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El “prudente” Vivas aspira a darle “futuro” a la Ceuta que gobierna desde 2001 tras el “borrón” de su pacto con Vox

El presidente de Ceuta, Juan Jesús Vivas,durante su intervención en el acto de la firma de un convenio de colaboración entre la Junta de Andalucía, Ceuta y Melilla.

Gonzalo Testa

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Cuando Juan Vivas deje la Presidencia de Ceuta, como ha anunciado, en mayo de 2023, habrá acumulado más de 22 años al frente de una ciudad a la que mira todo el mundo por la crisis fronteriza que Marruecos desató el 17 de mayo al incentivar la entrada irregular de hasta 12.000 personas. “En la reunión del Consejo de Gobierno de ese día temimos que Ceuta, tal y como la conocemos, se había terminado”, confiesa uno de sus miembros. 

A sus 68 años, el carismático alcalde, que en 2007 y 2011 cosechaba en las urnas dos de cada tres votos, se enfrenta “al momento más complicado” que confiesa haberse encontrado y a escribir el epílogo más difícil tras “su peor borrón”, la alianza con Vox a lo largo de 2020, cuando creyó que “evitar el crecimiento de la semilla de la extrema derecha en Ceuta pasaba por asumir parcialmente sus postulados”, explican desde su Ejecutivo. 

Juan Luis Aróstegui, un amigo de Vivas de toda la vida que está en las antípodas ideológicas, opina que fue “un enorme error imposible de entender en alguien con su experiencia” pensar que la ciudad autónoma “se podía gobernar pacíficamente desde la ultraderecha”. “Él ha legitimado su discurso, algo que no había hecho nunca desde sus formas suaves, pero cuando das giros tan bruscos pierdes toda la credibilidad y le ha sobrado esa decisión catatónica”, lamenta.

Vivas llegó a la política en 1999. El GIL aterrizó en Ceuta con un populismo de derechas similar al “retrógrado y trasnochado” que ahora imputa a Vox. Prometedor economista y funcionario, se coló en el número 5 de la lista del PP. Era “de lejos” el más capaz en un grupo en el que “pocos sabían atarse los cordones”. El todopoderoso delegado del Gobierno, Luis Vicente Moro, a quien Aznar había encargado poner orden en una ciudad a la deriva entre los narcos, y la mayoría absoluta que el GIL alcanzó con una tránsfuga socialista, le dio cobijo como asesor hasta que el PP y el PSOE suscribieron un “pacto de Estado” que le aupó como presidente.

Su éxito fue tal que durante cuatro legislaturas podría haber recorrido los 19 kilómetros cuadrados de la ciudad de mano en mano, de beso en beso. Casi todo el mundo votaba al político que en la Universidad de Málaga había coqueteado con ideas comunistas. Encuestas nacionales le encumbraron como “el alcalde más querido de España” y empezó a sonar en las quinielas para secretario de Estado, pero prometió que nunca dejaría Ceuta.

“Prudente” o “cobarde”

Devoto de los escritores latinoamericanos Mario Vargas Llosa y Leonardo Padura, casado y padre de dos hijos que viven en la península, católico y abuelo reciente, Vivas no se hizo con el poder orgánico en el PP local hasta 2009, cuando su antecesor fue grabado por una mujer practicándole una felación. “Es, sobre todo, prudente, para bien y para mal: su balance es positivo con años de impacto impresionantes, aunque en toda película hay fotogramas muy malos”, valora su exportavoz Emilio Carreira. Otros creen que es básicamente “cobarde”: muñidor de dimisiones, no firmante de ceses.

También en 2009, en un episodio “emblemático” para la secretaria general del PP Yolanda Bel, su mano derecha desde hace 18 años, fue llamado al orden por Javier Arenas por apoyar la reforma de la financiación autonómica del expresidente del Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero que rechazó el resto del PP. Siempre ha presumido de anteponer la ciudad a su partido y ahora ha izado de nuevo esa bandera. “Aquí había una invasión y esa invasión la paró el presidente del Gobierno, y tiene todo mi reconocimiento”, advirtió a la ultraderecha en el último Pleno, incendiado otra vez por insultos y amagos de llegar a las manos.

