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25 de noviembre

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Cuando hablamos de violencia de género, de violencia machista, de violencia contra las mujeres, aunque haya quien continúe negando la evidencia, hablamos siempre de lo mismo. A algunos y algunas se les llena la boca de excusas y palabrería barata para justificar la violencia y cegarse ante una realidad.

Cuando es necesario aún, en el siglo XXI, que exista un 8 de marzo o un 25 de noviembre, porque aún es necesario, es porque existe un problema de visibilidad, aceptación, realidad, o un problema aún más grande en forma de sociedad.

Miro a mi hija y me hago preguntas, muchas preguntas. Me pregunto si ella tendrá que elegir en un futuro por jugar al futbol porque una profesora de educación física la ridiculice delante de toda la clase con sólo 11 años por querer jugar al futbol, como le pasó a su madre. Me pregunto si mi hija se sentirá desplazada sólo por no querer besar a un chico porque simplemente siente que no quiere besarlo, aunque sus amigas le animen a ello. Me pregunto si mi hija tendrá que salir de casa de un rollete medio corriendo porque de pronto ha visto algo que no le gusta cuando él le intentaba desabrochar el pantalón. Me pregunto si mi hija podrá salir de fiesta tranquila, con sus amigas y amigos, a tomarse un refresco, una cerveza o una copa, o diez, o lo que quiera. Me pregunto si cuando vuelva de fiesta volverá con las manos en los bolsillos, cruzando los dedos como si eso la fuera a salvar de aquel tipo que la mira desde el fondo, o si cogerá el móvil cuando ese tipo de la gorra sentado delante de ella se levante a la misma vez para bajarse en la misma parada del búho, o si correrá una maratón para llegar al portal y poder gritar “¡Casa!” para sentirse a salvo.

Es difícil explicar todo esto a gente que no quiere escuchar. Es difícil explicar que cuando recibes la primera agresión física es porque hay mucha, mucha, muchísima, agresión psicológica por detrás. Es difícil y, a veces, cuando lo explicas te llevas un “uy eso es lo normal”, “por eso también he pasado yo”, “eso es una relación”, etc. Una vez escuche una de estas palabras, y la chica que las pronunció se suicidó tiempo después. Así es muy difícil.

Por eso, hoy, 25 de noviembre, quiero decirle a mi hija, a tu hija, a tu hijo, a la vecina, a esa chica que está empezando una relación con un chico, a la que ya no es tan chica, a la que tiene dos carreras y un máster, a la que tiene el graduado escolar, a todas, a vosotras, que vosotras TENÉIS VOZ, y que vuestra voz se tiene que levantar más alto que cualquier muro.

Por eso, hoy 25 de noviembre, te digo:

Cuando tu pareja te diga que con ese pantalón pareces una puta y todo el mundo te mira, huye.

Cuando tu pareja te diga que para que vas a ir con tus amigas tu sola porque sino él no las puede conocer, huye. Y si siempre te dice lo mismo, huye mucho más lejos.

Cuando tu pareja te diga que para que vas a seguir estudiando o trabajando si él puede ganar para los dos, huye.

Cuando tu pareja te diga que pudiéndote quedar en casa con los niños que necesidad tienes de trabajar, aunque tú desees trabajar, huye.

Cuando tu pareja te diga que le llames cuando te levantes, cuando llegues al trabajo, cuando salgas del trabajo, cuando llegues a casa y cuando te vayas a dormir, huye.

Cuando te digan que estas muy gorda, o muy flaca, o que deberías vestir de una u otra forma, en general, huye.

Cuando alguien te diga que no sirves para nada, o que no te sientas valorada, huye.

Porque si no huyes en estas y otras mil situaciones, si no huyes ahí, te encontrarás un día sin independencia económica, vistiendo chándal todos los días, sin cuidarte, aunque te mires al espejo y te veas fea, pensando que “si le dejo a ver quien me va a querer” y llorando por las noches porque, otra vez más, has hecho algo que él considera malo. Y entonces te haces pequeñita, pequeñita, pequeñita, y crees que total no eres nada y que menos mal que está él, o lloras todas las noches pensando en que ha pasado para que antes fueras una niña super feliz y te hayas convertido en la mujer que un día juraste que no ibas a ser.

Y si consigues huir, porque a veces no es fácil, pide ayuda, denuncia, ves al trabajador social, al psicólogo, a dónde te sientas segura. Lo más duro es entender toda la violencia que has sufrido y te aseguro que las marcas duran mucho tiempo, mucho más del que puedas imaginar, más que las marcas físicas.

Flora, Conchi, Mari Carmen, Mari Cruz, Isabel, Jordina, Johana, Warda, Lucía, Betty, Mayte, Nicoleta, Alla, Inma, Rocío, Alicia, Consuelo, África, Hazna, Mª del Pilar, Mª de los Angeles, Amal, Pamela, Mónica, Erika e Isabel son algunas de las muchas mujeres que no huyeron, que no pudieron huir, que ya nunca podrán huir. Por ellas, por nosotras, por nuestros hijos, tenemos que seguir luchando para que quizás algún día no haga falta nada que reivindicar.

Hoy, 25 de noviembre, tenemos mucho que luchar, y seguiremos peleando hasta el final, como hicieron hace más de 60 años las hermanas Mirabal. Gracias hermanas. Gracias a todas. La lucha continúa.

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