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Las críticas internas al Gobierno fuerzan a Rajoy a salir más del despacho

Mariano Rajoy, Alberto Fabra y la tuna, durante el paseo por Benidorm.

Luz Sanchis

La tradicional aversión de Mariano Rajoy a exponerse ante los periodistas se acrecentó cuando llegó al poder. Desde noviembre de 2012, el presidente ha concedido solo un puñado de entrevistas, rehúye las ruedas de prensa en España y evita enfrentarse a las preguntas sobre los muchos escándalos que afectan a su equipo o al PP. A las críticas de la oposición se suman ahora las de su propio partido, que ve impotente cómo el arresto y la investigación a Rodrigo Rato va a protagonizar la campaña electoral hasta el 24 de mayo.

El malestar ha movido al jefe del Ejecutivo a corregir en parte las carencias en este campo. Los efectos del caso Rato en la imagen de Moncloa fueron contrarrestados públicamente por su número dos, Soraya Sáenz de Santamaría. La vicepresidenta corrió a circunscribir el escándalo a un “asunto particular” y negó que fuera un asunto del Gobierno. Un día después, su jefe admitía que el problema “afecta especialmente al PP” porque se trataba de “uno de los activos más importantes”.

No es habitual que Moncloa anuncie a los periodistas que el presidente tiene interés en hacer declaraciones sobre un problema de corrupción que le afecta de lleno. Y eso es lo que ocurrió el pasado fin de semana, cuando Rajoy se disponía a celebrar un acto de respaldo a su candidato en Murcia. Antes de visitar un centro de atención a personas con síndrome de Down, Rajoy reconoció la realidad aunque se negó a entrar en “detalles de otro tipo que no vienen al caso” con el argumento de que él es “el presidente del Gobierno”.

Un día después de eso, decidió estrenar la precampaña y dejar que los ciudadanos se le acercaran. Moncloa organizó para él un paseo por Benidorm, con lo que se expuso a oír de cerca tanto los abucheos e insultos de los ciudadanos que protestaban por su gestión como las felicitaciones de los votantes del PP. Los periodistas que lo acompañaron vieron cómo una señora le comunicó que “iba a rezar” por él. Su respuesta fue: “Eso es muy importante. Hágalo con intensidad”.

Dos días después, el presidente invitaba a una comida en la Moncloa a los representantes de la élite empresarial. Ante los empresarios miembros del Foro Puente Aéreo, el presidente aseguraba que el arresto de Rato no formaba parte de una operación ejemplarizante. Aun así, algunos de los asistentes le manifestaron su enfado por el “escarnio” al que fue sometido el exvicepresidente económico y responsable del FMI.

El próximo lunes, además, Rajoy protagonizará un desayuno informativo en Madrid con motivo del décimo aniversario de estos encuentros que organiza la agencia Europa Press. De ese modo, tendrá que contestar a las preguntas de periodistas, pero solo de los que consigan salvar el filtro de los moderadores.

Esta mayor exposición coincide con el momento en que más han arreciado las críticas por la deficiente comunicación del Gobierno. En esta ocasión, los reproches parten del PP y se han cambiado las tornas, ya que habitualmente es la dirección del partido la que es objeto del malestar de Moncloa por este motivo. Génova vive con miedo al efecto que el caso de Rato puede provocar en la campaña. El escándalo llega además en el peor momento para el partido, con la marca del PP en horas bajas y con los candidatos autonómicos interesados en desmarcarse de las siglas y del propio Rajoy.

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