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PERFIL

Rafael Redondo, ese hombre con traje gris que aparece justo detrás de Villarejo

Rafael Redondo Rodríguez, el hombre tras Villarejo

Pedro Águeda

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Pruebe a ponerse un traje gris y a llamar la atención en una habitación compartida con Villarejo, otro mando policial al que apodan ‘El Gordo’, y que dirigió la unidad de ‘fontaneros’ durante décadas, y un empresario de deje cheli y protomelena que presume a gritos tener al presidente de Estados Unidos comiendo de su mano. Sirvan estos tres ejemplos como muestrario del caso Villarejo. No parece fácil destacar entre ellos en un primer vistazo. Eso es lo que le viene ocurriendo a Rafael Redondo desde que se supo de su existencia en 2017, cuando fue detenido junto a José Manuel Villarejo, y pese a que su nombre aparece recurrentemente en el sumario desde entonces.

Esta semana Rafael Redondo ha declarado en el primer juicio de Tándem. Por fin se ha visto su cara y escuchado su voz. Sin apenas alterar el tono, Redondo ha rebatido el calificativo de “socio de Villarejo” porque apenas tiene un 1% de las acciones de sus empresas. Durante horas repitió que sus funciones se reducían a las de “abogado del grupo” empresarial y “archivero” de las grabaciones del principal acusado. Dijo que pese a sus más de veinte años trabajando juntos solo supo que su jefe era policía cuando le condecoraron en 2015, según intentaba recordar, aunque matizó que su dislexia le mantiene en una complicada relación con las fechas. 

La acusación de más de un siglo de cárcel de la Fiscalía contra Rafael Redondo en las tres piezas que se juzgan (el encargo del marido de Ana Rosa, el de los dueños de La Finca y otro de un despacho de abogados), así como su aparición en otros sumarios, perfilan para el abogado otro papel del que él ha defendido durante horas desde el banquillo. Enfundado en un traje gris. 

13 de diciembre de 2012. Madrid. Estación de Atocha. Victoria Álvarez se baja de un tren procedente de Barcelona. Entre Jorge Moragas, antiguo amigo de Álvarez y por entonces jefe de Gabinete del presidente del Gobierno; Alicia Sánchez-Camacho, presidenta del PP en Catalunya; y unos misteriosos policías que fueron a visitarla, le han convencido de que tiene que hacer algo por España: contar lo que sabe de las corruptelas de su antiguo amante Jordi Pujol Ferrusola. 

En la estación le espera “un señor bien plantado, con los ojos claros” que se presenta como “Ramón Redondo”, abogado. Lleva en coche a Victoria Álvarez a la sede de la UDEF, en el complejo policial de Canillas, y acceden al cuartel general de la Policía sin problemas. “Él permaneció en silencio todo el rato”, le contará la propia Álvarez al juez Pablo Ruz un mes después, el 17 de enero de 2013. El magistrado no sale de su asombro y sigue interesándose por ese tal “Ramón Redondo”, como ella cree recordar que se llama, que no es policía sino abogado. Ruz no ve claro todo aquello y manda el caso a un juzgado de Plaza de Castilla. La Sala de lo Penal le corregirá a instancias de la Fiscalía. Había nacido el ‘caso Pujol’

10 de diciembre de 2013. Madrid. Consulta de la dermatóloga Elisa Pinto. El empresario Javier López Madrid se presenta allí para amenazar a la doctora con que “la Policía lleva mucho tiempo con esto”. Se refiere al supuesto acoso del que el yerno de Villar Mir acusa a la mujer, una denuncia cruzada que tiene a López Madrid ahora pendiente de ser juzgado. López Madrid acudió aquel día a la consulta con su “abogado”, al que presenta como Rafael Redondo. El colaborador de Villarejo se va a sentar en el banquillo junto al policía jubilado y López Madrid por el hostigamiento, agresión incluida, a la doctora. Aquel encuentro fue grabado y publicado con posterioridad por El Español. En la grabación, como ocurriera con el traslado de Victoria Álvarez, Rafael Redondo no abre la boca.

