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Ver para creer
Si llevara años utilizando billetes falsos de fabricación casera para adquirir bienes, confiaría en que, cuando me pillaran y me aplicaran la ley, el juez que me juzgase fuera el mismo que ha decidido que Rocío Monasterio no ha incurrido en ningún delito por haber falsificado el sello del colegio de aparejadores de Madrid.
El argumento es que la falsificación es burda y grosera y no engaña a nadie. Es lo que a mí me pasaría si intentara cambiar un billete de 50 € de color amarillo rancio y papel de estraza. El señor del banco se quedaría mirando con ojos de plato cuando lo intentara. Pero no se limitaría a reírse de mi falsificación soez y torpe, sino que llamaría a la policía y me detendrían enseguida. Estaría clara mi intención de pasar un billete falso por uno nuevo. ¿Sería eso un delito? Mi objetivo habría sido engañar al cajero y que me diese billetes de curso legal a cambio de otros falsos. Por burda que fuera la imitación, ¿me dejarían irme de rositas?
Igualmente, la señora Monasterio intentó conseguir una licencia de obras usando un sello falso. ¿Estaba bromeando cuando lo hizo? ¿Quería que el señor de la ventanilla tuviera un inicio de jornada divertido?
Ver para creer.
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