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Si la ley lo permitiera...

Jaume Brocal Canales

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Deberíamos interiorizar -y los que tienen capacidad para ello, difundir- que cualquier frase que comience por “Si la ley lo permitiera…” sólo puede ser terminada con un desideratum de hacer algo ilegal.

Y si lo dice un cargo público, huele a chamusquina. Pues así se expresó nuestra flamante Alcaldesa electa de Valencia. No quiero decir que nuestra primer edil quiera cometer ilegalidades, faltaría más. Pero normalmente cuando suspiramos por hacer algo que de momento la ley impide en un estado democrático, en un amplio porcentaje de casos… bien impedido está. Y por motivos razonables .

El desideratum de nuestra alcaldesa era que Carlos Mazón pudiera también gobernar por “ser la lista más votada”, como ella. La proposición incluye una trampa de entrada. La ley que inviste automáticamente a los concejales más votados, a falta de una candidatura que sume mayoría absoluta, garantiza eso: la investidura, nada más. Y es que esa ventaja desaparece a la hora de aprobar cosas de cierta importancia como los presupuestos. Se requiere mayoría simple. Es decir, en el caso de Catalá requerirá la aquiescencia total de Vox y no sólo con la abstención, sino con sus cuatro votos, afirmativos. En todo caso, los números de Catalá son tan desoladores como los de Mazón para que “le dejen gobernar”. Ambos tienen un 40% de la ansiada mayoría absoluta -no hace mucho, números de clara oposición y defenestración del líder en cuestión- y su muleta verde, entre un 12 y 13%, y además, un 33% de lo que ostenta el PP. Enfrente tienen en ambos casos una coalición -no electoral pero sí de gobierno- que le supera en ambos casos por un 46% contra un 40% de representatividad. Y no una combinación rara, sino dos partidos con una colaboración probada y que de hecho aún gobiernan en funciones. Que se presentaron anunciando que iban a gobernar en coalición, de permitirlo los números, sin esconder esa intención, como una lista conjunta, pero dejando a los ciudadanos la posibilidad de modular a su gusto la proporción de cada una de las fuerzas. Espera, ¿a qué se parece eso? Ah, sí, a otro de los mitos tan a menudo anhelados por tertulianos “independientes”: las listas abiertas!!!

Si el PP quiere lucir eso de “somos más” sólo puede ser porque hagan suyos los votos de Vox. Ah, pero como queda feo, pues intentemos el equilibrio de combinarlo con la monserga de la lista más votada.

Pero ya se oyen ecos de la interesada propuesta, en boca de no menos interesados voceros. Esta misma mañana en la SER, he oído a un tertuliano “¿por qué nos hemos acostumbrado a gobernar por mayoría absoluta y no simple?”. Bueno… creo que por una cosa llamada Democracia. Esta va de juntar mayorías que acuerden acciones de gobierno apoyadas en mayorías ciudadanas. Claro, dada la esperada proporcionalidad de los sistemas electorales que algunos sueñan con dopara con bonus a las listas más votadas. La democracia no es una carrera entre minorías. Porque me pregunto dónde estaría el límite. Supongamos un escenario de ocho partidos. Media, alrededor de un 12% para cada uno. ¿Nos parecería razonable que gobernara con carta blanca una candidatura que hubiera obtenido, digamos el 14%? ¿Y por qué un 25 o 30% sí?

Sin embargo, Mazón no ha necesitado suspirar por cambios legales. Le han enseñado unos cuantos PDF de banners de editoriales, y artículos de algún digital, donde le iban a poner -y ojo, lo han cumplido- como el dique frente a la dictadura del catalán, o si lo prefieren, como un Ayuso mediterráneo, y a Carlos le faltó tiempo para quedar con un trío cuya descripción parece el principio de un chiste de los setenta, y comprometerse a a gobernar para que haya gobierno.

A Carlos Fabra le convencieron para que cerrara C9, la tele autonómica, con la promesa de que lo pondrían por las nubes en un diario conocido por todo el mundo. Le dijeron que todos los presidentes de CCAA del PP harían lo mismo, y se quedó solo, colgado de la brocha o más bien de los alicates de cortar el cable. A Mazón quien le prometió promoción fue, aparentemente, un digital cuyo rigor pueden juzgar ustedes mismos. Sin duda, ya no somos lo que éramos, ¿no?

El pacto que aupó a Zaplana a la Generalitat se llamó “pacto del pollo”. Con tres señores: un tránsfuga, un torero simpatizante con el franquismo y el señor del “divorcio duro”, les dejo a los lectores el ejercicio de terminar el chiste y bautizar el presente pacto.

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