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“Jefe, ¿tengo su permiso para delinquir? La lógica corrupta de Miguel Ángel Rodríguez
De entre todas las ignominias, las mentiras y las aberraciones que hemos presenciado, aunque en diferido, en el proceso contra el Fiscal General del Estado hay un razonamiento extremadamente disparatado que no he visto que haya sido rebatido con la contundencia que merece. MAR (Miguel Ángel Rodríguez) afirmó ante los magistrados que el autor de la filtración fue, sin duda, el FGE, y no pudo ser ninguna de las otras 600 personas que tuvieron oportunidad de acceder al correo filtrado, por una deducción “lógica” irrebatible: que la Fiscalía es una institución “jerarquizada” y, por tanto, nadie hubiera podido filtrar el mensaje sin la autorización de García Ortiz. El espíritu de las grandes figuras de la historia de la Lógica, desde Aristóteles a Frege o Bertrand Russell, pasando por Ockham o Descartes, deben de estar petrificándose en alguna parte de otra dimensión, porque el argumento de Rodríguez retrata, a él mismo y a quienes lo aceptan, como los auténticos ceporros semianalfabetos que son (aunque algunos muy leídos, eso sí). Miguel Ángel Rodríguez ya ha delinquido en el pasado, pero él no ha sido un delincuente típico. El delincuente típico procura que no se descubra su delito, que suele cometer en secreto y, si tiene un superior jerárquico, suele procurar que éste no se entere de su fechoría. Miguel Ángel Rodríguez ha sido un delincuente que se ufanó públicamente de sus desafueros. Fue condenado por “un delito continuado de injurias graves con publicidad” contra el Dr. Montes. También fue condenado por un “delito contra la seguridad vial” por conducir cuadruplicando la tasa de alcoholemia permitida y provocar daños en otros vehículos aparcados (menos mal que no se le cruzó ningún peatón). En esta ocasión no pudo evitar hacer gala ante los agentes de la Ley, de su estúpida fanfarronería, que últimamente se resume en su ignominioso lema “p'alante”: “Me lo he bebido todo”, dijo. Ninguna de las dos condenas, claro está, fue dictada por el Tribunal Supremo, donde MAR parece tener derecho a mentir impunemente y a saber con extraña clarividencia qué decisiones se van a adoptar en esa sala, donde seguramente nadie filtra nunca nada.
Tal vez por todo esto MAR no se quiere percatar de que esa desvergüenza suya no es nada frecuente entre quienes desean delinquir, y que SU lógica está corrompida por su propia perversión intelectual (aunque es peligroso integrar la palabra “intelectual” en una frase relacionada con MAR). Quien filtró el correo que destapaba la “lógica” corrupta y calumniosa de MAR y de sus mentiras, difundidas por los panfletos neofascistas encabezados por El Mundo, tenía acceso al archivo que lo contenía y es posible que estuviera entre el personal de la Fiscalía. Pero es casi seguro que el/a filtrador/a sabía que estaba cometiendo un delito. Lo verdaderamente lógico es que, por muy sujeta que esa persona estuviera a una estructura jerárquica, filtrara el correo en el más estricto secreto, porque era consciente de que el propio Fiscal General se habría percatado de que esa filtración era un delito que, además, era innecesario, dada la nota de prensa que pensaba publicar inmediatamente. ¿Cree MAR que la persona que filtró el correo permitió que García Ortiz se enterara? ¿Es posible que en el Tribunal Supremo haya jueces que admitan como válida esta salvajada? No hay institución más jerarquizada que el Ejército. Pero no puedo imaginar a un soldado, en una trinchera, diciendo “Mi sargento, me da usted su permiso para desertar?”
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