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El día después de la tragedia inexplicable

Gonzalo Cortizo

Hoy es el día de las llamadas indeseadas en Santiago de Compostela. Tras una noche de caos, la ciudad conoce esta mañana la dimensión de la tragedia. El amigo de un amigo iba en ese tren, la vecina que saludabas en la cola de la pescadería, quién sabe.

En los bares y cafeterías de cada barrio se elaboran esas listas. Todos temen hoy un teléfono sonando. Los vecinos se miran, deseando que nadie conozca a nadie, que nadie ofrezca novedades.

Apenas hay viajeros ilesos. Uno de ellos es amigo mío. Se llama Aníbal Malvar y es un magnífico periodista que he visto en las imágenes de televisión arrastrando su maleta con la cara ensangrentada. Ya no atiende el teléfono y quienes han hablado con él me dicen que le impresiona seguir vivo.

Mientras tanto, las tertulias trillan argumentos de relleno ante la falta de noticias concluyentes y algunos se quejan de que el presidente de la Xunta compareciese en gallego y no en castellano para que le entendiese todo el mundo. Cosas de la televisión en directo.

La velocidad excesiva (190 km/h) se dibuja como causa evidente de la tragedia. En los próximos días se debatirá sobre las medidas de seguridad. Nos haremos expertos en sistemas ASFA y RTMS. Nos preguntaremos reiteradamente cómo puede ir un tren a 190 km/h en una curva de 80. Es difícil explicarlo.

En los primeros minutos, las autoridades del PP se apresuraron a extender la teoría de un atentado como causa del siniestro. El alcalde difundió en su entorno el rumor que, a su vez, le había transmitido la policía. El delegado del Gobierno mantuvo la duda en sus primeras declaraciones insistiendo en que nada quedaba descartado. Pero no. No fue un atentado. Un tren tomó una curva de 80km/h a más del doble de esa velocidad y es difícil explicarlo.

Anoche, cientos de jóvenes colapsaron el centro de transfusión de Galicia. Hoy, el gesto sirve para llenar los debates televisivos de loas a la ciudadanía coroladas por la declaración institucional del presidente de la Xunta: “Galicia se puso a disposición de Galicia”. El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, ha insistido desde Santiago en ideas similares: “Yo quiero decirles a esas familias y esos amigos que no van a estar solos”. Sin embargo, un tren circulaba a 190 km/h por una zona limitada a 80 y eso es difícil explicarlo.

¿Para qué sirven las buenas intenciones y los minutos de silencio? Recuerdo que también hubo palabras similares tras el accidente del Metro de Valencia y que incluso el papa se acercó a dar calor a las familias que todavía hoy luchan porque la justicia aclare las causas de aquel siniestro.

Rajoy no ha aceptado preguntas durante su comparecencia ante la prensa en la que ha declarado tres días de luto oficial. También ha anunciado que dos comisiones analizan las causas del accidente y que ha dado instrucciones a Fomento para que “a la mayor celeridad se recupere la normalidad ferroviaria”.

Ha empezado a circular el vídeo del accidente y se confirma que el tren iba a una velocidad endiablada. A 190 km/h en una zona de 80. Es difícil explicarlo.

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