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Pedro Sánchez y Yolanda Díaz, una décima separa la pugna entre socios y líderes de la izquierda

La vicepresidenta tercera y ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz, durante una sesión de control al Gobierno en el Senado, bajo la mirada del presidente Sánchez.

Marcos Pinheiro

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El barómetro del CIS de septiembre ha sentado las bases del inicio del curso político: una ligera subida de PSOE y Unidas Podemos, una caída del PP, Vox se mantiene y Ciudadanos repunta. Pero frente a la pelea electoral que cada mes se libra en las entregas del Centro de Investigaciones Sociológicas y que copa los titulares, hay una soterrada que tiene lugar en la página 42 del estudio. Pedro Sánchez y Yolanda Díaz, líderes de los dos partidos que conforman la coalición, socios en el Gobierno, compiten por ser los políticos más valorados en una pugna que ahora mismo se dirime por una sola décima de distancia.



Era hasta hace no mucho una competición en la que Pedro Sánchez no tenía rivales. La pregunta a los ciudadanos sobre qué valoración dan a los principales políticos –que se traduce en una nota al uso para cada uno– era una victoria asegurada mes tras mes para el presidente del Gobierno. En algunos momentos incluso llegó al aprobado, algo muy inusual en esta pregunta del CIS, una histórica de sus barómetros.

El presidente del Gobierno, sin embargo, empezó a acusar el desgaste según iban pasando los meses de la pandemia. La baja nota del resto de dirigentes –ninguno superaba el 4– le permitía mantenerse en primera posición hasta la entrega del barómetro de junio de 2021. Los malos resultados del PSOE en las elecciones de Madrid y la marcha de Pablo Iglesias, que dejó a Yolanda Díaz como líder de Unidas Podemos, provocó un cambio en el ránking. En su primer barómetro Díaz superó a Sánchez: un 4,6 frente al 4,2.

Aquella entrega del sondeo recogió el punto máximo de desgaste del PSOE. Los socialistas prácticamente empataban con el PP en intención directa de voto, y en la estimación –la proyección que se hace cruzando otras variables sociológicas–, el PSOE caía a mínimos y se veía obligado a mirar de reojo a Pablo Casado. Los populares habían logrado reducir la horquilla a solo 3,5 puntos frente a la distancia holgada que se había mantenido durante meses.

Los datos del PSOE surgían de la debacle del 4M, cuando perdieron la primera plaza de la oposición frente a Isabel Díaz Ayuso en favor de Más Madrid. Pero también eran el reflejo del desgaste de la gestión de la pandemia, que aunque tardó en manifestarse en la encuestas, se hizo evidente en los barómetros, sobre todo a partir de septiembre de 2020. La polémica de los indultos a los presos del procés, sostenida durante semanas, y la crisis con Marruecos llevaron a los socialistas a sus peores pronósticos y a Sánchez a su peor valoración.

Mientras, en el otro partido de la coalición se daba un relevo empujado por los resultados de Madrid. Pablo Iglesias, que había abandonado la vicepresidencia del Gobierno para pelear contra Ayuso, dimitió tras los malos resultados de Podemos. Su papel dentro del Gobierno lo asumió Díaz, desde entonces líder de Unidas Podemos dentro de la coalición y señalada para coger el testigo de Iglesias como candidata en las próximas elecciones.

Así llegó la entrega de junio, la primera que preguntaba a los ciudadanos por la valoración de Díaz como parte de los seis líderes políticos más importantes del país. Y es ahí cuando se da una sorpaso que en realidad no era tal: Díaz ya venía de ser una de las ministras más valoradas del Gobierno. En los estudios puntuales en los que el CIS preguntaba por la nota de los miembros del Ejecutivo, Díaz siempre salía bien parada.



Como se observa en el gráfico, cuando ya se empieza a preguntar por ella en junio, arrastra una buena valoración de sus CIS como ministra.

