Todo listo para la final de la Copa del rey que el PP convirtió en política
Esta no ha sido la semana de la delegada del Gobierno en Madrid, Concepción Dancausa. Tras su intención de prohibir el uso de banderas esteladas durante la final de la Copa del rey, lo que iba a ser un partido de fútbol se ha convertido en ejercicio de política en el que se da por segura una intensa pitada al himno nacional. Las intenciones del PP se encontraron este viernes con la oposición de la justicia que prohibió la prohibición.
Poco después de las nueve de esta noche arranca un evento que ha saltado de las páginas de deportes para ocupar las de política, durante buena parte de la semana. Finalmente, el president de la Generalitat Carles Puigdemont sí asistirá al partido tras levantarse el veto al uso de las banderas esteladas.
Tras el fracaso censor, medio Partido Popular ha buscado en las últimas horas los micrófonos para decir que no deberíamos politizar el fútbol. El ministro de Interior en funciones, Jorge Fernández Díaz, ha afirmado que politizar el deporte “no es bueno” para el fútbol ni para la convivencia. En la misma línea, María Dolores de Cospedal aseguraba: “Espero que esta noche, en lo que estemos sea en un acontecimiento deportivo y no en un acontecimiento político”. Demasiado tarde.
Los organizadores dan por hecho que la pitada al himno será esta vez más sonora que nunca, como medida de respuesta al gesto de Dancausa de prohibir las banderas. Durante la mañana de este domingo, los técnicos del estadio Vicente Calderón ensayaban la cantidad de volumen que podrán utilizar para acallar los gritos con decibelios. Así lo asegura el diario Marca, según quien el himno nacional se pudo escuchar esta mañana a más de un kilómetro de distancia del campo.
Dancausa, charcos a pares
La decisión de la delegada del Gobierno en Madrid sobre las esteladas no ha sido la única polémica protagonizada por ella en las últimas 48 horas. El sábado, Dancausa permitió la celebración de una manifestación neonazi por las calles del centro de Madrid. La marcha, tras recorrer parte de la Gran Vía, acabó en la Plaza del Dos de Mayo en donde muchos vecinos asistieron escandalizados a las proclamas de “españoles sí, refugiados no” que cantaban los manifestantes.
Tras la celebración de la marcha, que coincidió en el tiempo con otra de signo contrario contra el racismo y los fascismos, los alrededores de Gran Vía se convirtieron en un constante devenir de furgonetas policiales, ambulancias y sirenas. El fuerte dispositivo policial pretendía impedir el contacto de los seguidores neonazis con un grupo de antifascistas que previamente se habían concentrado en otro punto de la ciudad. El centro de Madrid se convirtió durante unas horas en zona controlada por la policía. Todo, a causa de la decisión de Dancausa de respetar la libertad de expresión de los organizadores de una marcha con pretendida intención xenófoba.