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¿Está Arrimadas en el precipicio?
Un buen día, Albert Rivera, después de abandonar Ciudadanos, el partido que había liderado durante años, hizo unas declaraciones cargando contra Inés Arrimadas, su sucesora. “Cuando pierdes la dignidad, eso no se recupera”, dijo Rivera en la presentación de su libro, desmarcándose de la estrategia de la actual líder del partido relativa a la negociación de presupuestos, y se quedó tan ancho.
Se marchó del partido después de que su estrategia política fuera una debacle para la organización. El partido se quedó tiritando tras unos resultados electorales pésimos en las últimas elecciones generales: de 57 escaños pasó a 10 en siete meses. Una caída en picado sucedida de una despedida mediática con excusas que en ningún caso entonaban el mea culpa, aludiendo motivos personales y jurando y perjurando que se iba a alejar de la política y que no tutelaría al partido del que ya era ex.
Se despidió sin hacer autocrítica, un puntito emocionado y dándose palmaditas en la espalda, el caso es que, según él, había acabado una etapa de su vida y empezaba otra muy ilusionante. Sin embargo, ahí dejaba el pastel, lo que vulgarmente se llama “moco de los gordos”.
Por otro lado, Inés Arrimadas, había conseguido que su partido, en las elecciones catalanas de 2017, se proclamase vencedor, con 36 escaños. Un auténtico pelotazo. Estos excelentes resultados llevaron a Arrimadas a dar el salto a Madrid, del Parlament al Congreso de los Diputados.
Los cambios de timón de Rivera llevaron a la formación naranja a la deriva, e Inés Arrimadas, que había estado en la cresta de la ola, tras la marcha repentina de su líder, se convirtió de un día para otro en su sucesora. Quién mejor que ella para liderar el partido, ¿verdad? Sin embargo, se encontró con un punto de partida imposible hasta para el Ave Fénix. Tomaba el timón de una agrupación hecha añicos, desconcertada y perdida, y con unos datos desastrosos. A Inés Arrimadas le habían colocado en el precipicio. ¿Una casualidad? Su llegada al Congreso fue el inicio de un desgaste progresivo imantado por el propio devenir del partido. Insisto, ¿una casualidad?
Arrimadas heredó la hecatombe generada por la estrategia política de Rivera. Y claro, de aquellos barros estos lodos. Después del nefasto resultado de las últimas elecciones catalanas se cuestiona su liderazgo, incluso piden su dimisión. Sin embargo, el que Arrimadas asumiera el liderazgo de un partido en crisis no es un caso aislado. Theresa May tomó las riendas de su partido en pleno lío del Brexit (a pesar de mostrarse en contra) para acabar dimitiendo y que, como señala la politóloga Eva Silván, sería un hombre, cumpliendo con el 'principio del salvador', Boris Johnson, el que ocuparía el puesto de Primer Ministro del Reino Unido.
Son puestos aparentemente de éxito, de máxima responsabilidad, pero en realidad son caramelos envenenados, una trampa que puede acabar de dos formas: cuando la mujer arregla el problema suele ser sustituida por un hombre, o es tal el desaguisado que no consigue solucionarlo, por lo que un hombre “acude a su rescate”, ya que ella “ha sido incapaz de repararlo”. Lo que la ocurrió precisamente a May.
El fenómeno en el que las mujeres llegan a la cumbre para enfrentarse a un abismo es lo que los académicos británicos Michelle Ryan y Alex Haslam denominaron en 2004 “glass cliff” o “precipicio de cristal”, tras realizar un estudio sobre las empresas del FTSE 100, que venía a demostrar, como explica Silván, “la tendencia de las empresas a nombrar a mujeres en posiciones de liderazgo cuando están al borde del precipicio, circunstancia asociada con un mayor riesgo de fracaso y crítica”.
Inés Arrimadas está ahora mismo asomada al precipicio que diseñó su predecesor, las presiones son enormes, y la sombra de Albert Rivera es más que alargada, de hecho parece seguir vinculado a la política, por mucho que jurase y perjurase, sus apariciones públicas contradicen el discurso de su adiós. ¿Veremos a Rivera con el traje de Superman?
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