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Memoria involuntaria
¿Puede provocar recuerdos la visita a un museo de la memoria? Esos espacios que se crean para que no olvidemos hasta dónde puede llegar la crueldad del ser humano, pero donde hay recuerdos de otros, no míos. La visita al Museo de la Memoria de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) es diferente, en él están mis recuerdos, o mejor dicho, una parte de los que están allí, me pertenecen. Si todos los recuerdos que provoca la visita fueran míos, hoy no estaría escribiendo este texto, seguramente estaría muerto.
La tristemente célebre la ESMA actúo como centro clandestino de detención, tortura y exterminio durante los años de la última dictadura militar argentina. Se calcula que allí estuvieron en cautiverio alrededor de cinco mil personas secuestradas por las fuerzas armadas y de seguridad; solo sobrevivieron quinientas.
¿Qué recuerdos puede provocar la visita a un sitio así? Fundamentalmente del miedo, del dolor y de la rabia sufridos. Volver a sentir cómo vivimos el miedo en esos años, el terror que se te pegaba en la piel casi sin darte cuenta. Tener miedo sin saber que lo estás sintiendo, aunque por momentos casi te paralice. Tratando de vivir sin pensar mucho en lo que nos estaba pasando, ese era el mecanismo de defensa, el recurso para no enloquecer. Quienes lo provocaron, un día marcharon, pero el miedo quedó, y fueron necesarios muchos años para poder despojarnos de él.
La sucesión de flashbacks que provoca el recuerdo de la visita llevan también al dolor. El dolor por las carnes desgarradas, por la dignidad pisoteada, por los cuerpos exánimes, y por los que ya no están, pero aún no sabemos donde están. Porque como dijo de forma cínica y perversa el dictador Videla refiriéndose a ellos, “no están muertos ni vivos… están desaparecidos”. Y finalmente la rabia. Rabia por los años de juventud robados, rabia por la violencia, rabia por los libros no leídos, rabia por las canciones no escuchadas, rabia por las películas no vistas...
Intentaron anularnos como seres humanos, en nuestra capacidad de pensar y sentir. Pero no lo consiguieron porque el pensamiento es lo único que no se puede encarcelar, en todo caso, solo se lo puede eliminar a través de la muerte.
Y los sobrevivientes, hoy, seguimos recordando.
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