Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

El asesinato de Khashoggi: lo que cambia... y lo que no

El periodista Jamal Khashoggi

Leila Nachawati

“¿Qué haría falta para que las relaciones con Arabia Saudí dieran un giro?”, le preguntó recientemente una periodista de Newsweek al periodista saudí Yamal Khashoggi: “Haría falta una crisis sin precedentes del propio país”, respondió Khashoggi. Fue una de las últimas frases que pronunció antes de desaparecer en el consulado saudí en Estambul, el 2 de octubre de 2018.

Khashoggi, uno de los periodistas más reconocidos del país, que pasó de entrevistar a un joven Bin Laden en los años 80 a trabajar para los principales medios saudíes y finalmente a vivir en el exilio tras sus textos críticos de las políticas del príncipe Bin Salmán, no imaginaba que la crisis sería él. Que su asesinato ya confirmado, en suelo saudí y a la vez turco, llevaría al límite las tensiones entre ambos países, y que el resto del mundo se vería obligado a repensar sus relaciones con un régimen autoritario que lleva décadas nutriendo de petróleo a sus aliados. Hace unas semanas que desapareció y la “crisis” que predijo el periodista sin saberlo ya está provocando cambios.

Tensiones en aumento

El asesinato de Khashoggi, perpetrado en Turquía, aunque sea en el interior del consulado de otra potencia, lleva a un extremo sin precedentes la tensión entre Turquía y Arabia Saudí, una tensión que no ha dejado de aumentar tras el supuesto golpe de estado de 2016, en el que el príncipe heredero Mohamed Bin Salmán se posicionó con el golpe y contra Erdogán. El presidente turco se presenta ahora como el interlocutor fuerte que le gusta proyectar que es, denunciando ante su Parlamento, y ante el mundo, “el brutal asesinato de Khashoggi”.

Y si la satisfacción de Erdogán al ver a Bin Salmán cuestionado por sus principales aliados es evidente, la de la monarquía de Qatar, país que en junio 2017 sufrió el boicot de Arabia Saudí y sus aliados, no lo es menos. La desaparición de Khashoggi monopoliza prácticamente la cobertura del canal qatarí Al Jazeera, que emite cada novedad del caso y señala las contradicciones en los discursos oficiales de las autoridades saudíes, que han pasado de negar la muerte del periodista y afirmar que había salido del consulado poco después de tramitar allí sus papeles de matrimonio a referirse a una supuesta pelea a puñetazos en la que Khashoggi se enfrentó a sus entrevistadores y que acabó con su muerte, sin que el rey heredero estuviese al corriente de nada de esto. Todo parece indicar, sin embargo, que la operación fue supervisada en todo momento por un alto cargo de Bin Salmán.

Aparte de Erdogán y la monarquía de Qatar, dos potencias condenan abiertamente a Arabia Saudí: Canadá y Alemania. Tras la desaparición del periodista, ambas anunciaron la ruptura de relaciones comerciales con el país “hasta que se esclarezca lo ocurrido”. Francia y Reino Unido se suman a las críticas con un comunicado en el que piden que se investigue esta violación de la Convención de Viena sobre relaciones consulares.

Entretanto, aumentan las tensiones en EEUU, con Trump aireando sin pudor los beneficios millonarios que reporta a su país la relación con los Saud. Con el Congreso abiertamente en contra, no parece que Trump lo vaya a tener fácil para que la relación con Arabia Saudí no se resienta. Su única baza (y la de Arabia Saudí) es la ventaja que supondría para Irán una pérdida de liderazgo saudí en la región. Tras el anuncio de las últimas sanciones estadounidenses contra Irán, Trump cuenta con el aumento de crudo saudí, algo a lo que Bin Salmán ya se ha comprometido.

¿Quién se mantiene fiel a Bin Salmán?

