El Gobierno niega “problemas” entre Cospedal y Saénz de Santamaría
“No hay ningún problema”. Es la resolución que rubrica el portavoz del Gobierno cuando, por primera vez, se le pregunta en la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros sobre las conocidas rencillas que protagonizan dos de las personas con más peso en el entorno de Rajoy: Cospedal y Sáenz de Santamaría.
Íñigo Méndez de Vigo ha intentado sacudirse con esas palabras un asunto alargado en el tiempo y cuya consistencia se da por supuesta en cualquier ámbito cercano al Partido Popular. Las dos principales consejeras de Rajoy apenas se hablan y su tensión es ya un asunto abierto que se reabre cada vez que ambas coinciden en un acto público. La última vez ha sido durante los actos institucionales de celebración del día de la Comunidad de Madrid, el pasado 2 de mayo. Separadas por una silla, las dos compañeras de partido evitaron el disimulo y ni se saludaron. Al día siguiente, la instantánea, era foto principal en la mayor parte de las informaciones sobre el evento.
Las diferencias entre Cospedal y Sáenz de Santamaría tiene relación directa con el reparto de poder que Rajoy realiza a su alrededor, sin haber despejado aún la incógnita sobre su relevo. “Es una pelea en clave sucesoria”, asegura un diputado popular. Sin embargo, las diferencias vienen de muy atrás.
Ambas dirigentes y sus equipos llevan años búscandose los errores y culpando a la otra parte de dificultar su tarea con gestiones desafortunadas. En el entorno de la vicepresidenta no repararon en críticas cuando Cospedal metió a todo el Gobierno en el lío del “despido en diferido” con el que intentó explicar las razones para que la formación conservadora siguiera pagando el sueldo de Luis Bárcenas, mucho después de conocerse las presuntas irregularidades cometidas por el extesorero del PP. En aquellos meses, desde Vicepresidencia se quejaban amargamente de que los ritmos de Cospedal para gestionar los escándalos les imposibilitaba la tarea de Gobierno.
Algo similar sucedió cuando durante un mitin en plena campaña de las elecciones catalanas, la vicepresidenta alardeó de que Rajoy había conseguido descabezar al independentismo, en referencia al encarcelamiento de los principales dirigentes de ERC y Junts Per Catalunya. En esa ocasión fue el sector cercano a Cospedal el que empezó a criticar unas declaraciones que, aseguraban, ponían en cuestión la separación de poderes consignada en la Constitución Española.
El escándalo Cifuentes ha sido el último episodio de una fractura que ha convertido al Gobierno de Rajoy en un equipo dividido en bloques. La insistencia de Cospedal en apoyar a Cifuentes se consideró en vicepresidencia un error. El entorno de Sáenz de Santamaría acusó a la secretaria general de arrastrar con su defensa numantina a todo el Gobierno, sin posibilidades de hablar de otra cosa durante el mes en el que Cifuentes se hizo fuerte a pesar del escándalo. Mientras Cospedal llamaba a cerrar filas durante la convención de PP en Sevilla, Sáenz de Santamaría se mostraba muy molesta ante a los periodistas con afirmaciones tan parcas y enigmáticas como la siguiente: “Hay que esperar”.
La tensión entre ambas dirigentes ha llegado ya al límite de evitar los disimulos. Es lo que ocurrió durante la celebración de la fiesta del dos de mayo y la famosa fotografía que todos los medios llevarían en lugares destacados en sus informaciones de las horas siguientes. “Lo que les pasa es que no se pueden ni ver”, asegura un alto cargo del PP. Sin noticias sobre los planes de Rajoy para encaminar su relevo, las dos personas con más mando en la formación conservadora han decidido dejar de esconder su enemistad.
Mientras tanto, el Gobierno intenta salir al paso del culebrón con poca convicción. “No hay ningún problema” es la única respuesta ofrecida hasta la fecha por el portavoz de Moncloa, Íñigo Méndez de Vigo.