Con ese discurso de “hombre de Estado” asomó el Vivas que se diluyó cerca de Vox, partido al que confió la estabilidad de su Gobierno tras llegar a la conclusión de que el PSOE, socio durante seis meses, no era “de fiar”. Siempre negó que hubiera un pacto, pero dejó de hablar de “violencia de género” y empezó a cargar las tintas contra los migrantes. Si creía que podía ‘domesticar’ a la ultraderecha desde cerca, se equivocó y en nada se vio rodeado de incendios. Su alianza con los de Abascal provocó la mayor manifestación de la historia reciente de Ceuta, más de 6.000 personas, en su inmensa mayoría de la comunidad musulmana, el 50% de la población local, clamando contra los “racistas” que en grupos privados de Whatsapp denigraban la “mierda de ciudad de las cuatro culturas” que le achacan haber construido.

“Ha convertido el discurso de Vox en mayoritario”

“Vivas”, valora Aróstegui, “siempre mantuvo, incluso en contra de su ideología y su electorado, que la integración era el camino, que el equilibrio social era la vía para progresar, incluso en contra de su electorado, y gracias a su carisma nadie discutía en el PP que la Pascua musulmana del Sacrificio fuese festivo laboral o dar empleo público a ceutíes musulmanes”. Al aliarse con Vox, “ha convertido su discurso en el mayoritario de la derecha en Ceuta, todavía no en las urnas, algo que no se va a poder corregir a corto plazo”, lamenta.

Al presidente se le reconoce haber cambiado, a costa llevar el endeudamiento de la Ciudad hasta récords nacionales, la cara de Ceuta, sobre todo del centro. También, hitos como el suministro de agua las 24 horas del día. Desde el PSOE, que ahora le sostiene de nuevo, se le reprocha haberse “acomodado” a los ingresos que le garantiza el Estado cada año y haber dejado muchas “asignaturas pendientes”.

Capital nacional del paro, del fracaso y el abandono escolar, de la infravivienda (la macrocausa por la adjudicación irregular de casas protegidas es el gran debe con la Justicia de su gestión) y de tasa de pobreza, el proceso de “estrangulamiento” económico de la ciudad iniciado por Marruecos ha agudizado el temor de que Ceuta, con la mitad de su población activa empleada en el sector público, termine siendo “un enorme Peñón de Alhucemas” preñado de funcionarios bien pagados que huyen cada fin de semana. En una sociedad (todavía más) partida por la mitad.

Para evitarlo, en febrero de 2020, cuando ni atisbaba el intento de “invasión” de Marruecos, presentó un plan de futuro a base de “más España y más Europa”, receta en la que ahora insiste con más fuerza aún como única vía para tener “buenas relaciones” con el país vecino. Su apuesta pasa por sustituir el comercio transfronterizo por el turismo, la actividad portuaria y la industria digital. Aunque nunca se ha atrevido a abrir el melón previsto en la Constitución de ser comunidad autónoma, anhela despejar, antes de irse, cuestiones eternas como si pedir incluir a Ceuta en la Unión Aduanera europea o acabar con la excepcionalidad que permite a los vecinos de la provincia marroquí de Tetuán entrar sin visado.

Algunos en su partido creen que en 2019 debió apartarse y dejarse reemplazar por Juan Bravo, ahora consejero de la Junta de Andalucía, que se postulaba entre bambalinas. No lo hizo y, fiándolo todo a su tirón, renovó casi íntegramente su lista y volvió a ganar, por primera vez en minoría. Se propuso conseguir en cuatro años “una frontera del siglo XXI por la que pase quien quiera España y que sea palanca de desarrollo económico”. La crisis de la pandemia, que mantiene el paso del Tarajal cerrado desde hace 15 meses, y los últimos incidentes se lo han puesto más empinado.

De puertas para dentro ha sumado el desafío de recomponer “la convivencia”. “Sin la que no tenemos futuro”, apunta. “La defensa de nuestra españolidad reclama a todos arrimando el hombro, portando la bandera, manifestando que solamente tenemos una patria que es España y en eso estamos cristianos, musulmanes, judíos e hindúes”, apunta Vivas, retomando el argumentario que traspapeló el año pasado.

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