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Casado ya no llama ultraderecha a Vox y otros grandes descubrimientos del día después de las elecciones

Dirigentes del PP reciben a Pablo Casado en la sede del partido.

Iñigo Sáenz de Ugarte

Para todos aquellos votantes que empiezan a sentirse un poco agobiados tras pasar por cinco elecciones nacionales en cuatro años (junio y diciembre de 2015, junio de 2016, abril y mayo de 2019), hay un anuncio de servicio público que les causará un inmenso alivio. Al comentar lo que tiene por delante el PP, Pablo Casado ha dicho que toca dar al botón de pausa: “El ciclo electoral nos permite un plazo de cuatro años para apuntalar esa recuperación”. ¿Cuatro años sin elecciones?

(Sonido de aplausos)

Tras la alegría, viene el escepticismo. Hay que recordar que acaban de celebrarse elecciones generales, que el líder del partido más votado no tiene asegurada la investidura y que ya han circulado artículos haciendo énfasis en la cifra 175 –un escaño menos que la mayoría absoluta–, y que la derecha demostró en la anterior legislatura que era capaz de exigir elecciones anticipadas a causa de pactos del PSOE con independentistas que no se habían producido.

(Sonido de aplausos, pero menos intensos)

Hay mucha gente que hace bromas el día después de las elecciones diciendo que al final todos los partidos alegan que han ganado. No siempre ocurre eso. En serio, hay partidos que han perdido y lo saben. Lo que sí es cierto es que en estos lunes descubrimos que la relación de esos políticos con la realidad puede llegar a ser bastante tenue. Eso es un problema, porque ahora es cuando comienza el momento de los pactos en aquellos sitios donde es imprescindible y ahí es donde se aprecia ese juego de trileros que se inicia con la pregunta: ¿dónde está la bolita?

Tomemos el caso de Ciudadanos, que se ha estrellado otra vez con el muro en el que se estampó en las elecciones de abril. No hubo sorpaso al PP ni en las europeas ni en las autonomías y ciudades importantes donde creía tener esa oportunidad. ¿Importa eso? Para nada. “Estamos preparados para liderar la oposición en el Congreso, que es lo que nos toca”, dijo el lunes Inés Arrimadas. Nos toca, porque yo lo digo, un argumento de una solidez constitucional impecable.

Arrimadas dio algunas pistas sobre la política de pactos que aún no han decidido. Parece que han levantado el veto global al PSOE, porque decidirán los acuerdos “territorio a territorio”. Quizá utilicen ese comodín en lugares como Aragón y Castilla y León en favor de los socialistas, pero es demasiado pronto para saberlo. En cualquier caso, en el lugar que concita la mayor atención, la Comunidad de Madrid, no habrá cambios sobre lo previsible. Allí, como en otros sitios, el PP es el “socio preferente”. El paquete incluye a Vox. De eso, no se habla.

Pablo Casado también se movió en el mundo de las simulaciones. Era comprensible el tono triunfalista después que el escrutinio de las elecciones en Madrid le salvara el cuello tres horas después del cierre de los colegios. “Hoy empieza todo”, dijo eufórico, por lo que hay que deducir que los diez meses que ha estado como presidente del PP han sido sólo un calentamiento. Se los ha pasado haciendo estiramientos para no sufrir un tirón en la carrera que empieza ahora.

Estaba tan lanzado que hasta se permitió cuestionar lo que todo el mundo sabe. Tras el fracaso de las elecciones de abril y de recibir los avisos de los barones regionales, había procedido a lo que muchos denominaron un “giro al centro”, fuera o no sincero.

El lunes, le tocó ponerse estupendo y referirse a esos “supuestos giros inexistentes”.

Mientras tanto, Alberto Núñez Feijóo prosigue con su marcaje a Casado y celebra los resultados del giro que no se ha producido, según el líder del partido. “El PP ha entendido el mensaje de las generales. Es verdad que no hemos tenido tiempo, pero hemos ensanchado el partido durante estas últimas tres semanas”, dijo Feijóo. No hemos tenido tiempo, porque Casado lo desperdició en su etapa de calentamiento.