La lista de apoyos coincide con los promotores del boicot a Qatar. Los principales socios de Arabia Saudí en la región son, y siguen siéndolo de momento, Egipto, Bahréin y Emiratos Árabes Unidos. A ellos se suma Jordania, en un intento de mantener su frágil equilibro regional. Ningún otro país apoya abiertamente a Bin Salmán, aunque muchos oscilen entre la tibia condena y la contención.

En esa tibieza podemos incluir a España, que con 2.000 millones de euros en exportaciones anuales es el cuarto proveedor de material armamentístico al país, una cifra que no sólo no ha dejado de aumentar sino que se ha triplicado en la última década. En el contexto de una relación más que fluida entre ambas monarquías y del reciente contrato de Navantia, histórico para la industria española, el posicionamiento del Gobierno español contrasta con el de potencias como Canadá y Alemania (el 23 de octubre rechazó vetar la venta de armas a Arabia Saudí, tras una propuesta de ley apoyada por Compromís, Unidos Podemos, ERC y PDeCat).

¿El fin de la guerra de Yemen?

Bin Salmán es el claro promotor de la guerra de Yemen, el responsable como ministro de defensa de liderar una coalición para invadir el país. El replanteamiento de relaciones con Arabia Saudí podría ser clave en el fin de esta coalición y por tanto de la ofensiva contra Yemen, hundido desde hace años en una gravísima crisis humanitaria.

La caída en desgracia de Bin Salmán apunta a un cese de las relaciones comerciales con al menos parte de sus socios, sobre todo en lo relativo a armamento, lo que podría llevar a una parálisis en una guerra que ni con todo el armamento a su alcance ha logrado ganar. Podría también devolver a la actualidad a Yemen, un país devastado y hundido en una hambruna y una situación humanitaria insoportable, al destaparse nuevas violaciones contra los derechos humanos que no habían pasado a un primer plano hasta ahora.

Según el diario Al Khaleej Online (noticia en árabe), uno de los ejemplos más flagrantes de estas violaciones sería la contratación de mercenarios formados en Israel por parte de la coalición liderada por Arabia Saudí. A través de un acuerdo entre Israel y Emiratos Árabes Unidos, cientos de mercenarios se habrían formado ya en el desierto de Néguev (situado en los territorios palestinos ocupados en 1948) para luego unirse a la guerra contra los hutíes en Yemen. Entre las labores de este grupo de mercenarios estaría el “asesinato selectivo” de profesores, responsables políticos y personalidades yemeníes contrarias a la invasión de la Coalición.

Lo que no cambiará

El asesinato de Yamal Khashoggi podría suponer un antes y un después en las relaciones de Arabia Saudí con el resto del mundo. Lo que parece difícil que dé un vuelco, en cambio, es la impunidad que sufren defensores de derechos humanos y periodistas que, como Khashoggi, denuncian abusos de poder en Oriente Medio (y en el resto del mundo), una tendencia que no ha dejado de aumentar, con cifras que en 2017 rompieron un nuevo récord. En un contexto de regímenes autoritarios, conflictos, desigualdades crecientes y ausencia de rendición de cuentas en las injerencias regionales e internacionales, de Irán a Arabia Saudí, de Bahréin a Siria, pasando por Turquía o Israel, el goteo de asesinatos y detenciones de periodistas es diario y requerirá de transformaciones sistémicas que no parece que el trágico asesinato de un periodista saudí vaya a desencadenar.

Si fue reveladora la frase de Khashoggi que abre este texto – “sólo una crisis sin precedentes dentro del país podría hacer que el mundo replantee sus relaciones con la monarquía saudí” – también lo es la última que escribió, la que encabeza su último artículo, publicado póstumamente en el Washington Post: “Lo que más necesita el mundo árabe es libertad de expresión”. Esto que tanto necesita el mundo árabe, al contrario de la “crisis” que Khashoggi predijo, no parece que vaya a ocurrir en un futuro cercano.

Etiquetas
stats