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Inmunidad de rebaño y descrédito de lo colectivo en los medios de comunicación españoles
De esta sociedad se puede decir cualquier cosa excepto que es inocente. Puede parecer casual que una expresión ofensiva como la de la “inmunidad de rebaño” para referirse al efecto que alcanza una sociedad con un porcentaje determinado de ciudadanos vacunados o inmunidad colectiva, haga fortuna y sea repetida sin recurrir a sinónimos más decorosos. La desagradable manía de nombrar a los miembros de esta sociedad como “consumidores”, en lugar de compradores o clientes a los usuarios de servicios, complaciéndose en definirlos por la condición más primaria, cuya característica principal es la de rumiar, roer, gastar… Consumir.
Si aceptamos, que no aceptamos, esta falta de consideración es porque, y aquí viene lo bueno, los medios de comunicación las han normalizado. La mayoría de ellos pertenecen a lo que deberíamos llamar la caverna mediática, en la que lejos de la vista ciudadana y sin informadores que sirvan al público, sí que se consume abundante forraje del pesebre mediático y se discute con la boca llena quién recibe más y quién menos por los favores prestados a los dueños y consortes de las empresas participantes en el bien surtido bufé. En lugar de dedicar sus esfuerzos a contrastar y difundir información, practican una suerte de subasta y elaboración de juego de avatares mediante el cual las empresas, los dueños de estas, sus patrocinadores y socios son presentados públicamente con una luz favorecedora que falsea su imagen y sus actos.
De las grandes empresas de televisión nacional con servicios informativos que emiten en abierto y en todo el territorio: TVE, La 2, tv24h, A3, 4tv, T5, la 6ª y que me disculpen si olvido alguna, la orientación sociopolítica es cada campaña electoral que pasa, más clara. La televisión pública posee tres emisoras que son fiscalizadas constante e implacablemente por este rasgo desde las cuatro privadas, llegando a estar más pendientes de la crítica de la competencia que de satisfacer su función ética e informativa. No se plantea debate de relevancia sobre el ostentoso e inapelable sectarismo político del póker de emisoras de propiedad privada que resultan ser extremadamente coincidentes pese a los esfuerzos que hacen para ofrecer una apariencia de pluralidad representativa de la sociedad. Son empresas privadas libres de promocionar una línea ideológica en consonancia con la de sus propietarios y no ocultan la defensa de sus intereses socioeconómicos con una potente herramienta que impone modelos de comportamiento, desacredita formas de ser y estar en la sociedad, divulga las bondades a menudo ficticias de determinados programas políticos y fundamentalmente hace “ruido” cuando alguna iniciativa política critica los privilegios de sus promotores, asfixiando la posibilidad de ser conocida y divulgada libremente entre la población. ¿Sabían ustedes que durante años se ha perseguido a la familia del ex vicepresidente del gobierno y líder de UP, Pablo Iglesias, cercando su casa, acosando a sus hijos, sin que ninguna de las televisiones ni públicas (no vaya a parecer que le apoyamos), ni privadas (leña al mono que es de goma) hasta que dimitió de todos sus cargos y abandonó la política?
Así nos encontramos en el ámbito televisivo de masas que dejando al margen las tres emisoras públicas, las otras cuatro trabajan en pro de una orientación política que podríamos definir entre derecha y ultraderecha, de modo que toda la información difundida a través de sus espacios dedicados a informar pasa el filtro oportuno que selecciona la versión más favorable a los intereses de los partidos situados en las posiciones que defienden sus privilegios, que son los más conservadores o reaccionarios del parlamento. Cualquier hecho noticioso se verá contaminado por el interés político de los “patrocinadores”, ya se difunda por los canales que tan pomposa como inadecuadamente denominan informativos, ya sea a través de los programas conocidos como “magacines” o tertulias que se dedican a comentar selectas noticias y sucesos de actualidad.
Las entretelas de estos espacios en los que se “comentan” los acontecimientos y eventos preferidos que se producen en el mundo están teñidas del color que interesa a sus mecenas, blanqueando el proceso con la martingala de una aparente pluralidad en la selección de los contertulios dirigidos y moderados convenientemente por la estrella televisiva que presenta el espacio. De modo que tenemos unas televisiones de derecha o ultraderecha política muy eficaces pero que no representan a toda la sociedad española ¿Y la izquierda? ¿Para cuándo una tv que sea justa con la izquierda? Las audiencias españolas todavía no han aprendido a defenderse del acoso mediático. No han tomado conciencia del poder que tienen en su mano de castigar a aquellas televisiones que les ocultan información o la manipulan flagrantemente, con un simple gesto ejerciendo presión sobre el pulsador del mando de la tele.
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