Durante el juicio, el acusado no ha querido referirse al contenido de las grabaciones porque, al igual que Villarejo, las ha impugnado como prueba, alegando que se rompió la cadena de custodia y dudando de su autenticidad. En consecuencia, no se ha pronunciado sobre su participación en la elaboración de algunas de ellas. Simplemente ha dicho que si aparece en algún audio es porque él acompañaba al comisario como su asesor jurídico. En ocasiones solo para hacer bulto, aparentando un gran despliegue ante el cliente, las “técnicas de marketing” a las que aludió Villarejo. Asesor y mudo. Al preguntarle el fiscal César de Rivas por el comentario de su jefe a un cliente –“esto es más ilegal que una patata”– Redondo dijo que él no estaba allí para corregir a Villarejo, que jamás se le hubiera ocurrido.

“Como si se sintiera en deuda”

En el carácter personalista e indiscutible del proyecto de Villarejo, una “organización criminal” para la Fiscalía, está claro para quienes trataron a policía y abogado antes de ser detenidos. Un antiguo empleado afirma que “no había una relación de igualdad” entre ellos. Redondo era un empleado, pero también la sombra de Villarejo, incluso alcanzando la servidumbre por el número de horas dedicadas al trabajo, en laborables y fines de semana, y la disposición que tenía para con el jefe. “Si había que llevarle al aeropuerto a las cuatro de mañana se encargaba también Rafa”, afirma este empleado. “Es como si se sintiera en deuda con él”, añade.

¿Y qué hacían los audios en su casa? En defensa de su papel de correcto empleado y socio muy minoritario de las empresas del comisario, Redondo dijo que él recibía las grabaciones de los “proyectos” de Cenyt y que las ordenaba por años, que la prueba de que su papel era de mero “archivero” está en que en la empresa no se encontró ninguna de ellas.

En la causa que se juzga figura una grabación en la que Redondo abandona la estricta figura de abogado y se acopla en la silueta de compinche de Villarejo y sus métodos. “No queremos nunca asumir un riesgo, pero de hecho, si alguna vez hubiera alguno, nos cubriríamos inmediatamente con el gremio, y lo haríamos pasar por una intervención policial”, recoge el audio, cuyo contenido adelantó El Periódico de España

Redondo asegura que él no realizó ningún informe que no se nutriera de otra cosa que fuentes abiertas, registros abiertos a cualquier letrado, pero el fiscal le recordó que en una de las conversaciones intervenidas que informa al cliente de un despacho de abogados que el objetivo encomendado “no ha hecho ninguna llamada roaming”. Era imposible conocer ese dato sin acceder al tráfico de llamadas, información por la que presuntamente pagaba la organización de Villarejo. 

Rafael Redondo, de 58 años, está en la causa desde el principio porque ya en el primer informe policial se le ubica ofreciendo el proyecto King, relacionado con un enfrentamiento en el seno de la familia Obiang, por 4,5 millones de euros junto a Villarejo. El abogado defendió en el juicio que tiene un coche de hace 20 años y una casa en Galapagar de 200.000 euros, ambos extremos acreditados por la investigación, que su vida consiste en ir del trabajo a casa. Algo parecido a la vida de ‘El hombre del traje gris’ que describió Sloan Wilson en su novela de 1955.

Los investigadores creen sin embargo que Rafael Redondo Rodríguez es una figura clave en la organización criminal de Villarejo, como si tras esa anodina apariencia escondiera algo. Puede que le delaten esas tres erres repetidas en sus iniciales, como a los héroes de Marvel (Bruce Banner, Reed Richards, Matt Murdock…). O a los villanos de la misma editorial (Doctor Doom, Green Goblin, el primer Silver Surfer).

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