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CRÓNICA

La chirigota del ego de Tamames tiene su día grande en el Congreso

Ramón Tamames durante el debate de la moción de censura.

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Estaba Pedro Sánchez metiendo una chapa fenomenal en su primera réplica a Ramón Tamames cuando el catedrático jubilado levantó el brazo desde el escaño como si estuviera en un aula del colegio. ¿Estaba pidiendo a Meritxell Batet permiso para ir al baño? ¿Iba a preguntar a qué hora se come aquí? Batet cortó a Sánchez y le preguntó qué quería. “Que venga usted con un tocho de veinte folios”, se quejó Tamames de la duración del discurso. Risas y chanzas en el hemiciclo. Cachondeo parlamentario.

Alguien que había sido diputado en tres legislaturas no entendía que el presidente no tiene límite de tiempo en sus intervenciones en una moción de censura. Batet le dijo que no podía interrumpir la intervención.

Santiago Abascal le hizo un gesto para comunicarle que después de Sánchez podía intervenir él.

Y lo hizo pero sólo durante poco más de diez minutos. Tampoco tenía mucho más que contar. Prefirió hacer algo de humor con el hecho de que Sánchez había hablado durante una hora y 40 minutos, un discurso que se hizo interminable porque el presidente se refirió en ocasiones a los mismos temas que había mencionado al responder a Abascal.

Y ahí acabó Tamames. Terminó comentando que “no intervendría más”. Como si hubiera dado por terminada su actuación. Así fue. Por la tarde, ya no tomó la palabra, aunque podría haberlo hecho. Se le habían acabado las fuerzas o los argumentos. Por la tarde, se quedó callado en el escaño. Los discursos de los demás portavoces –todos menos los del PP y PSOE– no le interesaban.

Muchos habían escrito que esta moción de censura iba a ser un espectáculo extravagante. Abascal afrontó esas críticas en el comienzo de su discurso al presentar a Tamames como candidato: “Un disparate. Un circo. Una chirigota”, dijo. Y otras descalificaciones más empleadas estos días, en especial desde que elDiario.es dio a conocer la última versión del discurso.

Todo para iniciar su discurso con criticas no al Gobierno, sino a los periodistas. “Todo lo que saldrá mañana en los medios de comunicación estará escrito previamente”, se supone que por los partidos políticos. Se notaba que le escocían los ataques recibidos de la prensa de derechas. Acostumbrado a recibir un trato de guante blanco, excepto en ocasiones muy puntuales, se le notaba perplejo por el desprecio con el que fue recibida la iniciativa en esos lares.

Abascal buscaba titulares con la moción que le situaran como principal ariete contra el Gobierno. Lo que obtuvo en la derecha fue que le calificaran de tonto útil del PSOE.

Llamar discurso a la intervención de Tamames es un exceso que sólo está al alcance de Sánchez Dragó en uno de esos días con dos copas de vino. Los temas se iban sucediendo sin ningún orden. No aparecieron asuntos esenciales en una crítica al Gobierno y surgieron otros de una importancia muy menor. Cambió algunos de los elementos del texto ya conocido. Se cayó del discurso lo de “autocracia absorbente”, lo que es una pena porque tenía un cierto tono poético.

Tuvo un recuerdo para los que participaron como él en la rebelión estudiantil contra el franquismo en 1956. Luego pasó a suscribir la propaganda franquista contra la República –“1934 fue en realidad el comienzo de la Guerra Civil”– y desdeñó el concepto de memoria histórica. Acabó sosteniendo que “es mejor dejar a los historiadores la historia”. Seguro que no se lo dice a los que recuerdan el Holocausto, la Guerra Civil de EEUU, las víctimas de ETA y todo acontecimiento trágico del pasado.

