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El flanco sur
Pensaba en un artículo sobre las leyes progresistas y los esfuerzos del Gobierno de coalición para aplicar medidas que mejoren la vida de quienes peor lo pasan, más en estos tiempos bélicos y críticos, cuando todo se estampó contra las vallas de Melilla.
Las imágenes que nos llegan son tan dolorosas que nada, ni siquiera el recurso a la presencia de mafias (o a fantasmas que se quisieran invocar), lo puede disimular. Siguiendo el rastro del tufo llegamos a la causa última que ha provocado la masacre. España y la UE tenían pensado subcontratar a Marruecos como defensor de los límites de la civilización, eufemismo de masacre en la frontera. La causa primera de esta huida de seres humanos (considerados por muchos “solo” migrantes, no personas, y, peor aún, negroafricanos) de sus lugares de origen está en el hambre, la violencia, la guerra o la esclavitud, en las que la “in-civilización” occidental y europea tienen un importante grado de responsabilidad.
Las palabras iniciales de Pedro Sánchez calificando de “extraordinaria” la actuación policial marroquí y que el conjunto de la operación asesina le parezca “bien resuelta”, fueron muy desafortunadas. El coro de aduladores acríticos que suele rodear a los jefes actuó en consecuencia justificando lo injustificable y mintiendo. Pero no nos engañemos; excepto para unos pocos, las reacciones contra la matanza durarán un rato y enseguida aparecerán nuevas noticias que silencien este horror. Primero nos llevaremos las manos a la cabeza, después a los ojos, para no ver, o volveremos aquella con disimulo para observar otros paisajes que tranquilicen nuestra conciencia.
El grado de cinismo de las declaraciones del Presidente alcanza un nivel similar al de la derecha, que ahora critica lo que justificó cuando la matanza de inmigrantes en la playa del Tarajal de Ceuta hace unos años y ya conocemos de sobra cómo piensa en esta cuestión.
Pedro Sánchez ha tardado en matizar sus lamentables palabras; todavía no había visto las imágenes, se defiende. Afirma que “la política migratoria no solo puede ser de refuerzo de nuestras fronteras, sino que hay también que trabajar en los países de origen. Lo que hemos visto en Nador es una tragedia, sin duda alguna, el último acto de una tragedia que empieza mucho antes”. Las causas se conocen; sin embargo, no se actúa nada más que sobre las consecuencias negativas de la migración, porque solo nos interesa nuestro confort; cuando sus miserias nos incomodan, actuamos. Si bien, la pregunta que se hace en verdad nuestro mundo es: “¿Por qué no se morirán en su tierra sin molestarnos?” En cambio, la que no se hace nunca es: “¿Qué haríamos nosotros en su lugar?”.
La diferencia en el trato a los ucranianos, absolutamente plausible y necesario, con el dado a los africanos que también pretenden refugiarse en Europa es terrible e injusta.
En el asunto que nos ocupa, Nador rima doblemente en consonante con hedor.
Biden ha venido a tomar posesión de Europa, a través de esta OTAN estimulada por Putin. A la mañana siguiente de la dulcificación de sus intenciones mediante foto junto a Las Meninas y cena en el Museo del Prado, un banquete con mucho arte, se celebra la reunión en la que se decide armar más a los países para asegurar, dicen, la paz. El nuevo concepto estratégico implica una dirección que es, a la vez, una renuncia. Independientemente de los motivos, esto muestra la derrota de un modelo. También se echa en falta una respuesta desde las izquierdas más allá de eslóganes como “OTAN no” (vale, ¿entonces qué?), “sí a la paz” (todos de acuerdo, o casi) o más allá de que enviemos a Ucrania cariño y no armas. Se necesita tener poder colectivo para movilizar al personal y no parece esa la tendencia que le indica la demoscopia al progresismo. Al menos, se debe potenciar una UE que no tenga que depender de EE. UU., valorar la autonomía de la seguridad europea e invertir en ello y, por consiguiente, no contribuir con más dinero a la organización atlántica. Esto precisa de un debate serio en la izquierda española y europea que no se reduzca a volver a coger las pancartas con ¡OTAN no, bases fuera! Ni entregarle la UE a EE. UU. a través del organismo atlantista. Se trata de pensar y proponer alternativas reales a una situación dramática.
En su apuesta por la geometría variable, que significa que te pueden llover palos desde todos los lados y ángulos posibles, incluidos los tuyos, Pedro Sánchez propone el incremento de gasto en defensa comprometido en la cumbre si encuentra alguna figura geométrica en la que apoyarse para que cuadre la inversión belicosa. Esta legislatura va camino de acabar en un icosaedro político.
Sin olvidar a los que cada día luchan por mejorar nuestras vidas, que los hay y es justo reconocerlo, tampoco podemos ignorar la realidad, aunque mientras tanto miremos de reojo hacia Utopía. Antón Costas asegura que el pesimismo está sobrevalorado, pero habrá que reconocer que el futuro que se nos dibuja como único posible, un mundo de uniformes militares y tanques, se parece demasiado a Distopía.
Allende las fronteras, al otro lado de todo están los que no tienen nada, los que, ocurra lo que ocurra, siempre pierden.
En este largo ínterin en el que hemos ido renunciando a la cultura mediterránea, cuna de civilizaciones y ahora tumba de ellas, para centrarnos en lo atlántico, surge el término “flanco sur” en referencia a la procedencia de las amenazas. En la actualidad solo interesa Marruecos como muralla defensiva que frene la miseria inmigrante.
El ministro de Exteriores, además de salirse por un lateral cuando quería referirse a la parte trasera, aquella a la que damos la espalda y no miramos nunca, acuñó la expresión para apuntar que el nuevo concepto estratégico otanista nos defiende para que los negroafricanos no nos den por retambufa. No obstante, recurrir al Diccionario Lunfardo o al Sohez (así, con hache intercalada) hubiera quedado fatal en ambiente tan sobrio. Suena mucho mejor flanco sur.
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