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España ha tenido más alcaldías de Josés, Antonios, Manueles y Franciscos que de mujeres

Ana Requena Aguilar / Raúl Sánchez

España ha tenido más regidores con los nombres José, Antonio, Manuel y Francisco que alcaldesas. Sería una anécdota si no fuera una de las comparaciones que permiten saber hasta qué punto el poder municipal ha estado -y está- fuertemente masculinizado en nuestro país. Desde las primeras elecciones municipales democráticas de 1979 han tenido lugar 83.761 nombramientos de alcaldes, frente a 9.914 de alcaldesas. Es más, la suma de los mandatos de los hombres llamados José, Antonio, Manuel y Francisco ya es mayor que la de los mandatos de las mujeres: 11.384 frente a los 9.914.


Más alcaldes que se llaman José, Antonio, Manuel y Francisco que alcaldesas

Número de nombramientos (mandatos) de alcaldes y alcaldesas desde las elecciones municipales de 1979 hasta 2019

Fuente: Ministerio de Política Territorial


Esta cifra se suma a otra: de los 8.131 ayuntamientos actuales, 4.179 han estado siempre gobernados por hombres. Es decir, el 51,3% nunca ha tenido una alcaldesa al frente. Esto es, hay un 48,7% de municipios que alguna vez han sigo gobernados por una alcaldesa, pero cuyos mandatos han estado mayoritariamente dominados por los hombres.

Aunque la Ley de Igualdad y la obligación de establecer cuotas de, al menos, el 60% de puestos para un sexo y el 40% para otro, han hecho que las listas electorales se feminicen, lo que ocurre con las alcaldesas suele suceder con los cargos unipersonales. Lo explica la politóloga y profesora de la Universidad Pompeu Fabra Tània Verge: “La norma no especifica nada más, por ejemplo, qué proporción de mujeres tiene que haber en los puestos seguros ni qué proporción de hombres tiene que haber en los puestos de salida. Lo que ocurre es que los hombres siguen copando todavía los puestos que tienen garantizada la elección y los de más visibilidad. Esto explica que el cabeza de lista sea normalmente un hombre”.

Las dinámicas internas de los partidos tienen mucho que ver con que el poder masculino se reproduzca. “La mayoría de agrupaciones locales suele estar dirigida por un hombre y suele ser muy común que quien preside o sea secretario general de esa agrupación encabece las listas. Ahí tenemos un refuerzo de las dinámicas de poder androcéntricas y patriarcales que luego se refleja en las listas electorales”, apunta Verge.

Las listas cremallera, que no son obligatorias y que algunos partidos sí aplican, son una estrategia que hace que el resultado final tienda al equilibrio: hombres y mujeres tienen que alternarse en la candidatura. No evita, sin embargo, que los hombres copen el primer puesto. En algunos países, los partidos han adoptado “la cremallera horizontal”: del conjunto de listas que presenta a unos comicios, la mitad tiene que estar encabezadas por mujeres y la otra mitad, por hombres.



Triple jornada

Vivir de la política es difícil en muchos pequeños municipios en los que apenas está remunerada o no lo está en absoluto. La politóloga Silvia Clavería explica que la política se añade como un trabajo más a las responsabilidades laborales y familiares, que siguen recayendo mayoritariamente sobre las mujeres, y esto ocasiona que si las mujeres quieren dedicarse a la política soporten una “triple jornada”.

“Las dinámicas de exclusión tienen también que ver con la propia lógica masculinizada de la política, concebida como una absorción absoluta de tiempo, de principio a fin del día que implica la política, más para quien ocupa la alcaldía. Despatriacalizar la política implica cambiar esos usos del tiempo, esas formas de hacer política, pensar en potenciales coliderazgos y coalcaldías para que todo el mundo pueda combinar el ejercicio de la política con su vida personal”, subraya también Tània Verge.

Desde el Ministerio de Igualdad también apuntan a la segregación de espacios -el ámbito público tradicionalmente ha sido masculino y el privado, de las mujeres- y a la sobrecarga femenina de cuidados como un “freno muy eficaz” de la participación política de las mujeres.

Estas dinámicas hacen, añade Verge, que las mujeres sea renovadas con más frecuencia: “Permanecer resulta más insostenible para quien no tiene la intendencia familiar resuelta”.



El modelo de liderazgo que prevalece sigue siendo, prosigue, uno al que se asocian “cualidades ligadas a la masculinidad”, como una “asertividad exagerada en muchas ocasiones” o un estilo más agresivo. La falta de referentes es otro de los problemas que señalan las expertas. El Ministerio de Igualdad aboga por potenciar referentes “y liderzagos feministas”. “Es muy difícil ser lo que no puedes ver y es fácil pensar que ese espacio no te toca o que es muy difícil de conseguir”, concluye Verge.

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