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Serrat
Joan Manuel Serrat, el del barrio del Poble-sec (Barcelona), nacido en 1943, hoy hace 79 años, músico, cantautor, poeta y responsable de algunas de las más bellas canciones escritas en lengua castellana y catalán; militante del Partido Socialista de Catalunya (PSC); luchador comprometido con la libertad durante el tardofranquismo y contra las dictaduras del Cono Sur en su querida América Latina, se ha “jubilado”. Se ha jubilado “El noi del Poble-sec”.
Su despedida del gran público tras 60 años de actividad musical, centenares de conciertos en España y al otro lado del charco, aclamado por varias generaciones; autor e interprete de más de 400 canciones, recopiladas en 32 álbumes. Y, sobre todo, el responsable de que el gran público conociera la poesía de dos de los más grandes poetas españoles: Miguel Hernández y Antonio Machado proscritos por la dictadura franquista.
Ha formado parte de la banda sonora de mi vida y de mi educación sentimental que corría paralela a mi compromiso político (supongo que como miles de jóvenes de mi generación), junto a Víctor Manuel, Ana Belén, Luis Eduardo Aute, Labordeta, Miguel Ríos, Mercedes Sosa, Chavela Vargas, Paco Ibáñez, Raimon…y, por supuesto, Los Beatles.
Pero para mí, hay dos Serrat, condicionado por la peculiaridad de su voz. Una voz, única e irrepetible pero que la naturaleza le legó a su propietario con “fecha de caducidad” (no es el único, le ocurre lo mismo a Víctor Manuel). Hay cantantes, por el contrario, cuyas voces son eternas y pueden seguir interpretando con “un pie en la tumba” (Leonard Cohen, Chavela Vargas…). Por ello, mi Serrat dejó ser el Serrat de “Mediterráneo, el de ”Penélope“… coincidiendo con la entrada del nuevo siglo. Todavía se me ponen los pelos de punta cuando escucho a ”La Negra“ su ”Gracias a la Vida“ o ”Mediterráneo“ de Serrat o ”Al Vent“ de Raimon,… no lo puedo evitar, soy un nostálgico irredento.
Acudí al ultimo recital, como fiel devoto de su música, en Salamanca hace 16 años. Por entonces, no recuerdo salir del mismo “con las pilas cargadas” como otras veces. Percibí que su voz se agotaba y ya no era lo mismo; no obstante, su compromiso social y político se mantenía, lo que generaba esa complicidad con “sus fieles” que iba más allá de la música. .
Como olvidar aquel regalo para el espíritu que nos hizo Joan Manuel con el álbum dedicado a Miguel Hernández en el año 1972 (“Menos tu vientre”, “Para la libertad”, “Nanas de la cebolla”, “El Niño yuntero”, “Llegó con tres heridas”…) Esas cosas no se olvidan, permanecen para siempre en nuestras biografías personales. Por ello, me gusta escuchar al Serrat de entonces, porque no sólo me llena de recuerdos sino porque la buena música, bien interpretada, en estos tiempos de desconcierto de músicos e intérpretes clónicos, nos ayuda a sobrevivir y a creer que la solidaridad y la buena música siempre fueron compatibles y, por tanto, un bien a preservar. Su música (como la de los autores antes citados) fueron el alimento para el espíritu y la munición que necesitábamos para combatir la zafiedad, la grisura, la ignorancia de una España en blanco y negro, nacional-fascista, nacional-católica y llena de caspa.
Al salir de mi última cita con “El Nano”, en Salamanca, me susurre a mí mismo en voz baja, “¿Por qué no lo dejas ya? La alegría de escucharte se ha transformado en desazón”. Luego vinieron las giras con Joaquín Sabina. El experimento parecía entrañable y la fórmula rompedora (así lo viví la primera gira en el 2007), pero se agotó como experimento y creo que terminó por visibilizar aún más la lamentable decadencia de la voz de Serrat, al escuchar la voz bronca, profunda que aguanta más el paso del tiempo, la de Sabina, junto a la suya.
No es verdad, querido Joan Manuel que “fa vint anys que tinc vint anys”, si la voz no acompaña.
Su último recital en el Palau Sant Jordi (Barcelona), en su casa. Fue todo menos un recital porque ya no había voz, pero quedaba la leyenda. Debió ser un homenaje del mundo de la cultura hacia su figura. Un agradecimiento a todo lo que hiciste a través de la música para consolidar la democracia en este país y al otro lado del charco. Era necesario el homenaje, no un último concierto.
Mientras tanto yo seguiré disfrutando de tu música (como lo vengo haciendo desde 1970) a través de tus discos que los guardo como oro en paño.
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