Además, Díaz se ha colocado en una pelea que Iglesias no había podido librar hasta ahora. El exvicepresidente del Gobierno era uno de los líderes políticos que peor nota tenía, en parte lastrado por la mala valoración que los votantes del PSOE tenían del líder de Podemos, y durante el último año no había superado el 3,3 de nota, llegando incluso a hundirse hasta el 2,9. Por debajo de él en valoración durante ese tiempo solo estuvo el líder de Vox, Santiago Abascal.



En la Moncloa son conscientes de que por ahora Sánchez pierde la batalla de la valoración frente a Díaz, pero tampoco se alarman porque al mismo tiempo saben que es importante que Unidas Podemos esté fuerte, porque sin ellos no podrán repetir en el gobierno. Y de momento no existe gran preocupación por que pueda restar votos al PSOE. El argumento, por ahora, encaja con la fotografía metroscópica: Díaz gana en popularidad, pero Sánchez roza el aprobado en la gestión del coronavirus y dobla a la vicepresidenta en la pregunta sobre quién quieren los entrevistados que presida el Gobierno ahora mismo. Además, el PSOE ha remontado en el barómetro, tanto en estimación de voto como en valoración de su líder.

Sánchez ya era consciente del desgaste de su Gobierno antes del verano. La remodelación radical de su gabinete del pasado 10 de julio obedecía a ese diagnóstico. A la vuelta de vacaciones inició una gira por algunas comunidades autónomas y ahora trata de atajar la crisis de la subida de la luz, uno de los problemas que más puede desgastarle a él y al Ejecutivo.

Los datos del CIS dan a entender que parte de esa estrategia está funcionando. El PSOE vuelve a rozar el 30% tras subir un punto desde el último barómetro y Sánchez remonta algunas décimas su popularidad. Ha logrado además abrir hueco de nuevo con el PP, que afronta un nuevo curso político con una caída de tres puntos e inmerso en las cuitas internas por el liderazgo del partido en Madrid.

Díaz, popularidad sin dar el salto

Mientras tanto, Díaz sigue marcando perfil propio dentro del Gobierno con un tono distinto al de su predecesor. “Voy a tender puentes, la política del ruido y los muros no conduce a nada”, dijo en una entrevista con elDiario.es, justo cuando iniciaba su andadura como vicepresidenta. Desde entonces ha intentado mantener la tensión con el socio de coalición en ese equilibrio constante que mantienen los dos partidos.

La también ministra de Trabajo ya estaba bregada en las negociaciones con la parte socialista en aspectos como la subida del Salario Mínimo Interprofesional (SMI), que a inicios de 2021 se había quedado congelado pese a su insistencia en subirlo. Sus primeros mensajes como líder de la parte morada de la coalición fueron discretos, siempre en privado, pero luego no ha tenido problema en explicitar sus posiciones cuando estas eran contrarias a las del PSOE.

Así lo hizo, por ejemplo, con la ampliación del Prat, de la que se mostró en contra y que finalmente ha sido anulada. Ahora con la negociación del SMI se ha apuntado su gran victoria: ha conseguido la subida que quería, de 15 euros, frente a la defendida por la vicepresidenta Nadia Calviño (12 euros), y sin necesidad de contar con la patronal en el acuerdo.

Esas pugnas con los ministros socialistas, el tono pausado que ha impuesto en la coalición y algunas de sus intervenciones en el parlamento frente a líderes del PP, rápidamente viralizadas, han permitido a Yolanda Díaz situarse como la política más valorada. También ha impulsado ligeramente a Unidas Podemos, que según el último CIS, remonta hasta el 11,3% de los votos.

Eso sí, la vicepresidenta sigue sin despejar la incógnita que pesa sobre ella desde la retirada de la política de Pablo Iglesias. Aún no ha dicho si acepta ser la candidata de Unidas Podemos a las elecciones generales, aunque sí ha dejado claro que no se siente cómoda liderando esa confluencia con su actual composición y que prefiere ampliar ese espacio. En Unidas Podemos, pero también en Moncloa, miran con lupa sus encuestas.

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