en el ayuntamiento valenciano de Albaida donde se han arrancado las banderas LGTBI para colocar la bandera franquista. El NO a la bandera arcoíris es toda una declaración de intenciones de los gobiernos del PP con Vox como uno de los primero pasos a dar para emular a decenas de municipios polacos que se auto nombran “zonas libres de LGTBI”. La mente cerrada y llena de intolerancia de la extrema derecha, de los ultraconservadores, por encima de los derechos y de la convivencia. El mensaje es, como en el franquismo, hacer del odio a las personas LGTBI una política de Estado.
No es casual ninguna de las primeras medidas que se están dibujando estos días. Desde la retirada de la película de Buzz Lightyear en el municipio cántabro de Bezana por el beso de dos mujeres, como la cancelación de la obra de teatro Orlando de la programación del Ayuntamiento de Valdemorillo. Ni la película de Disney ni la versión teatral del libro de Virginia Wolf que naturalizan la homosexualidad le gustan a la extrema derecha ni al PP. Esto no ha hecho más que empezar. La versión teatral del libro de Virginia Wolf habla de la homosexualidad de una mujer desde una mirada muy poco convencional. Todo esto es parte de una cruzada contra las personas y los derechos civiles y políticos, una cruzada que inició la Federación Rusa desde el 2005, cuando se empezó a “prohibir la propaganda homosexual” al entender que adoctrina a la población y, muy especialmente, a las infancias. Se retiraron libros, se clausuraron webs, se impidieron manifestaciones, se expulsaron jóvenes de sus hogares, se despidieron profesores, se multó al asociacionismo, se empezó a detener a todas aquellas personas que desobedecían.
El gran cambio de guion que ha aportado Putin a la persecución del colectivo LGTBI es que ya no necesitan de la norma penal, les basta criminalizar los derechos LGTBI vía administrativa para reprimir la libertad de expresión. Al tiempo que, con ese señalamiento, cultiva en el imaginario colectivo la idea de lo LGTBI como algo perverso a reprimir. Precisamente, esta ha sido la misma estrategia que se ha ido utilizando en países satélites de Rusia y la que también ahora utilizan los grupos ultraconservadores en Estados Unidos en la cruzada que han emprendido contra las personas trans o en Hungría, Polonia e Italia. La llamada batalla cultural en defensa de las familias y los valores cristianos en realidad es una guerra contra las personas LGTBI y contra los derecho sexuales y reproductivos. Llevamos décadas conviviendo y nunca ocurrió el tan anunciado fin de la familia tradicional con la aprobación del matrimonio igualitario.
La persecución a las personas y derechos LGTBI sí que es ideológica. Ningún régimen totalitario nos ha tolerado ni tolera. Hablan los nuevos gobernantes del PP, como Marga Prohens, de que hay que respetar a los votantes de Vox y que es desde ahí desde donde tiene sentido asumir sus postulados anti derechos. Yerra completamente la nueva presidenta balear. En una democracia que ha suscrito tratados internacionales y tiene el marco normativo actual, lo que hay que respetar son los derechos humanos, y nadie está legitimado para pisotearlos en su afán de llegar al poder. Además, ¿qué ocurre con los votantes del PP? Si hubieran querido esas políticas de gobierno hubieran votado a la extrema derecha, ¿quién respeta a los votantes populares? Especialmente a los votantes LGTB del PP. Un estudio de 40db para la FELGTB señalaba, en el mes de abril, que el 19,6 % de las personas LGTBI iban a votar al PP en las municipales y autonómicas. Sería interesante saber que harán, ellas y sus familias el próximo 23 de julio.
El PP no quiere derogar el sanchismo, quiere llegar al poder y sabe que solo puede hacerlo con la extrema derecha. Le da igual España, la unidad y la convivencia en nuestro país. Ese es el peligro, que no son lobos, ni corderos. Son hienas, la duda es si sus votantes serán capaces de verlo antes de que sus políticas devoren nuestros derechos, los de todos y todas, antes de que sus políticas vayan poniéndonos, cada vez más, en peligro. Esto es solo la punta del iceberg.
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