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Ni fascismi ni comunismi

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. EFE/Emilio Naranjo/Archivo

Olvido Guzmán

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Pues yo sí creo a la derecha cuando habla de libertad, naturalmente hablan de su libertad, la de reducir derechos, precarizar el trabajo, robar impunemente, ser juzgados (si llega el caso) por los suyos; su libertad de robarte tu libertad, porque, claro, ellos también tienen la libertad de renombrar y redefinir el concepto de libertad, como la tienen de reescribir (y borrar) la historia. La cosa es que cuando la derecha habla de libertad no está hablando precisamente contigo.

La última estrategia ahora es equiparar fascismo y comunismo, un ejemplo no de ignorancia, sino, una vez más, de su libertad para inventarse la historia.

Algo que le interesa mucho a la derecha es desideologizar al que ha perdido casi toda esperanza en la clase política, y de esa manera, pensando que todos los políticos son iguales: unos ladrones, corruptos y sinvergüenzas, ya perder la esperanza toda. Un obrero explotado que haya caído en esa desesperanza no confiará en políticas que defiendan y protejan sus derechos, le dará igual ocho que ochenta, y será vulnerable a los mensajes simplistas e incendiarios de la derecha; así encontramos disparates como clase obrera, inmigrantes y víctimas del patriarcado feroz radicalizados que votan a la extrema derecha.

Es el mismo recorrido que tiene esta equiparación entre fascismo y comunismo: “tú me llamas fascista, pero yo te llamo a ti comunista, que es peor”. Quizá se atrevan a proponer algo así porque, en su libertad de elegir colegio, las clases de historia que recibieron no eran de mucha calidad (tampoco eso les importa mucho, total, los títulos académicos se pueden comprar). Es como eso de “ni machismo ni feminismo: igualdad”, y te quedas con cara de ¿este qué está diciendo? (o “esta”, que es peor). Simplificar lo complejo, reducir a la mínima expresión las consignas, para que no tengas que pensar mucho y puedas repetirlas sin problema: ese es el objetivo.

Además, hablando de si fascismo y antifascismo son lo mismo, no hablamos de otras cosas, como por ejemplo, de si el fallo multiorgánico provocado por estrés que ha dejado a tu vecino veinte días ingresado en la UCI tiene algo que ver con un jefe explotador, que no paga ni las horas extras ni ninguna. Y no hablamos tampoco de que si ese mismo vecino sigue vivo es gracias a una sanidad pública que se deja el pellejo a pesar de ser este otro sector precarizado y denigrado. Mete a Stalin en una conversación y no hablaremos de las víctimas que se ha cobrado hoy el capitalismo.

Leer, informarse, estudiar, pensar, dilucidar, todo eso implica un compromiso con uno mismo, y sobre todo un esfuerzo. Sí, soy muy pesada con este tema, soy profesora y cada día lo veo en los más jóvenes. No podemos caer en la desidia, en la desesperanza ni en la pereza: nos va la vida en ello. Literalmente.

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