Después de la rueda de prensa en que Casado desdeñó todo eso del giro al centro, en la comida Feijóo, Moreno y Bonig le apretaron las tuercas, según La Vanguardia. Si no entendía lo que había pasado, le dijo Feijóo, es que no ha entendido nada, porque la imagen que existía era “que nos habíamos derechizado”. Moreno Bonilla comentó que a él nadie le ve como a un “facha peligroso”. Le faltó decir: no como a otros.

Por lo que pueda pasar en la etapa de pactos, a Casado ya se le han quitado las ganas de poner adjetivos a Vox. En su arrebato centrista, había colocado a ese partido en la ultraderecha. Era inevitable que los periodistas le preguntaran ahora si quería insistir en esa definición. Claro que no. “La definición que yo he hecho de Vox es la que ellos han hecho siempre. Es un partido que se sitúa a la derecha del Partido Popular, y eso no es una calificación peyorativa”, dijo.

Iglesias define la palabra autocrítica

Quien de verdad lo tenía complicado el día después era Pablo Iglesias. La pérdida de votos de Podemos es generalizada en varias comunidades autónomas, a lo que hay que unir el fracaso más directo en Madrid. En una rueda de prensa que duró diez minutos porque tenía que irse a un programa televisivo en el que estuvo casi una hora, ofreció dos ideas algo contradictorias sobre la responsabilidad por los resultados de la capital. “Todos tenemos que hacer autocrítica”, dijo, para concretar minutos después a qué se refería en su caso: “Nosotros fuimos enormemente responsables”, en relación a las guerras civiles de la izquierda en Madrid. Autocrítica es lo que deben hacer los otros si quieren purgar sus pecados.

En La Sexta, le plantearon una idea bastante irreal sobre un posible regreso de Íñigo Errejón a Podemos (tampoco es que él haya mostrado ningún interés). Comparó su situación con la de Rosa Díez cuando abandonó el PSOE, con lo que ya queda poco que contar.

En Izquierda Unida, también hay quienes piden autocrítica, pero de forma más intensa. Un grupo crítico con la dirección ha reclamado la celebración de una asamblea extraordinaria con el fin de evaluar el fracaso en las urnas y la confluencia con Podemos. Un paso más allá ha ido el exlíder de IU, Cayo Lara, que exige dimisiones: “Dimitir y pasar a segundo plano es lo que suele hacer la gente seria cuando equivoca el rumbo”.

El acuerdo entre IU Madrid y Podemos para las autonómicas se firmó cuatro minutos antes de la hora límite por las resistencias del Partido Comunista de Madrid. Fue un pacto que un dirigente de IU Madrid definió en estos términos: “Y espero que todas y todas arrimemos y trabajemos para que se haga cumplir la mierda de coalición que hemos firmado por las putas presiones que hemos tenido que recibir”.

Van a necesitar en IU un modelo de autocrítica diferente al de Podemos.

Un poco más arriba de todos estos partidos, el PSOE disfrutó del momento. A Podemos le recordó que no debe olvidar lo que han dicho los votantes, “dónde nos han situado a cada uno con su voto en las urnas”, en expresión de José Luis Ábalos, muy interesado en señalar a los que están arriba y a los que están abajo. A Ciudadanos, les reprochó cómo pueden apoyarse en los votos de la ultraderecha en Madrid para negar la victoria al PSOE en la comunidad.

Son tiempos en que los socialistas pueden mirar a los demás por encima del banco azul y darles consejos. La vida les sonríe tras ser el partido más votado en unas elecciones municipales por primera vez desde 2003. Pero para que la sonrisa se mantenga, habría que saber qué van a hacer para dar el gran salto desde 175 escaños (los que apoyaron la elección de Meritxell Batet en el Congreso) hasta 176 (la mayoría absoluta para reelegir a Pedro Sánchez si nadie se abstiene).

Hay situaciones en que lo que más cuesta es dar el último paso.

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