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Piedras de papel es un blog en el que un grupo de sociólogos y politólogos tratamos de dar una visión rigurosa sobre las cuestiones de actualidad. Nuestras herramientas son el análisis de datos, los hechos contrastados y los argumentos abiertos a la crítica.

Autores:

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Sigue cantando Sergio Ramos, sigue cantando

Los futbolistas Sergio Ramos e Isco

Ferran Martínez i Coma

Hace unos días Alberto Penadés escribió esta estupenda entrada sobre los himnos nacionales. Hoy voy a ponerla en contexto con el mundial de futbol que empieza en Rusia esta semana. La competición será un evento global que generará audiencias millonarias. Como muchos seguidores saben, antes del inicio del partido, suenan los himnos nacionales de los respectivos equipos. (Reconozco que he empezado a leer las letras de algunos himnos de las selecciones. Coincido con Alberto: “Un himno sin letra es una bendición). Y en ese momento, cuando suenan los himnos, las cámaras de televisión nos ofrecen la siguiente imagen: se enfoca a cada uno de los jugadores. Algunos tienen la cara seria, otros tienen una expresión más relajada; unos están mirando al frente mientras que otros lo hacen al suelo o hacia arriba. Cuando los himnos suenan, unos cantan y otros callan. Entre los que cantan, algunos lo hacen como muy concentrados, casi, se podría decir que con pasión.

Hoy voy a hablarles de la relación entre la pasión con la que se canta el himno y el resultado final del partido. Efectivamente, en ciencias sociales hay investigación al respecto. En concreto, en un reciente artículo en el European Journal of Sport and Science, Matthew Slater, Alexander Haslam y Niklas Steffens de las universidades de Stafforddhire y de Queensland, respectivamente, encuentran que las selecciones que cantan el himno nacional con más pasión conceden menos goles.

Pero ¿qué es la pasión? El diccionario ofrece nueve entradas. Las que, a mi parecer, mejor se ajustan a lo que entendería por pasión sobre una cancha de fútbol son la sexta-“inclinación o preferencia muy vivas de alguien a otra persona”- y la séptima – “apetito de algo o afición vehemente a ello”-. Los autores utilizan una definición de trabajo que es una mezcla de estas anteriores y entienden la pasión como “una fuerte inclinación hacia una actividad que a la gente le gusta (o incluso ama), que consideran importante, y en la que se invierte tiempo y energía”.

Con esta definición en mente, a dos observadores independientes se les pedía evaluar la pasión con la que cantaban el himno nacional en una escala del 1 (menor) al 7 (mayor). Utilizaban dos tipos de indicadores. Por un lado, los verbales tales como si los futbolistas cantaban y hasta qué punto lo hacían siguiendo la definición dada. Por otro lado, se fijaban en indicadores no verbales como la expresión facial o el lenguaje corporal –por ejemplo, si unían sus brazos por los hombros o cuan juntos estaban mientras sonaba el himno. Los observadores eran estudiantes de postgrado de psicología del deporte y las evaluaciones tenían alta coincidencia. Tan sólo en 6 casos hubo 2 o más puntos de diferencias en las evaluaciones sobre la pasión.

El trabajo de Slater y sus colegas se realizó para la Eurocopa de 2016, que ganó Portugal y que se celebró entre el 10 de junio y el 10 de julio. Dicha competición la conformaron 24 equipos. En total se jugaron 51 partidos -36 en las fases de grupo y 15 en las eliminatorias. En tanto que hay dos equipos por partido y se jugaron 51, el análisis se hace para los 102 himnos.

El primer resultado a destacar es que durante la fase eliminatoria se muestra mayor pasión que en la fase de grupo. El segundo es que la cantidad de pasión mostrada en la fase eliminatoria incrementa la probabilidad de ganar, pero no en la fase de grupos. Dicho de otra forma, la relación entre pasión y resultado del partido es una función de la fase de la competición. Tercero, los equipos que muestran más pasión cantando el himno encajan menos goles que el resto (en cambio las diferencias no son significativas a la hora de marcarlos).

El trabajo examina y los resultados muestran por primera vez la existencia de una relación entre pasión y resultado en competiciones de alto nivel. Los autores sugieren que esto se puede deber a tres motivos. En primer lugar, cuando un equipo muestra mayor pasión, tiene un mayor sentido de identidad y eso afecta positivamente a su esfuerzo y desempeño colectivo. Segundo, tener pasión en lo que se hace tiene un impacto positivo en los resultados del equipo. El proceso por el que se explicaría que se encajen menos goles es que posiblemente se muestre más pasión cuando se defiende que cuando se ataca porque es precisamente cuando se defiende cuando la pasión del jugador hace más posible poner en riesgo el cuerpo de uno. Por último, cuando se canta con pasión, se puede producir un efecto de intimidación por el que el equipo contrario hace menos goles. Es como si a un equipo le entrara el miedo al ver la unión y la pasión del otro. Un ejemplo, lo puedes ver en este link de los neozelandeses haciendo la Haka en el mundial de rugby ante Francia.

Obviamente, estos resultados no son definitivos. Primero porque aunque se ha mide pasión, no se tiene en cuenta la identificación de los miembros del equipo o su experiencia. Tampoco se distinguen entre medidas de pasión – pues existe la pasión obsesiva y la armoniosa (esto es material para otro post). Tercero, porque aunque seamos resultadistas y la victoria sea lo único que cuente en estos partidos, también los hay que disfrutan viendo unos buenos pases completados, regates, quiebros, gambetas, recortes, asistencias, túneles, frenos, sombrero, elásticas, bicicletas, croquetas, folhas de vaca, globos y un largo etcétera de habilidades. Por último, como se comprenderá, para que el impacto del himno sea positivo no vale con hacer como si hay pasión, tiene que haberla. Y si no la hay, mejor no forzarla. Así que, sigue cantando Sergio Ramos, sigue cantando.

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