Su falta de rigor al hablar de temas económicos era inaudita. Relacionó el aumento de las becas, un factor esencial en la lucha contra la desigualdad, con “la compra de votos”. Elogió a las empresas del Ibex y dijo que en España “tenemos un tratamiento muy obsoleto de las grandes empresas”. No explicó por qué. Afirmó que Lituania y Chipre “han sobrepasado en PIB a España”. Hay que suponer que se refería a recuperar el crecimiento prepandemia, pero con una frase mal escrita.

Aportó pocas propuestas concretas, aunque destacó una con la que sólo te podías reír. Planteó que “jóvenes urbanitas” podrían estar muy interesados en formar parte de un cuerpo de bomberos voluntarios contra los incendios forestales. Hipsters con mangueras. Planazo de fin de semana.

Tamames había dicho que la memoria histórica es un error. Eso no le impidió después quejarse amargamente de que no se hubiera celebrado a lo grande en 2019 el quinto centenario de la llegada de Hernán Cortés a México, “el hermanamiento de España y México, algo único en la historia universal”.

Era un discurso que parecía haber sido redactado en un día malo por la IA de Bing, la inteligencia artificial más desquiciada.

Cuando parecía que Tamames no podía llegar más lejos, se superaba: “La Unión Europea, no voy a dedicar mucho tiempo a esto obviamente”. Hubo risas en el hemiciclo, menos de las que merecía un hallazgo cómico tan desbordante. ¿La Unión Europea? ¿Qué importa eso cuando me apetece más hablar de Hernán Cortés?

Los diputados del PP tenían órdenes de permanecer en silencio en el hemiciclo, de no comentar la jugada con los periodistas, de no quejarse ni ponerse a aplaudir. La dirección de Núñez Feijóo no quería saber nada de esta moción. Antes de comer, su portavoz, Cuca Gamarra, calificó la jornada de “hoguera de las vanidades”.

Por eso, los parlamentarios estaban como anestesiados durante la sesión. Ni siquiera movían una ceja en los momentos en que Sánchez les atacaba con argumentos que habrían causado una respuesta furiosa en otro día. Se habían puesto hasta arriba de Trankimazin.

Por el contrario, Sánchez estaba como una moto. Habló, habló y habló para aprovechar cada minuto de la sesión. El objetivo era obvio: colocar al PP y Vox en el mismo saco como futuros socios de cara a las elecciones. “Ustedes se parecen como dos gotas de agua al Partido Popular”, dijo a Abascal. Sólo le concedió un pequeño toque de originalidad: “Lo único que ustedes aportan a la política es un plus de brutalidad”.

Tanto quiso conectar a los dos partidos que dijo a Tamames que “Rajoy ya dijo lo que usted propone aquí”. Con el discurso inconexo del catedrático, es normal que Rajoy se sienta un poco dolido.

El Gobierno planteó el debate como un prólogo de la futura campaña de las generales con la aparición de Yolanda Díaz para responder a Tamames. Es el cartel electoral con el que Moncloa quiere conseguir la supervivencia del Gobierno de coalición.

A la vicepresidenta le tocó recordar uno de los silencios llamativos del candidato. “Una España sin mujeres es una España inviable. Y usted de manera muy sorprendente sólo se ha dirigido a las mujeres para reprocharnos la baja fecundidad. Parecemos no existir y nos ha puesto deberes: 2,1 hijos por mujer”.

Tamames viene de un mundo en el que las mujeres no jugaban ningún papel público, pero tenían muchos hijos.

El mejor resumen de la sesión estaba en una noticia publicada unas horas antes de que comenzara. “Tamames convertirá en un libro su experiencia en la moción de censura”, publicó El Mundo. Todo empezó con su ego inflado por la propuesta de Sánchez Dragó, intelectual orgánico de Vox. Luego siguió creciendo durante semanas hasta convertirse en un monstruo que, desgraciadamente para él, no sabía escribir discursos. Todas esas chirigotas no agotan la historia y Tamames aspira a seguir exprimiéndola. Muchos pensarán que ha envejecido mal, pero su ego se lo está pasando en grande.

Él se mueve con mucha dificultad. Su ego terminó el día haciendo pesas en casa.

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